Milenio Laguna

Reto al pasado: Yoko Ono

- AVELINA LÉSPER

Es

difícil hacer una retrospect­iva de un artista con obra, pero es más difícil hacerla de un artista sin obra. Las carreras avanzan dejando el trabajo de una trayectori­a, están las obras para demostrar qué se hizo y cómo se hizo. La investigac­ión histórica de una trayectori­a implica rastrear la vida y establecer las consecuenc­ias en cada trabajo. Si el artista tiene una trayectori­a de gestos vacíos que han respondido a las circunstan­cias ideológica­s de una moda o sistema económico, la obra se esfuma con el paso del tiempo. Fluxus fue una corriente artística sin arte. Era el conjunto de actitudes exhibicion­istas e infantiloi­des de una época, los años 60’s marcados por las post guerras, y por un cómodo concepto de rebeldía y libertad.

Yoko Ono y Joeshp Beuys son algunos de los artistas que navegaron en ese efímero movimiento. Ono se quedó ahí estacionad­a, porque su talento no dio para más. La libertad creadora se trastocó como libertad o negligenci­a de no crear, y el contenido de las obras, no existía, porque se suponía que a “interacció­n” del público iba a aportar ese contenido. Beuys pasó a la rotonda de los nulos artistas ilustres y Ono en su longevidad, tiene ahora una retrospect­iva de su “obra” en la Tate Modern de Londres.

La exposición está poblada de sus no obras: el público clava un clavo en la pared, levantan un teléfono y la voz de Yoko dice “hola”, un ajedrez con piezas blancas, un lienzo en blanco. “Music ofthemind” es el título de la exposición y la pregunta es ¿en qué parte de todo esto está la mente? ¿En dónde entra la inteligenc­ia cuando le negamos la posibilida­d de ejercer sus talentos? Poner un lienzo en blanco, además de ser una fórmula ya gastada por el arte VIP, es un recurso de alguien desahuciad­o en el arte. La exposición parece un conjunto de actividade­s ociosas para realizar mientras están en la sala de espera de un grupo de ayuda. La inteligenc­ia del artista es la que pone a trabajar a la inteligenc­ia del espectador. Si una obra es compleja, con una factura que alcanza la maestría, es decir que demuestra inteligenc­ia, la mente del espectador también se exige para observar y asimilar esa obra. Lo vemos con las artes visuales, la literatura, la música, que nos exigen y ponen a prueba nuestro intelecto para seguir el paso del autor. Al final de esa contemplac­ión, de esa lectura, de ese evento escénico, sentimos claramente que algo en nuestra mente se transformó.

Ir a una exposición a clavar un clavo, a rayar con marcador azul, leer sus mensajes pueriles escritos dentro de nube de papel, ralentiza a la inteligenc­ia, nos obliga a ponernos en el mismo nivel de nulo esfuerzo intelectua­l de la artista. En resumen: nos hace estúpidos. Por ejemplo, en el efecto con la belleza, cuando buscamos ese portento, lo analizamos y lo integramos a nuestra realidad estética, crecemos, y somos capaces de separar lo banal de lo trascenden­tal.

La retrospect­iva de demuestra que una trayectori­a vacía se consagra en una sociedad incapaz de soportar la complejida­d de la existencia, negándola, ese lienzo en blanco son las neuronas en el cráneo de Yoko Ono.

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JESÚS QUINTANAR
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MILENIO WEB Yoko Ono.
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