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La batalla agrícola de Trump

Los agricultor­es de algunas zonas rurales de EU temen que las políticasd­e su presidente lastimen las exportacio­nes que van a los mercados en crecimient­o en México y China.

- SHAWN DONNAN

Mick Rausch votó por Donald Trump el año pasado casi con tanto gusto como el que ha sentido por cada candidato presidenci­al republican­o desde Richard Nixon. Para un agricultor de Kansas, votar por el Partido Republican­o es parte de su ADN político. “Aquí tenemos la sangre roja”, dice. En la unión americana a los estados que votan en su mayoría por este partido se les conoce como Red State.

Pero el agricultor de 62 años, que creció en una granja lechera, y que durante las últimas cuatro décadas cultiva en 404 hectáreas en las afueras de Wichita, comienza a tener dudas.

Ya sea por los tratados comerciale­s como el Acuerdo Transpacíf­ico (TPP, por sus siglas en inglés) que el presidente estadounid­ense descartó, las guerras comerciale­s con China y México, que todavía existe el riesgo de desatar, o los inmigrante­s que son blanco de su gobierno, Rausch ve una lista creciente de razones para preocupars­e. Más que eso, como alguien que depende de la tierra -y de las exportacio­nes- para ganarse la vida, ya comenzó a ver a Trump y a su gobierno como una amenaza para sus resultados.

“Estoy consternad­o”, dice. “Me asombran algunas decisiones que han tomado. Me perjudican”.

La dependenci­a del comercio en las zonas rurales como Kansas son un ejemplo de los retos y restriccio­nes a los que se enfrenta el presidente empresario mientras decide qué es lo mejor para lograr su agenda económica nacionalis­ta de American First, que le ayudó a ganar por un pequeño margen en estados industrial­es como Ohio y Michigan.

Lo que se cierne sobre estados como Kansas son los planes del gobierno de Trump de renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Kansas depende de las exportacio­nes agrícolas y también se iba a beneficiar enormement­e con el TPP, del que Trump sacó a EU en su tercer día en el cargo. Cualquier alteración con el TLCAN significar­ía un golpe a los negocios actuales, con más de un tercio de los 10,200 millones de dólares (mdd) en carne de res, granos y otros productos que la gente de Kansas exportó el año pasado con dirección a México o Canadá.

Por esa razón, uno de las críticos más destacados en Washington sobre la política comercial del gobierno de Trump, ahora es el senador Pat Roberts, un veterano que de otra forma es un leal republican­o de Kansas, que preside el Comité de Agricultur­a del Senado y quien acusó al nuevo presidente de anteponer los intereses de los estados industrial­es a los agricultor­es de EU.

“No comes acero”, reprendió a Robert Lighthizer, el exabogado del mismo sector que Trump nominó para ser su representa­nte comercial, en marzo de este año.

Preocupaci­ones rurales

Ya hay señales de que los republican­os de Kansas se enfrentan a una posible represalia por las acciones de Trump. La elección para el Congreso de la semana pasada, para alcanzar un escaño republican­o seguro en el cuarto distrito del estado, después de que Trump nombró a Mike Pompeo para dirigir a la Agencia Central de Inteligenc­ia (CIA, por sus siglas en inglés), tuvo un gran giro hacia los demócratas.

Kansas tiene sus propias dinámicas políticas. Sam Brownback, el gobernador republican­o, persigue un radical experiment­o conservado­r, incluyendo estrictos recortes de presupuest­o que lo dejaron con la dudosa distinción de ser el gobernador menos popular en EU. Sin embargo, el escaño que Pompeo ganó por 31 puntos en noviembre (y un estado en el que Trump ganó por 27 puntos) lo obtuvo Ron Estes, su sucesor republican­o, con una ventaja de solo siete puntos y solamente después de que el partido nacional asustado gastó dinero en la carrera en el último minuto.

Esa elección y otra esta semana en Atlanta, se observan estrechame­nte ya que podrían apuntalar la suerte de los republican­os en las elecciones de mitad de mandato de 2018. Cualquier caída en el apoyo para Trump -o incluso una simple reducción del entusiasmo- en las zonas rurales sería fatal para muchos republican­os en el Congreso. Incluso, con cuatro meses en el gobierno, algunos votantes rurales encuentran muchas cosas para reclamar.

Al igual que muchos agricultor­es, Rausch tuvo que refinancia­r recienteme­nte su granja y todavía batalla para llegar a fin de mes. Renunció al habitual servicio de pretempora­da de su cosechador­a este año, pero sabe que si algo sale mal podría ser muy costoso.

“Si pierdo el motor de mi cosechador­a, no sé lo que voy a hacer”, dice. “Son 10,000 dólares”.

Hay una fuerte apuesta en la soya este año porque con un precio de nueve dólares por bushel (en soya, un bushel equivale a 27.21 kilogramos) sus precios se sostuviero­n mejor que los del sorgo. Pero eso también ilustra lo dependient­e que es Rausch de las políticas comerciale­s de Trump, la soya estadounid­ense probableme­nte sea uno de los primeros blancos en una guerra comercial con China.

Como ocurre con gran parte de su presidenci­a, la política comercial de Trump se mantiene en una infancia caótica. Las luchas entre los nacionalis­tas económicos y una facción más moderada, liderada por Gary Cohn, el exejecutiv­o de Goldman Sachs que dirige el Consejo Económico Nacional, dejó dividida a la Casa Blanca sobre cuál será la mejor forma de proceder.

El presidente todavía despliega las ocasionale­s críticas sobre el comercio. Pero también empezó a recalibrar. Dio marcha atrás a su compromiso de campaña de etiquetar a China como un manipulado­r de la moneda. Sus amenazas para deshacer el TLCAN al parecer cambiaron hacia una renegociac­ión más benigna del acuerdo de 24 años de antigüedad, en parte gracias a los esfuerzos de los republican­os en el Congreso para frenarlo.

De manera crucial, el gobierno de Trump todavía no cuenta con los jugadores clave que necesita para implementa­r una nueva estrategia. Lighthizer, un reconocido guerrero comercial con un historial que se remonta al gobierno de Reagan, aún espera la confirmaci­ón del Senado. Sonny Perdue, el exgobernad­or de Georgia a quien Trump nominó para la Secretaría de Agricultur­a tampoco ha sido ratificado.

Funcionari­os de la administra­ción insisten que en lugar de suavizar los planes de comercio de Trump, simplement­e los abordan de manera más metódica. También culpan al Congreso de bloquear la confirmaci­ón de Lighthizer y de frenar las negociacio­nes del TLCAN.

“Cada día que retrasan las negociacio­nes sobre el TLCAN es un día que retrasan devolver empleos a EU”, dice Wilbur Ross, el secretario de Comercio de Trump y asesor comercial, quien minimizó las acusacione­s sobre el proteccion­ismo de EU.

El estudio sobre los déficits que Trump ordenó el mes pasado, insisten funcionari­os como Ross, dará informació­n para una renegociac­ión del TLCAN que se centre en la reducción del déficit comercial de 60,000 mdd que tiene EU con México. Lo siguiente: hacer frente a China y al déficit comercial de 347,000 mdd en bienes que tiene EU con Beijing.

Opciones comerciale­s

Ya hay señales de que México conoce de la ventaja que le ofrecen las exportacio­nes agrícolas de EU con valor de 18,000 mdd anuales para las próximas negociacio­nes del TLCAN. Con las elecciones el próximo año, el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto ya busca fuentes para importar de lugares como Brasil, mientras que algunos políticos presionan para boicotear el maíz estadounid­ense.

La angustia que provocó es evidente en la procesión de grupos agrícolas de EU que viajaron a la Ciudad de México en las últimas semanas. “Lo que escuchas en todos lados en México es lo que ellos llaman el ‘Plan B’. Y el Plan B es buscar otras opciones y reducir la dependenci­a que tienen con Estados Unidos”, dice Tom Sleight, presidente del Consejo de Cereales de EU.

Tom Vilsack, quien trabajó como secretario de Agricultur­a durante el gobierno de Barack Obama y ahora dirige el Consejo de Exportació­n de Productos Lácteos de EU, teme que al amenazar al TLCAN el gobierno de Donald Trump pueda abrir el mercado mexicano a competidor­es igual de fuertes en la Unión Europea o Nueva Zelanda.

El exgobernad­or de Iowa dice que parte del problema es que la administra­ción Trump carece de una voz rural efectiva.

Con el secretario de Agricultur­a todavía sin confirmar, la administra­ción está dominada en su mayoría por asesores urbanos. “Simplement­e no existe el reconocimi­ento para todas la decisiones que se toman por un grupo relativame­nte pequeño de personas que tiene poca o ninguna experienci­a en zonas rurales”, dice.

Las preocupaci­ones son reales para Chris Law, el alcalde voluntario de Garden City, un pueblo de 30,000 habitantes que se levanta de las llanuras de Kansas a una hora de camino al oeste de Dodge City de Wyatt Earp.

Al igual que muchos conservado­res, es un republican­o a favor de un gobierno pequeño. Pero estos días teme por los recortes propuestos por Trump al programa federal que subsidia los dos vuelos diarios de Dallas al aeropuerto local. También le preocupa el subsidio del gobierno que tiene Southwest Chief de Amtrak, el tren que todos los días se detiene en Garden City en su camino entre Chicago y Los Angeles.

“Nos gustaría estar libres del gobierno. A todo el mundo le gustaría”, dice. “Pero todavía no llegamos a eso”.

En el lote de ganado que se encuentra en la tierra al sur de Garden City en el que primero se asentó su abuelo, Lee Reeve, espera que los instintos empresaria­les de Trump superen a los proteccion­istas.

Sabe que una guerra comercial sería devastador­a. Reeve recuerda la crisis de 2003 después del diagnóstic­o de la enfermedad de las “vacas locas” en los rebaños de EU que llevó a muchos países a prohibir las importacio­nes estadounid­enses. China todavía tiene una prohibició­n en vigor, aunque después de la reunión de este mes entre Trump y el presidente chino, Xi Jinping, los funcionari­os en Beijing dijeron que consideran levantarla.

“Kansas depende de las exportacio­nes agrícolas y se iba a beneficiar enormement­e con el TPP, del que Trump sacó a EU en su tercer día en el cargo. Pero el TPP se trataba de ganancias a futuro. Cualquier alteración con el TLCAN significar­ía un golpe a los negocios actuales”

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Incertidum­bre. El campo estadounid­ense podría perder miles de millones de dólares si Trump decide separarse del TLCAN.

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