El revoltoso
En Palacio Nacional vive uno; se ha vuelto famoso por sus arrebatos
Entrelos cómicos del cine mexicano, el cartujo admira sobre todo a Germán Valdés TinTan:“es el mejor actor que hemos tenido, un actor completísimo, gran bailarín, gran cantante, cómico extraordinario, y una persona fabulosa”, le dijo Silvia Pinal en una entrevista.
En Elrevoltoso, cinta dirigida por
Gilberto Martínez Solares en 1951, Tin Tan interpreta a un bolero propenso a meterse donde no lo llaman, enredándolo todo. Esta proclividad es peligrosa para él y para quienes lo rodean, como su hermosa novia Lupita (Perla Aguiar). En la vecindad donde vive ya no lo soportan, pero él, quitado de la pena, sigue y sigue hilando despropósitos y fracasos con su imprudencia y sus chismes. TinTan es genial y los espectadores, inevitablemente, se retuercen de risa con esta película de obstinada locura.
No todos los revoltosos, sin embargo, tienen la gracia de TinTan; algunos, con esa propensión para intervenir y hablar de cualquier asunto, aunque no les incumba, cuando las cosas les salen mal —como suele suceder—en vez de carcajadas causan pena con sus infantiles pataleos.
En Palacio Nacional vive uno. Dentro y fuera del país se ha vuelto famoso por sus arrebatos, sus juicios sumarios, sus descalificaciones contra medios de comunicación, empresas privadas, organismos no gubernamentales y gobiernos de otros países, desacreditando todo aquello con lo cual no está de acuerdo o se aleja de su atavismo ideológico.
Ha ofendido a mandatarios electos democráticamente y defendido a gorilas —con perdón de los gorilas, como diría él mismo— autodenominados de izquierda, represores y corruptos. En su delirio no se ha expuesto solo él sino al país entero. Para su buena suerte —“el destino ama las paradojas”, dice Juan Villoro—, en Ecuador no encontró la horma de su zapato sino un atrabiliario quien le sirvió en bandeja de plata su ansiado papel de defensor de la patria. ¿Quién puede justificar la injuriosa invasión de la embajada mexicana en Quito? Nadie en su sano juicio, por supuesto. Pero, sin ninguna
_ duda, fue el imparable revoltoso de Palacio Nacional quien comenzó las hostilidades.
Queridos cinco lectores, El Santo Oficio los colma de bendiciones. El Señor esté con ustedes. Amén.