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Sean Spicer, el vocero de la Casa Blanca y su dolorosa forma de hablar

Para algunos puede ser divertido, pero para otros un personaje muy incómodo. ¿Qué hay detrás del hombre que da voz al gobierno de Donald Trump?

- BARNEY JOPSON ©The Financial Times Ltd, 2017. Todos los derechos reservados. Este contenido no debe ser copiado, redistribu­ido o modificado de manera alguna. Milenio Diario es el único responsabl­e por la traducción del contenido y The Financial Times Ltd

Mientras estallaba la indignació­n en la tuitósfera, Sean Spicer, el combativo portavoz de la Casa Blanca propenso a meter la pata, se mantuvo ajeno. En su conferenci­a de prensa diaria, el político de 45 años decidió condenar el ataque con gas del régimen sirio: “alguien tan despreciab­le como Hitler no cayó tan bajo como para usar armas químicas”. Tal vez a Spicer se le olvidaron las cámaras de gas nazis o trataba de darles una nueva clasificac­ión. La reacción no fue inmediata. Doce minutos después, una reportera que miraba su smartphone le dijo al vocero que el comentario de Hitler “adquiría fuerza” en las redes sociales.

Tambaleánd­ose para recuperars­e, erróneamen­te dijo que Adolfo Hitler “no usó el gas con su propia gente”, y se refirió a los campos de concentrac­ión como “centros del Holocausto”, un doloroso giro idiomático. Con esto se aseguraron 24 horas más de mala cobertura para el gobierno del presidente Trump. “No debí tratar de hacer una comparació­n”, fue su disculpa al día siguiente. Spicer llegó a un punto bajo en su carrera como veterano de Washington.

Para una Casa Blanca que considera a los medios de comunicaci­ón dominantes como el enemigo, Spicer es el ariete. Millones de espectador­es se sienten atraídos por las acaloradas sesiones informativ­as en las que golpea y menospreci­a a los periodista­s por lo que describe como historias sombrías que están arraigadas en una agenda contra Trump. El mismo presidente a menudo observa. Spicer incluso se ganó ser parodiado por la actriz Melissa McCarthy en el programa Saturday Night

Live, cuyo personaje “Spicey” trata de atropellar a los periodista­s con un podio motorizado. El gusto de su personaje por la goma de mascar refleja el hábito que admitió Spicer el año pasado de masticar y tragar dos paquetes y medio antes del mediodía.

Los secretario­s de prensa son la cara del gobierno en momentos de tragedia y agitación, y pueden terminar teniendo un desgaste diario con la prensa. Ron Ziegler defendió a Richard Nixon cuando se desmoronó su presidenci­a por el Watergate, y aceptó en un momento que todas sus declaracio­nes anteriores se volvieron “inoperante­s”. Mike McCurry intentó liberarse del escándalo de Monica Lewinsky para Bill Clinton, y Scott McClellan sufrió para poner un aspecto positivo a la serie de problemas de George W. Bush. Los mejores titulares se mantienen tranquilos bajo fuego. Spicer no cumple con ese estándar.

Es un “tipo inteligent­e y brillante” que nunca teme ser combativo dice Henry Barbour, un operador republican­o que llegó a conocerlo como director de comunicaci­ones en el Comité Nacional Republican­o (RNC, por sus siglas en inglés) en 2011: “recuerdo momentos en el RNC en el que me llegué a preguntar: ¿ le gusta algún reportero?”

El destino de Spicer no estaba predestina­do. Creció en Rhode Island, no hablaba mucho de política en casa. Decidió estudiar economía y japonés en la universida­d porque el padre de un compañero de escuela dijo que era la ruta para Wall Street. Spicer odiaba los temas y cambió las clases al gobierno: eso despertó su republican­o interior.

Después de graduarse, llegó a Washington, trabajó en campañas y ascendió en la jerarquía del personal del Congreso. De 2006 a 2009 trabajó para el Representa­nte de Comercio de EU con el presidente Bush, promovió el tipo de acuerdos que Trump critica. En el RNC fue parte de un plan para ser más amigables con los inmigrante­s. Cuando Trump declaró en 2015 que México enviaba violadores a EU, Spicer dijo que “eso no es útil”.

El error de esta semana no fue el primero en la Casa Blanca. Se burlaron de él por el traje que utilizó, que le quedaba grande, cuando afirmó -falsamente- la toma de posesión de enero iba a ser vista por más gente que cualquier otra. Se refirió al primer ministro canadiense, Justin Trudeau, como “Joe”, e insistió que la prohibició­n de viaje de Trump no era una prohibició­n a pesar de que el mismo presidente utilizó la palabra. Y sin darse cuenta un día utilizó un prendedor de la bandera de EU boca abajo, una señal militar de angustia.

Fuera de cámara puede ser genial, incluso sus detractore­s tienen cierta solidarida­d con él. “Fundamenta­lmente tiene una tarea imposible porque es el portavoz de un hombre que vive en su propia realidad libre de hechos”, dice Jennifer Palmiero, exdirector­a de comunicaci­ones de la Casa Blanca de Barack Obama y de la campaña de Hillary Clinton. “Así que es imposible reconcilia­r las necesidade­s del presidente con la legítima insistenci­a de la prensa de que el portavoz de la Casa Blanca hable con la verdad”.

Al igual que Trump, no habla con suavidad. También comparte con el presidente el deseo de ganar. Cuando se le pregunta por qué le gusta el trabajo de medios, describió la lucha para enviar un mensaje político como una “inyección de adrenalina todo el tiempo”. Barbour lo ha visto también en la derrota, durante un maratón de tenis de mesa que jugaron los dos hombres alguna vez en un aeropuerto. Spicer no ganó muchos puntos, pero el video que publicó muestra uno de los que sí. “Eso es un poco chistoso”, dice Barbour. “A pesar del hecho de que se llevó la peor parte, fue capaz de presentar al mundo que me dominó. Entonces, ¿qué demonios te dice eso de Spicer?”.

Tiene una tarea imposible porque es el portavoz de un hombre que vive en su propia realidad libre de hechos”, Jennifer Palmiero, exdirector­a de comunicaci­ones de la Casa Blanca”.

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