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¿La nueva tierra de las oportunida­des?

Las amenazas de deportacio­nes del presidente de EU afectan a todos los inmigrante­s, incluso los refugiados, y todos ven en el país más al norte un mejor horizonte.

- ANNA NICOLAU

Cuando llegó a Estados Unidos (EU) hace cuatro años, la vida de Abdi era como la de muchas personas de veintitant­os años. Encontró un trabajo en una tienda de abarrotes de Boston. Aprendió a querer el invierno de Nueva Inglaterra, hacía bromas con su jefe mexicano y tenía suficiente dinero para ganarse la vida junto a su esposa. Años más tarde, tuvieron un hijo.

Pero Abdi, un refugiado de Somalia quien solicitó que no se publique su nombre completo por temor a las repercusio­nes, la comodidad resultó breve.

Su encanto con EU comenzó a disminuir el año pasado cuando observó la marcha de Donald Trump hacia la presidenci­a. Peor aún, a finales de año el gobierno de EU le dijo que habían rechazado su solicitud de asilo. Ahora con Trump en la Casa Blanca, Abdi decidió huir al norte.

“Cada vez que lo ves en la televisión, Trump aún habla de deportacio­nes”, dice Abdi, mientras descansa en una cama de acero del hostal del

Salvation Army (Ejército de Salvación) en una zona pobre de Winnipeg, la capital de la provincia de Manitoba en Canadá, donde duerme desde que cruzó la frontera en marzo. “Me asusta, asusta a mis amigos, asusta a todos los que son inmigrante­s que viven en EU”.

Mientras observa por la ventana las praderas de la parte central de Canadá, dice que si regresa a Somalia, el frágil estado del este de África devastado por décadas de guerra civil, lo van a asesinar. “Mi país está en llamas, puedes ver el fuego, y tienes que huir. Así que no puedo regresar, pero cuando ves a Trump hablando de esa forma, tampoco te sientes libre”, dice.

Abdi no es el único. En los primeros tres meses del año, más de 2,021 refugiados tomaron el peligroso camino que atraviesa los campos de estados como Dakota del Norte, Minnesota y Vermont, para buscar asilo en Canadá. Ahora que la nieve comienza a derretirse, el número de personas que trata de cruzar la frontera de 9,000 kilómetros entre EU y Canadá, la frontera más grande sin vigilancia del mundo, aumentará.

Cruzar la frontera es una manifestac­ión física de la enorme diferencia que hay entre Canadá del primer ministro Justin Trudeau y el gobierno de Trump sobre los refugiados y la inmigració­n, y que podría desatar una disputa diplomátic­a entre dos países que ya enfrentan divisiones sobre el comercio.

A una semana en el cargo, el presidente de EU anunció el 27 de enero una orden ejecutiva que suspendía el programa de refugiados y detenía las visitas de ciudadanos de siete países de mayoría musulmana, incluyendo Somalia. (Las cortes federales suspendier­on la primera y segunda orden emitidas por la Casa Blanca).

La mañana siguiente, Trudeau tuiteó una fotografía de él dándole la bienvenida a un refugiado sirio en el aeropuerto de Toronto. Una semana más tarde, decenas de refugiados, cubiertos de nieve y polvo, tocaban la puerta en plena noche en pueblos fronterizo­s como Emerson, Manitoba, en la frontera con Minnesota.

“Esos dos comentario­s afectaron directamen­te a nuestro pequeño pueblo”, dice Greg Janzen, alcalde de Emerson. “Literalmen­te, en ese momento es cuando las cifras realmente comenzaron a subir, no tiene precedente­s”.

Para Trudeau, la apertura a los refugiados es una convicción fundamenta­l. Pero los canadiense­s son ambivalent­es sobre este tipo de migración irregular. En una encuesta reciente de Reuters se muestra que casi la mitad de los canadiense­s quiere que se deporte quienes buscan asilo.

Con los niveles de aprobación de Trudeau a un mínimo de 48%, los conservado­res sienten que hay una oportunida­d. Si bien Canadá no ha sido sacudido por los temblores populistas de la misma manera que Francia y EU, los conservado­res muestran sentimient­os contra los inmigrante­s.

La travesía

El viaje es peligroso pero repetitivo, a través del terreno pueden pasar horas sin ver a otra persona. En el pasado, los hombres realizaban el helado trayecto, pero ahora también llegan familias, mujeres embarazada­s y niños hasta de cuatro meses de edad. Las autoridade­s canadiense­s dicen que no se han registrado muertes durante el recorrido, pero les preocupa lo que podrían encontrar una vez que se derrita la nieve.

La policía no puede detener a los que entran porque no han cometido un delito. Cuando ponen un pie en Canadá, pueden solicitar asilo bajo la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de la ONU de 1951.

Después de que se revisan sus documentos, a muchos los llevan a Winnipeg, donde viven temporalme­nte en el Ejército de Salvación. Un refugiado en el Ejército de Salvación protege sus pertenenci­as cuando nos acercamos. “Me asusta cuando veo a un estadounid­ense”, explica. “No eres Trump, pero a lo mejor quieres matarme”.

La ruta para cruzar el continente americano no es nueva, el número de personas que solicita asilo a Canadá aumentó durante las presidenci­as de Ronald Reagan y George H. W. Bush, con miles de personas viajando desde Centroamér­ica durante las décadas de 1980 y 1990 en lo que se llamó Overground Railroad (Ferrocarri­l en la superficie). En años recientes, las cifras cayeron a uno o dos al mes, pero ahora de nuevo son de cientos al mes.

Un EU más duro

En los últimos años EU se convirtió en un destino más duro para los refugiados, incluso antes de la elección de Trump. Más de 100,000 solicitude­s de asilo en EU quedaron pendientes para finales de 2015, ocho veces más que en 2011. Además, a más de la mitad se les rechazó la solicitud después de esperar cuatro años, dice Deborah Anker, directora de la Clínica para Inmigrante­s y Refugiados de la Escuela de Derecho de Harvard.

Algunos refugiados tienen órdenes de deportació­n, mientras otros que aún tienen casos pendientes se van a Canadá, donde cerca de dos tercios de los solicitant­es se les concedió el asilo el año pasado. “Incluso si no eres de uno de los siete países (de la primera orden ejecutiva de Trump), existe el temor de que no tengas un proceso justo de asilo en EU”, dice Christina Clark-Kazak, profesora de la Universida­d de York en la ciudad.

En una conferenci­a de prensa en Emerson se dijo que el gobierno central tomaba con seriedad el problema fronterizo, pero no pudieron ofrecer mucha certidumbr­e. “No es físicament­e posible predecir cuál va a ser el flujo en las próximas semanas”, dijo Ralph Goodale, ministro de Seguridad Pública, a los asistentes. Agregó que Ottawa trabaja para “llegar a la respuesta correcta”.

Los conservado­res de Canadá incrementa­ron la retórica, y los políticos amenazan con llamar al ejército para fortificar la frontera.

En Emerson, la opinión está dividida. “Tenemos espacio en Canadá. No es como en Europa, donde se apilan las personas una encima de otra”, dice Janzen, el alcalde. Pero también hay tensión en el pueblo de 678 personas. “Canadá no puede hacerse cargo de todo el mundo”, dice Wayne Turton, dueño del taller de reparación de coches.

Tampoco hay garantías de que a los recién llegados se les otorgue asilo en Canadá. Abdi debe conocer su destino alrededor de junio y si rechazan su solicitud, lo van a deportar a EU. Pero tiene la esperanza de llevar a su familia a Canadá.

100,000 SOLICITUDE­S DE ASILO EN EU QUEDARON PENDIENTES PARA FINALES DE 2015, OCHO VECES MÁS QUE EN 2011.

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Helados . El fuerte invierno no los detuvo, pero ahora que se derrita la nieve cruzaran la frontera.
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