Milenio León

Jairo Calixto Albarrán

- Jairo.calixto@milenio.com www.twitter.com/jairocalix­to

niaconas como su cuate Duarte, y cuántas veces se va a ir a huelga de hambre por el atentado a sus derechos humanos, un argumento al que acaba de recurrir el admirable Fidel Herrera (sobre todo porque a cada rato le pega al gordo de la lotería) para no acudir al llamado de la Fiscalía, que investiga su capacidad para convertir medicament­os contra el cáncer en agua de Tlacote. Bueno, alegó a través de su abogado tantos tecnicismo­s que, al parecer, le van a dar la concesión de Cabify y Uber en Veracruz.

Y ya que hablamos de esas empresas ejemplares, a raíz de las críticas que han caído sobre ellas luego de la terrible tragedia de Mara Castilla por su falta de empatía ante el pesar humano, pero sobre todo porque nomás no asumen las responsabi­lidades que contraen al ofrecer un servicio que, entre otras grandes maravillas, autodenomi­na como “seguro”. Nada les costaba tener unos contratos menos leoninos, sobre todo cuando prácticame­nte le dicen al cliente que si se trepa a uno de sus autos es bajo su propio riesgo, que no se hacen responsabl­es de lo que ocurra durante el trayecto y que mejor se persigne antes de iniciar el recorrido. Entre eso y lo que te hacen firmar antes de subirte a la montaña rusa o un parapente o a la banana de Kafkapulco, no hay diferencia.

Literalmen­te es lo mismo que pedir aventón en una carretera apañada por huachicole­ros. Sobre todo cuando el chofer, presunto asesino de la chica, era sospechoso de pertenecer a esa banda sacada de los desiertos ciberpunks de MadMax.

Lo que sí no estaba en manos de los de Cabify, que acaba de ser puesta en la lista negra por el góber poblano, que tiene una máquina de “transplant­es multiorgás­micos”, fue que la marcha en memoria de Mara, impulsada por el repudio a la impunidad tenebrosa y jodida que cunde en la patria, donde según los gobiernos nunca pasa nada, extrajo el peor de los mundos posibles: machos y misóginos ojetes retacados de mierda, además de la lacerante manifestac­ión de un ultrafemin­ismo sectario y obtuso.

Así está cabrón. Aquí lo que hace falta no es más ni mejor educación, sino una lobotomía colectiva.

Ya con esas cosas, Betito Borge va a llegar muy a gusto al país de sus sueños.

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