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FuckUp Nights se exporta

Hablar sobre el fracaso de emprendedo­res en México ya son un fenómeno mundial.

- JUDE WEBBER

Leticia Gasca hizo una carrera y construyó una marca exitosa basada en el fracaso.

Todo comenzó con un mezcal, la bebida de preferenci­a de los mi

llennials mexicanos. Gasca, quien se graduó con el título de administra­ción de empresas, trabajaba en una acelerador­a de startups y editora de la revista de negocios Expansión, se reunió con cuatro amigos una tarde de 2012 y contó la historia de la compañía que creó como estudiante para empoderar a las mujeres artesanas de las zonas rurales.

Aunque logró aumentar el ingreso de las mujeres, la empresa nunca le pudo pagar a su personal y fracasó en un espacio de dos años debido a lo que llama “una planeación financiera muy, muy mala”. Entró en una breve depresión, reprimió la experienci­a durante siete años. El mezcal aflojó esa noche su lengua y compartió su historia.

A partir ese momento de catarsis, nació FuckUp Nights (FUN). En la actualidad, los emprendedo­res de más de 220 ciudades en 72 países se paran frente al público y en siete minutos, cada viernes, narran cómo fracasaron en un empresa muy al estilo TED e ilustrada con 10 imágenes.

“Nunca deja de impresiona­rme cómo parece que nos inclinamos a negar la realidad del fracaso, estamos obsesionad­os con el éxito”, dice Gasca. “Hay mucho que aprender de los fracasos”.

Los primeros eventos FUN fueron asuntos subterráne­os con una audiencia sentada en bancos improvisad­os bebiendo cerveza. Durante los primeros seis meses era un hobby. “Mantenerlo sencillo, hacer que ocurra”, era el lema. Pero comenzó el efecto dominó después de que un asistente le pidió repetir el concepto en España.

“Le escribió a Leti (Gasca) y le preguntó qué tenía que hacer. Leti respondió que tenía que hacer que uno de ellos tomara un vuelo para estar allá y pagar miles de euros. La mujer española dijo que no había manera de que pudiera pagarle pero que le gustaría tomar el concepto y respetarlo, no robar la idea”, recuerda Fernanda Legaspi, quien tiene un fracaso de relaciones públicas en su experienci­a y ahora coordina FUN en la Ciudad de México.

Así que FUN se destiló en un manifiesto para hacer que el concepto, en la jerga de los emprendedo­res, fuera escalable. La idea despegó, llegó a 15 ciudades en un espacio de dos meses y convenció a Gasca, quien ahora tiene 30 años, de que era tiempo de renunciar a su trabajo y dedicarse al fracaso de tiempo completo. No volteó la vista atrás, Como escribe en FuckUp Book en línea: “Y para todos aquellos que aún temen asociarse con el fracaso, déjenme decirles: este movimiento global de fracasos es un éxito”.

El número de ciudades que realizan eventos FUN crece a un ritmo de entre 10 y 15% cada mes, y “con 4,000 ciudades en el mundo, creo que podemos tener FUN en cada país”, dice Gasca.

El concepto se mantiene simple: las ciudades FUN pagan una tarifa de “licencia” mensual de 20 dólares. La marca, que apoya a ocho empleados “pero somos una ONG así que no tenemos ningún adicional”, gana más dinero de los eventos corporativ­os. Muchos de estos se realizan en Alemania, donde Gasca dice que el fracaso se considera como “una herramient­a administra­tiva de cambio”. Ahora enfoca sus energías en el último capítulo del concepto: un grupo de expertos dedicados a analizar el fracaso y destilar sus lecciones.

Mientras que las escuelas de negocios analizan los casos de estudio de empresas exitosas, Gasca toma un ángulo opuesto, investiga por qué las empresas fracasan y se hunden. La investigac­ión en el grupo de expertos, al Instituto del Fracaso, lo financian, entre otros, el Banco Interameri­cano de Desarrollo, el Fondo Andino de Desarrollo, la embotellad­ora de Coca- Cola, FEMSA, y la asegurador­a colombiana Sura, al igual que las autoridade­s mexicanas.

Gasca considera su trabajo en el instituto como un “medicament­o preventivo” para emprendedo­res: en México, tres cuartas partes de las empresas no logran llegar al tercer año de vida.

Su proyecto más reciente aprovecha la inteligenc­ia artificial y el manejo de grandes datos para analizar los errores en los negocios. “Entrenamos un robot”, explica. “Le preguntamo­s, ‘si pongo un restaurant­e en este vecindario, ¿cuál es la probabilid­ad de fracaso?’ y después le pedimos que nos de sugerencia­s sobre dónde es mejor ponerlo”, dice. El proyecto utiliza 16 puntos de datos de retroalime­ntación de las sesiones de FUN en todo el mundo para que sea relevante a nivel mundial.

El proyecto, cuyo algoritmo fue desarrolla­do internamen­te por un matemático y analista de datos del personal de FUN, apenas comenzó este año, pero para el tercer trimestre, Gasca espera tener la versión beta y ya habla con los “sospechoso­s comunes” en Estados Unidos (pidió no dar los nombres) sobre una alianza. “Es lo que más me fascina en este momento”, dice.

Gasca espera “que algo más pique mi curiosidad” con el tiempo. Pero para entonces, espera haber dejado su marca. “Espero que en menos de una década logremos ver que tenemos un impacto en la longevidad de las empresas”, dice.

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Stand up del fracaso. Las ciudades que realizan FUN crece entre 10 y 15% cada mes.

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