Calderón y el Tec de Monterrey
Lamento
la cancelación de la conferencia de Felipe Calderón en el Tec tanto como antes la de Ricardo Anaya en la UNAM. Ambos al final son actos de censura; las academias debían estar para abrir sus auditorios a ideas y personas incómodas, desacostumbradas o contestatarias, siempre que sus propuestas sean intelectualmente sólidas o que posean un mínimo valor testimonial. Me hubiera gustado escuchar, por ejemplo, las reflexiones de Anaya a un año de su derrota electoral, o las de Calderón en torno a la descomposición del PAN, y verlos después torear las preguntas puras y duras de los estudiantes en torno a sus devenires profesionales y políticos.
No es que descuente ni ignore el reclamo de quienes consideran al ex presidente persona non grata en el Tecnológico, luego de que su ejército, lanzado como ariete en una guerra contra la delincuencia quizá necesaria pero trágicamente ineficiente, asesinara y luego intentara cubrir su desaguisado sembrándole armas y acusando de sicarios armados “hasta los dientes” a los dos estudiantes de excelencia caídos en el fuego cruzado luego de que un comando criminal se internara en el campus para escapar de los militares. Pero es justamente por lo anterior que me parece necesario que Calderón, en vez de ganarse un pase libre y una excelente excusa para ausentarse del lugar de los hechos, enfrente los reclamos de familiares, activistas y compañeros de Jorge Mercado y Javier Arredondo en torno al deshonroso comportamiento de sus soldados esa terrible noche de marzo de 2010.
Calderón, luego de anunciar la cancelación de su visita, afirmó su disposición a reunirse con las familias de los estudiantes. El gesto no está mal, pero la oferta llega nueve años tarde y solo después de ser forzada por el reclamo popular; bajo la presidencia del panista, cuando éste tenía la manera de hacer algo efectivo por ellas, los padres de Jorge y Javier tuvieron que dejar el hígado en demostrar la inocencia de sus hijos ante la frialdad oficial y la cobarde inopia de su propia universidad. Fue apenas hasta esta pasada primavera cuando el Estado ofreció disculpas a los Mercado y a los Arredondo, aunque sin llegar a empujar la resolución del caso, que yace en el juzgado cuarto de lo penal en Nuevo León padeciendo un tortuguismo condescendiente e incomprensible.
Como regiomontana y antes docente de esa institución, lo que más me avergüenza de este triste caso es la inopia del Tecnológico de Monterrey que, siguiendo los usos y costumbres de la buena sociedad local, procede a invitar a Felipe Calderón como si allí no hubiera pasado nada, apostándole a la desmemoria de un suceso que debía de haber causado que el Tec se erigiera en punta de lanza de un activismo inteligente, digno, valiente y propositivo, convirtiendo a la institución en un urgente faro crítico, en un muro de contención ante la burda estrategia de militarización de la seguridad pública nacional que, de allí en delante, no haría sino podrirse cada vez más.
Ahora que si los actores involucrados no tuvieron entonces la inteligencia ni el valor, no es asunto de esperar que los tengan ahora.
Ahora que si los actores involucrados no tuvieron entonces la inteligencia ni el valor, no es asunto de esperar que los tengan ahora