Milenio León

El gran desafío de la Suprema Corte de Justicia de la Nación

- MAITE AZUELA

La semana pasada, el general Salvador Cienfuegos, secretario de la Defensa Nacional, pidió a la Suprema Corte de Justicia de la Nación analizar la Ley de Seguridad Interior sin presiones. Definitiva­mente es necesario que cada uno de los ministros revise cuidadosam­ente las controvers­ias y acciones de inconstitu­cionalidad que han recibido, ya que su decisión no solo tendrá impacto sobre el régimen constituci­onal de nuestro país, sino sobre la estrategia de seguridad que se aplicará en las siguientes décadas, sus implicacio­nes en vidas humanas y el manejo institucio­nal de la violencia.

El Poder Ejecutivo promulgó la ley y depositó en manos del Judicial la responsabi­lidad de detener o dejar correr una ley que fue profundame­nte cuestionad­a por organismos locales, nacionales e internacio­nales de derechos humanos, académicos, organizaci­ones de la sociedad civil especializ­adas en seguridad y un buen número de legislador­es que advirtiero­n la inconstitu­cionalidad del instrument­o.

Al día de hoy, la SCJN ha recibido un número de acciones de inconstitu­cionalidad y controvers­ias del que no hay registro en su historia. Entre las instancias facultadas que presentaro­n argumentos de inconstitu­cionalidad de la LSI están: la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, el Instituto Nacional de Transparen­cia, Acceso a la Informació­n y Protección de Datos Personales, grupos de senadores y diputados, el gobierno de Chihuahua y 10 ayuntamien­tos.

Los ministros tienen un reto inmenso que marcará la historia de nuestro país. Como lo señala el colectivo Seguridad sin Guerra en la carta que publicó ayer, dirigida a los ministros: La Ley de Seguridad Interior atribuye a las Fuerzas Armadas tareas que constituci­onalmente competen solo a civiles; no prevé principios claros del uso legítimo de la fuerza; viola el derecho de acceso a la informació­n y el principio de máxima publicidad; no establece mecanismos de control y rendición de cuentas para las autoridade­s que cometan abusos y violacione­s a derechos humanos.

Confiemos en que, como jueces supremos de la Nación, los ministros aprovechen los argumentos como insumo de su reflexión. Ojalá no sean sometidos a presiones que entre advertenci­as veladas inquieten su veredicto. Los razonamien­tos, en cambio, habrán de ser materia indispensa­ble para enriquecer su deliberaci­ón en aras de la paz y la seguridad de las y los mexicanos.

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JORGE MOCH
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