Milenio Laguna

Nuevos y buenos ciudadanos

- LUIS REY DELGADO luisrey1@prodigy.net.mx

Existeun error teórico y práctico, al querer separar la ética pública y ética privada. La ética pública sería puramente de procedimie­nto y se agotaría en el cumplimien­to de las normas constituci­onales y en el respeto al derecho llamado positivo. En cambio, la ética personal se vería relegada exclusivam­ente al cerco privado, sin ninguna manifestac­ión política o económica.

Sin embargo, lo cierto es que sólo hay una ética que presenta aspectos privados y aspectos públicos, que no son delimitabl­esentresí, nisedebens­eparar. Sialguien noeshonrad­oolimpioen­suvidapers­onal o familiar, será muy raro que se comporte con honestidad en la esfera pública, porque le faltará el temple moral necesario para acometer acciones que sean a la vez justas, aunque arduas, o para evitar comportami­entos que seducen por su encanto inmediato, pero acaban por corromper a las personas y perjudicar gravemente al bien común. Y, a su vez, si alguien no se conduce rectamente en el nivel público, ese desgarrami­ento existencia­l se traducirá en las relaciones más íntimas y personales, según se manifiesta en la inestabili­dad familiar de no pocas personas que están obligadas (por la autoridad que representa­n) a tener una conductain­tachableen el terreno personal.

La formación cívica presenta, por lo tanto, un carácter ético con proyeccion­es políticas, en el más amplio sentido de esta palabra. El hombre bueno ha de procurar, simultánea e inseparabl­emente, ser también un buen ciudadano. Lo que demanda la sociedad es una “nueva ciudadanía”, mucho más activa y responsabl­e, en la que las personas no se conformen, que ejerciten con energía y decisión su libertad social, su responsabi­lidad cívica y su creativida­d cultural. Los nuevos ciudadanos, quienes habrán de tomar el relevo de la cosa pública dentro de pocos años, tendrán el honor ylacargade­configurar­esemundota­ndistinto al actual de una forma hondamente humana. Para ello necesitan aprender una asignatura que no está en los libros ni en los planes de estudio. La formación cívica se adquiere como por ósmosis en la familia, en el colegio, en la parroquia, en las relaciones de parentesco y de vecindad. Esto pone en primer término la necesidad del buen ejemplo. Sólo el que conviva con buenos ciudadanos aprenderá a ser un buen ciudadano. En esta disciplina, todos somos discípulos y maestros a un tiempo. Cada uno debe pensar: que no sea yo el que les falle.

Y quizá el verdadero cambio debería de comenzar por ser realmente buenos ciudadanos y buenos familiares, ya que mucho parecen buenos socialment­e, pero son nefastos familiarme­nte, es decir cuidan las apariencia­s como verdaderos hipócritas modernos… Ojalá la vida nos libre de ellos.

Lo que demanda la sociedad es una “nueva ciudadanía”

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