Milenio Laguna

Jóvenes prefieren maquila a extraer cera de candelilla

Adultos mayores de Charcos de Risa se mantienen de la producción artesanal, la cual venden a una empresa de Monterrey; “nunca nos han dado seguro social”: Jacinto Bernal Ramírez

- LILIA OVALLE FRANCISCO I. MADERO

Jacinto Bernal Ramírez se levantó temprano y llegó a su trabajo. Descargó la candelilla para colocarla en la paila cuando el agua y el ácido ya hacían hervor. Cada montón de candelilla pesa alrededor de 30 kilos y aunque Jacinto ya cumplió sesenta años, los levanta con una fuerza y habilidad que desearían muchos jóvenes. Resulta paradójico pues justo por lo pesado de esta faena, los muchachos deciden trabajar en las maquilas o como jornaleros, subemplead­os.

Las pailas están ubicadas en las inmediacio­nes del ejido Charcos de Risa y con el tiempo se han modernizad­o de tal suerte que los campesinos que extraen la cera no tienen que respirar de cerca el humo del cocedor. Jacinto dijo, les mejoraron el área de trabajo las autoridade­s federales.

“Apenas los están estrenando, qué bueno fuera que se hicieran desde que yo inicié, esto tiene apenas… menos de un año que los hizo la Conafor. Yo soy ahorita el tesorero del ejido, nosotros iniciamos este proyecto y lo sacamos, y por eso están estas estructura­s, son cuatro módulos, son comunitari­os, para todo el ejido.

“Desde que nací estoy aquí, tengo sesenta años y de septiembre para acá. Mis abuelos fueron los que llegaron aquí primero; el abuelo materno era del lado de Zacatecas, según eso me contó mi abuela, y por parte de mi papá, Manuel Bernal, él era del rumbo de Químicas del Rey. Aquí todavía no habían ejidos cuando llegaron porque ellos hicieron ganadito de chivas, aquí se quedaron y entonces fueron llegando más gentes de diferentes partes y fundaron Charcos de Risa”.

Don Jacinto comenzó a extraer la cera de la candelilla desde que pudo trabajar.

Apunta que con diez años de edad lo llevó su papá. No quedaba más que echarle ganas cuando se fue su padre. Todos se dedicaban a lo mismo hasta que se instalaron pequeñas propiedade­s y se rentaron tierras del ejido. De Tres Manantiale­s, vendieron las tierras a un empresario y entonces se diversific­a el trabajo.

“A los chavos que no les gusta este trabajo se dedican a jalar allí en la pequeña y pues a los viejos nos toca quedarnos aquí, echándole ganas”, apuntó don Jacinto que, optimista, dijo que cuando era chamaco su mujer se lo robó. Ella vivía en el ejido Buenavista.

“A los chavos que no les gusta este trabajo se dedican a jalar allí en la pequeña y pues a los viejos nos toca quedarnos aquí, echándole ganas” Jacinto Bernal Ramírez Habitante de Charcos de Risa.

“Tanto mujeres como hombres aprenden a manejar motociclet­a porque es un vehículo que permite la movilidad con un bajo impacto económico” Margarita Reyes Lespron Habitante de Charcos de Risa.

“Como en cada campaña electoral, ya llegaron los candidatos al ejido Charcos de Risa y ellos prometen insumos para el campo” Yolanda Lira Llanes Habitante de Charcos de Risa.

“Me iba yo a trabajar, ya cuando mi mamá se juntó con otro señor, me iba solo en agosto porque en esa época empezaba el corte de uva y en Madero había mucha uva. Me iba también para la feria y pues allá me robaron. Ahora tengo cuatro chavos y dos mujeres; ellos son traileros, trabajan en el Establo Florencia, es del señor Marcos Canales. Se fueron a jalar a Chávez, y ya nomás estamos aquí mi esposa y yo porque ya todos están casados”.

La disciplina para realizar este trabajo es indispensa­ble. Todo inicia cuando don Jacinto se va a la sierra a cortar la candelilla. Algunas veces va hacia Los campitos y otras a Los piojos, Las guaneras o Santa Eulalia.

“La candelilla a puro tirón se saca. Yo voy a la sierra en la moto

tres días y luego ya regreso en la camionetit­a y ya el día de hoy me pongo a quemarla. Es agua y ácido, se le echa como un litro de ácido como para mil litros de agua y de la candelilla le echamos tercios, son ocho tercios. Llego a las seis y media o siete y viene mi esposa y me trae almuerzo, comida no porque termino y voy a la casa”.

La producción es artesanal y por jornada ellos logran sacar en promedio seis kilos de cera por pailada. El precio es de 100 pesos el kilo y en el ejido hay dos centros de acopio. Los campesinos en este ejido están organizado­s y saben que es Multiceras la que adquiere su producto. Pero don Jacinto dijo que ojalá y la empresa supiera que jamás les han dado seguro social.

“La empresa es de Monterrey. Me da gusto que vengan y ojalá suban la nota para que la empresa se dé cuenta que nunca nos han dado seguro social, para que sí, el mero mero de la empresa, porque hay veces que los intermedia­rios, a veces ellos hasta ponen su propio precio y a lo mejor el mero mero de la empresa ni cuenta se da. A lo mejor él está confiando que nos dan seguro y resulta que nada”.

Mujeres piden luminarias y calles pavimentad­as

En el pasado los habitantes de este ejido vivieron múltiples carencias, y aunque ahora el panorama es menos agobiante, las necesidade­s están a la vista de todos. Mientras Margarita Reyes Lespron lava la ropa, precisa que el ejido requiere de luminarias. El agua la tienen

pero está dura, por lo que deben purificarl­a para beberla.

“El agua, en un lado tienen manantial, tienen ojo de agua, pero aquí es la de la noria, siempre hay agua pero está dura. Cuando mi esposo era comisariad­o pusieron en El Papalote unas celdas solares y una línea de agua. Aquí los niños andan jugando y nada que se pierden porque la gente que viene que es desconocid­a, luego luego los sacamos con la mirada”.

En Charcos de Risa, dijo la señora, hay escuela inicial, primaria, secundaria y preparator­ia. Tanto mujeres como hombres a temprana edad aprenden a manejar motociclet­a porque es un vehículo que les permite la movilidad con un bajo impacto económico. Pero los niños necesitan una cancha y juegos.

Yolanda Lira Llanes ha vivido toda su vida en el ejido. Ella también dice que hace falta un parque o plaza para los niños porque en el sitio aún no tienen internet. Quizá por ello se siguen viendo en las azoteas las antenas de Sky pues ni cine ni teatro tienen y de pronto puede llegar un pequeño circo al pueblo.

“Aquí se requiere que los niños tengan dónde jugar y luz en las calles. Y también pavimento porque ahorita el charquito está bajito pero cuando llueve se llena y sube el agua hasta las casas y nos quedamos divididos, se llena de agua y pues vamos por la carretera porque del otro lado se quedan las tiendas y las escuelas”.

La señora Yolanda apuntó que en como en cada campaña electoral, ya llegaron los candidatos al ejido y ellos prometen insumos para el campo. Porque si bien es cierto que en el pasado la tierra podía cultivar otros productos, ahora los campos laguneros, a pesar del desabasto de agua, se siembra casi siempre de alfalfa y otros forrajes.

“Unos ya vinieron pero otros todavía no. Pos ellos prometen lo del campo. Necesitamo­s fertilizan­te para la siembra de la alfalfa y el que está rentando pues siembra más cosas pero ellos que nomás tienen su pedacito de tierra siembran alfalfa para los animales”.

Sin centro de salud

José Carlos Robles Ramírez dijo que aunque cuentan con agua, las autoridade­s deben supervisar la calidad del agua para consumo humano. Incluso dijo que los malestares estomacale­s son frecuentes entre los niños pero en la comunidad no cuentan con servicios médicos.

“Ahí está el centro de salud pero tiene como unos dos años solo, abandonado. Aquí no tenemos doctor ni medicament­os y cuando se enferma alguien hay que buscar una troquita para llevarlo a urgencias. Los enfermos tienen que irse en las trocas mejores para llegar rápido al IMSS a Madero, que a veces va mejor uno a particular porque a veces ni lo quieren atender.

“Aquí algunas luminarias jalan pero otras se han desbaratad­o. Estás se arreglan cada 10 de mayo, que es el aniversari­o del ejido y es cuando vienen y ponen un poquito más de atención. Acá estamos esperando que vengan para pedirles el apoyo del agua y un

_ poquito más de pavimento porque cuando llueve andamos entre el lodo. Tenemos dos bordos para poder pasar, hay dos salidas nada más pero cuando llueve bastante pues sí está difícil”.

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MANUEL GUADARRAMA En el pasado los habitantes de este ejido vivieron múltiples carencias, y aunque ahora el panorama es menos agobiante, las necesidade­s están a la vista de todos. El agua la tienen pero está dura, por lo que deben purificarl­a para beberla.
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M. GUADARRAMA Los malestares estomacale­s son frecuentes entre los niños pero en la comunidad no cuentan con servicios médicos.
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MANUEL GUADARRAMA Hay escuela inicial, primaria, secundaria y preparator­ia, pero los pobladores piden una cancha y juegos.

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