Carles Puigdemont, entre su retórica separatista y el poder de Madrid
Carles Puigdemont evitó enfrentarse con Madrid y no traicionar la causa; sin embargo, en algún momento deberá tomar nuevamente las riendas de su afrenta.
Justo frente al imponente edificio del siglo XVIII del parlamento regional de Cataluña, una gran multitud se congregó para ver el nacimiento de una nación. Las calles aledañas estaban llenas de miles de policías armados. El rumor era que el presidente catalán, Carles Puigdemont, estaba a punto de declarar la independencia, para después ser arrestado por las autoridades españolas.
Al llegar, unos minutos antes, Puigdemont caminó hacia el recinto parlamentario para realizar el discurso más importante de su vida, anunciar lo que la región iba a hacer después del referéndum del 1 de octubre. El voto, si bien ilegal, obtuvo una abrumadora mayoría de participantes que se presentaron a las urnas con una votación a favor de separarse de España y formar el estado 196 del mundo.
Pero Puigdemont sabía que si iba demasiado lejos al declarar la independencia, Madrid podría responder suspendiendo la autonomía de Cataluña. Si no iba lo suficientemente lejos, la multitud lo llamaría un traidor y las fuerzas radicales de su gobierno podrían abandonarlo. El discurso terminó siendo una clase magistral de retórica confusa y sin decisión. Primero dijo que Cataluña ganó el derecho a ser “un estado independiente en la forma de una república”; después dijo que esta república, que nunca existió, quedaba “suspendida” en espera de las negociaciones.
Para los partidarios, este movimiento delicado fue típico de un operador político ingenioso y astuto que condujo a la región a estar más cerca de la secesión de España que en cualquier otro momento desde la década de 1930. Sin embargo, durante mucho tiempo, a Puigdemont, con su espeso cabello y anteojos gruesos, se le ridiculizó como el presidente “accidental”. Fue una sorpresa cuando lo eligieron para ser el presidente de Cataluña, el sexto en la región desde que España regresó a la democracia en la década de 1970.
Asumió la presidencia en enero de 2016, solo después de que la anticapitalista Candidatura de Unidad Popular (CUP) se negó a respaldar como líder a Artur Mas, el compañero de partido de Puigdemont.
...esta república, que nunca existió, quedaba “suspendida” en espera de las negociaciones”.
Puigdemont fue un candidato de compromiso. Sus enemigos dicen que lo eligieron solo porque es débil, y Mas y el vicepresidente, Oriol Junqueras, lo pueden controlar tras bambalinas. Otros dicen que es un títere de la CUP, que lo utiliza para hacer avanzar su sueño de una revolución marxista.
Pero Puigdemont desafió a sus críticos en sus casi dos años en el cargo. Primero, pocos en Madrid pensaban que su coalición —una mezcla de académicos, empresarios y anarquistas— duraría. Pero lo ha hecho, y consolidó las bases de su autoridad dentro de ella. A principios de este año destituyó de su gabinete a cinco miembros de centro- derecha por cuestionar su enfoque para buscar la independencia. Segundo, no había muchos en la capital española que pensaran que podría llevar a cabo el referéndum del 1 de octubre con el estado en su contra. Pero estaban equivocados. La planeación cuidadosa y la movilización de las bases significó que la policía española solo cerró menos de 10% de las casillas de votación de Cataluña.
La mañana de la votación de independencia, la casilla en donde se suponía que Puigdemont iba a realizar su voto fue asaltada por policías españoles armados, quienes confiscaron las urnas. Tuvo que encontrar un lugar para votar sin que se dieran cuenta las autoridades.
Para eludir a los helicópteros que podrían estar siguiéndolo, realizó una hábil táctica de espionaje. Se estacionó debajo de un puente y cambió de coche. Después condujo en paz hacia una nueva casilla de votación. Esto fue un movimiento ágil para un periodista cuyo trabajo antes de asumir el cargo era dirigir una ciudad con una población de menos de 100,000 habitantes.
Puigdemont nació en 1962 en Amer, cerca de Girona, donde su familia tenía una pastelería. En sus veinte se convirtió en un nacionalista catalán, cuando la secesión todavía era un tema marginal en la región.
En 1983, a los 21 años, sufrió un grave accidente de tránsito, que lo dejó con cicatrices en su frente que actualmente cubre con su corte de pelo al estilo de los Beatles. Después del choque, Puigdemont dejó sus estudios en lengua catalana en la Universidad de Girona y comenzó a trabajar como periodista en un diario local que posteriormente editó.
Los aliados dicen que algo clave para su perspectiva fue una visita a Eslovenia después de que se separó de la antigua Yugoslavia, en 1991. Quedó fascinado con la forma como el país obtuvo su independencia después de un disputado referéndum y un conflicto breve, con la ayuda y eventual apoyo de la comunidad internacional.
Puigdemont, quien habla cinco idiomas y tiene una esposa periodista rumano-española, entró relativamente tarde al ámbito político. Pero este podría ser su último puesto oficial. Si bien su discurso le compró tiempo, ya se le empieza a acabar. Madrid le dio un plazo para que aclare su posición sobre la independencia. Va a necesitar todas sus habilidades políticas que logró perfeccionar en los últimos dos años para mantenerse en el poder y lograr que avance el movimiento de independencia.
La próxima vez que Puigdemont entre en el Parlamento, el acérrimo separatista podría salir esposado. En una entrevista reciente con el Financial Times, dijo que está más que dispuesto a pagar por la causa, sobre todo si inspira a otros a emprender la lucha: “No hay nada que puedan hacer (para que me rinda), dijo.