MÉXICO, CRISIS ECONÓMICA O DE VALORES
El mundo está en un proceso de conflictos. En México los más claros son la impunidad y la corrupción, que si se atacaran pasarían los problemas económicos a un segundo plano.
No cabe la menor duda de que estamos enfrentando tiempos difíciles, el mundo en general está cambiando, y no necesariamente para bien. Muchos temas que parecían haberse superado, están regresando con gran fuerza. El mejor ejemplo de lo anterior es el deterioro en las relaciones de las súper potencias, yo no encuentro mucha diferencia entre los días de la guerra fría y los actuales; Rusia retando constantemente a Occidente, y qué podemos decir de los conflictos en Medio Oriente que hoy, están al rojo vivo. Además de lo anterior, el mundo no acaba de definir el rumbo después de la crisis de 2008; a pesar del dinero invertido por los principales Bancos Centrales del mundo para dejar atrás este evento, la verdad es que el crecimiento de las economías - en lo general- es aún frágil y moderado, poniendo en riesgo a las economías emergentes que son las más vulnerables
México, en este contexto, se está enfrentando a problemas económicos derivados de una débil estructura de finanzas públicas que estuvo soportada por magníficos ingresos petroleros, pero que se redujeron dramáticamente a partir de la baja en el precio del petróleo. A partir de esta situación también se han hecho patentes erróneas políticas económicas, que no fueron capaces de modificarse cuando era evidente que el optimismo del gobierno ya no podía ser una realidad. Hoy y en forma urgente, se requieren políticas de austeridad para salvar la difícil situación. Sin embargo, este proceso se enfrenta a muchas resistencias de carácter político, como ejemplo de lo anterior, la mezquina actitud del jefe de gobierno de la Ciudad de México al exigir al gobierno federal que no lleve a cabo recortes a las asignaciones para la Ciudad Capital, en lugar de primero ofrecer un plan de recortes a su gasto corriente que es enorme. El despilfarro en la administración de la capital del país y la existencia de muchos programas inútiles que cuestan mucho dinero, es evidente.
Amén de lo anterior, México está sufriendo una crisis de valores cuando los gobernantes no reconocen los problemas o los minimizan, aquí es cuando debemos de preocuparnos: cuando el Jefe de Gobierno de la Ciudad de México no reconoce los altísimos niveles de inseguridad en que vivimos y cuando dice que en la capital no hay crimen organizado. Tenemos un problema. Pero más aún cuando el presidente de la República dice que “todos somos corruptos” disculpando la corrupción rampante en el sector público y en la clase política mexicana. Es entonces que estamos en serios problemas. El presidente debió acotar su comentario a los sectores que viven de y en la corrupción; y no involucrar a millones de mexicanos que la sufren en carne propia, y no son parte de ella.
Si en este país, de verdad se atacara la corrupción y la impunidad, los problemas económicos, además de que serían más fáciles de resolver, pasarían a segundo plano.