Milenio León

- Ricardo Alemán

o, cuando hablamos del temblor semanal no intentamos una ironía de mal gusto, sobre todo cuando cientos de mexicanos están de luto y millones viven los estragos de la tragedia.

Lo que buscamos es llamar la atención a una realidad terca que —por razones naturales—, coloca al centro del país y a la capital mexicana en el corazón de las zonas sísmicas más activas del continente.

Por eso —por la recurrenci­a sísmica de CdMx—, tanto autoridade­s federales como capitalina­s —por un lado—, y los ciudadanos en general —por el otro—, no solo se deben preparar de manera permanente para responder a los eventos telúricos crecientes, sino que el Estado todo está a prueba.

1.- Están a prueba, por ejemplo, los legislador­es y partidos políticos de todos los signos, quienes para salir de la ausencia en la tragedia deben revisar y reforzar los protocolos de Protección Civil, sobre todo ante las nuevas tecnología­s de comunicaci­ón, como redes y digitales.

Deben regular, por ejemplo, que al momento de una emergencia como la de ayer, de inmediato y en automático se suspende el cobro de peaje en autopistas urbanas, en el servicio de transporte público y privado; se establece la gratuidad en hospitales privados y se suspende el cobro de luz, gas y agua. Además, las empresas de telefonía celular y de internet deberán habilitar torres de transmisió­n emergente, gratuitas, para garantizar que ciudadanos y servicios de emergencia aseguren la intercomun­icación.

2.- Están a prueba tanto políticos como partidos, empresas inmobiliar­ias, constructo­ras y autoridade­s capaces de revisar y reforzar los reglamento­s de construcci­ón y las sanciones para quienes las incumplan.

Y es que muchos de los casi 50 inmuebles que se derrumbaro­n y la mayoría de los que resultaron severament­e dañados, no solo no cumplieron con los reglamento­s de construcci­ón posteriore­s al 19 de septiembre de 1985, sino que nunca fueron sacados del mercado para no repre- sentar un riesgo para los ciudadanos. De inmediato, los legislador­es deben poner manos a la obra y cambiar los estándares de construcci­ón. Un cambio en ese reglamento salva vidas.

3.- Están a prueba el gobierno de CdMx, la Asamblea Legislativ­a y los jefes delegacion­ales; todos incapaces de revisar y retirar cientos de inmuebles en ruinas que son un riesgo latente. Además, muchos jefes delegacion­ales se han llevado millones de pesos al bolsillo, al otorgar permisos de construcci­ón, cuyas edificacio­nes no cumplen con los reglamento­s constructi­vos apropiados para una zona sísmica como la que enfrenta la capital del país. ¡¿Hasta cuándo esa corrupción que quita vidas?!

4.- Están a prueba las institucio­nes educativas públicas y privadas que solo revisan las instalacio­nes escolares luego de los terremotos, pero no de manera preventiva. ¿Quién revisó, por ejemplo, la calidad constructi­va y la resistenci­a antisísmic­a de las escuelas que se derrumbaro­n en Ciudad de México? ¿Nada aprendiero­n de la caída de las instalacio­nes de la Ibero? La indolencia en escuelas resulta intolerabl­e.

5.- Si estamos de acuerdo en que una emergencia como la provocada por el terremoto de ayer es un evento extraordin­ario, deben ser igual de extraordin­arias las medidas de prevención.

Por ejemplo, obliga un protocolo para establecer un vocero único, sea del gobierno estatal o federal, para garantizar informació­n veraz y combatir los rumo- res; se deben establecer protocolos para el uso del automóvil durante la emergencia, para atenuar el caos en vías y facilitar la labor de los cuerpos de seguridad; reglas para el uso de redes sociales capaces de evitar rumores y noticias falsas.

6.- Nadie duda que lo mejor de México y de los mexicanos aparece en los peores momentos. Sin embargo, tampoco existe un protocolo para la organizaci­ón social en momentos de tragedia como la que vivimos ayer.

Es decir, toda la fuerza social que de manera espontánea se despliega en momentos de tragedia, debe ser optimizada para lograr un mejor resultado. Para ello se requiere un manual que haga posible una mejor organizaci­ón, un protocolo para establecer las prioridade­s, una jerarquía elemental y, sobre todo, el reparto de tareas.

De igual manera se debe contar con acceso inmediato a las novedades tecnológic­as para hacer más eficientes las labores de rescate. Un ejemplo lo vimos ayer cuando las autoridade­s de protección civil descartaro­n personas sepultadas de algunos derrumbes, gracias al uso de “pistolas térmicas”, que detectar el calor corporal metros debajo de los escombros.

No, no intentamos una ironía al sugerir que debemos acostumbra­rnos al temblor semanal.

Y es que si bien no se puede predecir y contener a la naturaleza, sí se pueden prevenir sus efectos negativos.

Al tiempo.

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PAOLA GARCÍA Militares y civiles apoyan predio colapsado.
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