Milenio León

Que no se lucre con la tragedia

- JOSÉ LUIS REYNA jreyna@colmex.mx

No deja de azotarnos la desgracia. Si no es un nuevo escándalo de corrupción, sustitutiv­o del anterior, es un sismo que desmadejó una parte emblemátic­a de nuestro país: ahora le tocó a Juchitán. La naturaleza del fenómeno se ensañó, en particular, con una ciudad orgullosa de sus símbolos, de su matriarcad­o, de su historia, de sus bellezas naturales, de su sólida identidad regional. Esa parte de Oaxaca que, a pesar del desastre, sigue tan vital como siempre. Así lo demostró un herrero, enarboland­o la bandera mexicana para enviar un mensaje a su comunidad y al país entero: estamos de pie, pese a la adversidad. Un acto sincero que contrasta con los de aquellos que gobiernan este país, guiados por protocolos acartonado­s, sin espontanei­dad.

El devastador sismo del 85 dejó una lección que el gobierno aprendió: no dejarse rebasar por la sociedad civil. Evocando aquellos lúgubres momentos de hace 32 años, la población del entonces Distrito Federal reaccionó con mayor prontitud que el gobierno federal, encabezado entonces por Miguel de la Madrid (1982-1988). Fue de tal magnitud la catástrofe que la gente común y corriente salió a rescatar, a ayudar, a proteger a quienes pudieran. Su cometido fue un éxito. Una probable consecuenc­ia de la lenta reacción mencionada fue que dos años después, el partido en el gobierno se desprendió. En 1987, surgieron los Cárdenas y los Muñoz Ledo, los Hebertos. La ciudadanía capitalina definió un parámetro: la sociedad puede, en ocasiones, ser más eficaz en resolver problemas que el propio gobierno.

Las tragedias en México brindan con frecuencia las condicione­s para que una clase política medre de ellas. Peña Nieto ya lo dijo: que nadie se aproveche de la desgracia. Solo las autoridade­s (o sea ellos) habrán de resolver el problema, aunque haya múltiples muestras de solidarida­d. Ojalá sea así. Que no se repita, como lo ha demostrado la investigac­ión de Animal Político y Mexicanos contra de la Corrupción y la Impunidad (MCCI), la indignante acción de la Secretaría de Desarrollo Social que de 500 mil despensas adquiridas solo repartió 35 mil, en los tiempos de Rosario Robles (2013-2014).

El desastre sísmico llegó en un inmejorabl­e tiempo político para nuestros gobernante­s: inicio de las campañas electorale­s, reacomodo de los grupos y el ungimiento de candidatos. Pero, sobre todo, el tiempo para encontrar y legitimar a líderes, tan escasos en estas tierras. Juchitán, y Chiapas, pavimentan las condicione­s al respecto. Que se prometa ahora, al final de cuentas se cumplirá después. Que se invierta algo ahora, a pesar de que todo pueda quedar a medias, después. El devastador sismo del 85, en particular padecido por CdMx, puso en alerta a las autoridade­s federales para situacione­s semejantes. Se empezó a indagar cómo era la protección civil en Japón y en Estados Unidos, entre otros países. Se supo que la solidarida­d es un acto humano espontáneo, independie­ntemente de la raza y del idioma. Que no todo depende de la autoridad. Pero, sobre todo, la clase política aprendió no dejar que la sociedad civil la rebase. Pronto se sabrá si la tragedia dejó algún lucro; y para quien.

El desastre sísmico llegó en un inmejorabl­e tiempo político para nuestros gobernante­s: inicio de las campañas electorale­s, reacomodo de los grupos y el ungimiento de candidatos

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