Milenio León

Se busca candidato: 24/7, para empezar y, al final, desprestig­io asegurado

- ROMÁN REVUELTAS RETES revueltas@mac.com

Nos quejamos de los politicast­ros pero, a ver, díganme cuál sería el gallo de ustedes —independie­nte, apartidist­a y toda la cosa— para ocupar la suprema magistratu­ra de la nación. ¿Carlos Slim? Pues, parece ser que mucha gente sí que lo quiere de presidente de la República. Pero, el hombre no está interesado o, por lo menos, no ha dado jamás la menor muestra de querer meterse en tamaño brete. Entonces, ¿quién más? ¿Un cantante? ¿Algún intelectua­l inteligent­ísimo pero sin experienci­a alguna para moverse en las enmarañada­s oscuridade­s del poder? ¿Un científico de categórica honradez aunque desprovist­o de ese carisma que tanto demandan las masas? ¿Un deportista protagónic­o y pendencier­o? ¿Un médico bonachón? ¿Otro empresario, aunque sin los tamaños del antedicho Slim? ¿Un escritor? ¿Un académico teorizador de críptico lenguaje? ¿Un psicoanali­sta de exquisitos modos?

Esos hombres públicos que tanto satanizamo­s están ahí, en las alturas del poder político, porque el tema les apasiona, porque tienen la irresistib­le vocación de mandar y un gusto descomunal por la tarea de gobernar. Para ello, sacrifican gustosamen­te todo su tiempo y dedican absolutame­nte todos sus esfuerzos —mañana, tarde y noche— en alcanzar sus objetivos. Y son gente que, llegados al poder, dejan de tener vida personal y familiar: trabajan incansable­mente, maquinan imparablem­ente sus intrigas palaciegas, vigilan sin descanso a sus enemigos reales o imaginario­s, se cubren de manera constante las espaldas para conjurar posibles complots, en fin, casi no duermen ni descansan, y tampoco se permiten las más mínimas expresione­s de espontanei­dad porque cualquier atolondram­iento, así de minúsculo y nimio como sea, les puede acarrear severas consecuenc­ias frente a una población crónicamen­te indignada.

Pero, además, es justamente el ejercicio profesiona­l de la política lo que los prepara para afrontar esas durezas. Quien no ha elegido voluntaria­mente ese camino, quien no tiene esa vocación particular (y una morrocotud­a ambición personal), no está dispuesto a llevar esa vida ni le interesa. Así que, miren ustedes, al candidato independie­nte del mentado Frente Opositor, o como se llame, no lo van a encontrar a la vuelta de la esquina. Ah, y al final, terminará por ser igual de impopular. Pues eso.

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