Los que hablan rápido superan a los intelectuales
La tesis de Drezner es que la edad del líder de opinión reemplazó a la edad del intelectual público.
La verdadera señal de valentía intelectual era decirle la verdad al poder. En la actualidad, se requiere de más valor para decir la verdad sobre el dinero. Los intelectuales que lo hacen corren el riesgo de poner en peligro los fastuosos honorarios de hablar en público y las invitaciones a conferencias.
Una vez que comienzas a ganar dinero, ¿por qué dejarlo? Es probable que tu audiencia sea mucho más rica de lo que puedes pensar, por ello, hablaremos del poderoso libro de Daniel Drezner: The Ideas Industry (La industria de las ideas).
Drezner es un académico, miembro de un grupo de expertos, un blogger, y muchas cosas más. Admite que también él aparece en antesalas del set, salones de clase de negocios y conferencias ostentosas en lugares exóticos. “Puedo competir con las millas de viajero frecuente con el mejor de ellos”, dice. El libro de Drezner utiliza una afortunada
manoeuvre. Disecciona las fuerzas detrás de la industria de las ideas ¬el surgimiento de la nueva plutocracia es la más grande¬ sin ir tan lejos como para correr el riesgo de la expulsión de su círculo. Al hacerlo, habla suavemente sobre las verdades del dinero, algo que solamente lo vuelve más persuasivo.
El más crítico de estos es que los ricos prefieren algunas narrativas que otras. Por ejemplo, nuestro sistema de meritocracia rara vez se debe cuestionar. La duda sobre los frutos merecidos de la riqueza proveniente de su audiencia es mala para el negocio. Del mismo modo, debe ofrecer soluciones en lugar de análisis. Llamar a la acción resuena con personas que se hicieron ellas mismas, particularmente las de Silicon Valley. Estos últimos tienden a considerar los retos políticos a través de una visión poco realista. Los problemas complejos se pueden solucionar a través de simple ingeniería, o estar listos para una disrupción al estilo de un fondo de riesgo. Uno de los mejores ejemplos de la tendencia que tiene un disruptor de proyectar su experiencia al mundo son las becas de Peter Thiel, que le pagan a los estudiantes 100,000 dólares para “evitar o dejar” la universidad.
La charla óptima, sobre todo para Ted, que sirve como una plataforma publicitaria para que te paguen por hablar, es centrarse en lo que Evgeny Morozov, un crítico de Silicon Valley, describe como la visión cyber-whig de la historia: la creencia de que la tecnología nos lleva hacia arriba.
La tesis de Drezner es que la edad del líder de opinión reemplazó a la edad del intelectual público. Este último, mejor ejemplificado por Barack Obama, es como el zorro proverbial de Isaiah Berlin. Él o ella sabe muchas cosas. En su peor momento, los intelectuales públicos son “comerciantes de segunda mano de ideas”, en palabras de Friedrich Hayek. En el mejor de los casos, derrumban las malas ideas y “exponen a los demonios disfrazados de sabiduría popular”, dijo Drezner. Los intelectuales públicos son el enemigo del charlatán. En contraste, los líderes de opinión son como el erizo de Berlín. Ellos saben una cosa, que flagelan hasta la muerte. “Donald Trump es el líder de opinión más influyente en la actualidad”, afirma Drezner. Su libro hace una súplica por el regreso del intelectual público, pero admite que es una tarea difícil.
La mayor parte de la demanda es para personas con ideas claras que descartan los matices. Uno de esos líderes, Niall Ferguson, el historiador británico que tiene su base en Stanford, solía ser un intelectual público. Pero se dio cuenta de que había más dinero como líder de opinión, como admite cándidamente a Drezner. Así que atiende a ese mercado. Lo que los académicos piensan de tu trabajo importa mucho menos que si tu mensaje atrae a las personas que pagan 75,000 dólares la hora para escucharte hablar. Además, tu marca es más grande que tu contenido. Si te equivocas en algo, simplemente pasas a la siguiente cosa importante.
No necesariamente todo es malo. En muchos aspectos, el mundo nunca ha estado tan repleto de ideas, buenas y malas, tanto de líderes de opinión como de intelectuales públicos. Es solo que estos últimos ganan mucho menos dinero. Como señala Drezner, tendemos a comparar las mejores ideas del pasado con el promedio de la actualidad, ya que el tiempo filtró todas las malas ideas.
Si pudiera criticar algo del libro de Drezner, que de cualquier modo es excelente, es que su cura es un poco trivial. Insta a las universidades y a los grupos de expertos a que recuperen su independencia de la gran filantropía.
Donald Trump es el líder de opinión más influyente en la actualidad”, afirma Drezner”.