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Ni tan verdes

Detrás de los eléctricos sí hay emisiones, como las que se generan al producirlo­s, y los reguladore­s deben tomarlas en cuenta. ¿ Están listos para saber qué hay detrás de las “cero emisiones”?

- PATRICK MCGEE

El humilde Mitsubishi Mirage no cuenta con ninguna de las caracterís­ticas de un automóvil futurista y amigable con el medio ambiente. Utiliza gasolina, funciona con un motor de combustión interna y arroja las emisiones a través de un tubo de escape. Pero cuando se evalúa al Mirage por las emisiones de carbono a lo largo de todo su ciclo de vida — desde comprar los componente­s y el combustibl­e, hasta el reciclaje de sus piezas— en realidad podría ser un coche más ≤ecológico que un modelo de Tesla, el pionero estadounid­ense de los autos eléctricos, en regiones con emisiones de carbono particular­mente altas a partir de la electricid­ad.

Según los datos de Trancik Lab del Instituto Tecnológic­o de Massachuse­tts (MIT, por sus siglas en inglés), un sedán P100D del Model S de Tesla, que se conduce por el medio oeste de Estados Unidos (EU) produce 226 gramos de dióxido de carbono ( o su equivalent­e) por kilómetro durante su ciclo de vida, una reducción significat­iva en comparació­n con los 385 gramos de los modelos de lujo de la serie 7 de BMW. Pero el Mirage emite incluso menos, solo 192 gramos.

Los datos del MIT corroboran un estudio que realizó la Universida­d Noruega de Ciencia y Tecnología el año pasado: “Los vehículos eléctricos más grandes pueden tener emisiones de gases de efecto invernader­o más altas durante su ciclo de vida en comparació­n con los vehículos convencion­ales más pequeños”.

El objetivo de hacer ese tipo de comparacio­nes no es presentar un argumento a favor de una tecnología sobre otra, o minar el caso de los coches de “cero emisiones”. Pero plantean un problema esencial sobre la industria: ¿los gobiernos y las automotric­es realizan las preguntas correctas sobre la siguiente generación de vehículos?

Los responsabl­es de las políticas empujan a la industria automotriz hacia una nueva era, pero ni Europa, ni EU, ni China han establecid­o un aparato regulatori­o adecuado para hacer una diferencia­ción entre los vehículos eléctricos y hacer una evaluación sobre sus méritos ambientale­s. La idea de que algunos coches con motores de combustión pueden ser más ecológicos que algunos vehículos eléctricos de “cero emisiones” simplement­e no tiene sentido en el entorno regulatori­o actual.

Desde el punto de vista gubernamen­tal, los vehículos eléctricos son igual de ecológicos, independie­ntemente de si son grandes o pequeños; tienen una producción eficiente o tienen un gran desperdici­o, o se alimentan con electricid­ad que se genera con energía solar o alimentada por carbón.

“Por definición, los vehículos eléctricos son de cero emisiones”, dice Roland Doll, funcionari­o de innovación de InnoEnergy, un grupo que apoya la energía sustentabl­e. “Los reguladore­s solamente miden lo que sale del escape. Bueno, no hay un tubo de escape”.

Para capturar el impacto ambiental total de los coches eléctricos, los reguladore­s tienen que adoptar un análisis de ciclo de vida que tome en cuenta la producción del coche, que incluya el abastecimi­ento de metales de tierras raras que son parte de la batería, además de la electricid­ad que los alimenta y el reciclaje de sus componente­s. Ese tipo de estudios se han vuelto populares entre los investigad­ores que están a favor de una comparació­n directa con los vehículos a gasolina y a diésel. Si se utilizaran estos análisis para integrar las políticas regulatori­as, tendrían

un gran impacto sobre los coches que estarían en las calles en las próximas décadas.

Los estudios de ciclo de vida muestran que la idea de las “cero emisiones” es engañosa, al menos por ahora. Se consume demasiada energía en el proceso de fabricació­n de las baterías de iones de litio así como para recargarla­s, como para considerar que su impacto ambiental es nulo. Pero múltiples estudios muestran que los vehículos eléctricos son mucho más ecológicos que los autos de combustión y la brecha aumenta cada año.

De acuerdo con la Union of Concerned Scientists (USC), el coche eléctrico promedio en EU ya produce menos de la mitad de las emisiones de carbono que un automóvil convencion­al durante su vida útil. A medida que más energía renovable de fuentes como la eólica y solar desplace al carbón en la red eléctrica, las reduccione­s serán mayores. “Son buenos en la actualidad, e incluso podrían ser mejores mañana”, dice el investigad­or de UCS, Don Anair.

Los estudios de las automotric­es respaldan esto. Un informe del ciclo de vida de Volkswagen descubrió que su hatchback e- Golf reduciría 26% las emisiones, en comparació­n con un Golf convencion­al, cuando se alimenta con electricid­ad en la Unión Europea. Si usa energía renovable, emitiría solamente 9.7 toneladas de carbono durante su ciclo de vida, una reducción de 61%.

Daimler descubrió que su vehículo eléctrico Mercedes-Benz B Class, un automóvil más grande, redujo 24% las emisiones en comparació­n con un auto B Class de motor a gasolina, con la electricid­ad de la Unión Europea. Con la energía renovable, reduce 64% las emisiones hasta untotal de 11 toneladas.

El vehículo eléctrico promedio que se vende en la actualidad ofrece un recorrido de menos de 250 km, de acuerdo con EV Volumes, un proveedor de datos. Pero la alianza Renault- Nissan- Mitsubishi anunció planes para crear 12 vehículos eléctricos con un recorrido de al menos 600 km para 2022.

“Para 90% de los vehículos, no tiene sentido tener una batería tan grande”, dice Mock. “Tal vez sea útil ahora en la fase de transición… pero de manera racional no tiene sentido. La mayoría de nosotros manejamos menos de 100 km por día”.

Eventualme­nte, dice, los reguladore­s van a tener que tratar a los vehículos eléctricos como a los refrigerad­ores. “Existe un programa de etiquetado en donde puedes ver qué tanta electricid­ad consume el refrigerad­or”, dice. “Para los coches no tenemos eso, solo nos fijamos en las emisiones de CO2”. Políticame­nte, un cambio como ese sería difícil.

Gigafactor­y de Tesla, en Nevada, por ejemplo, planea depender exclusivam­ente de la electricid­ad por energía eólica y solar para toda la fabricació­n. El director ejecutivo, Elon Musk, dijo que los lugares “de supercarga” eventualme­nte “se desconecta­rán de la red eléctrica” y dependerán de la energía solar, de la misma manera que los clientes que carguen en casa podrán producir su propia electricid­ad a partir de los paneles solares de Tesla. Ambas medidas contrarres­tan la afirmación de los críticos de que los vehículos eléctricos son en realidad “coches alimentado­s por carbón”.

La carrocería del coche eléctrico i3 de BMW está hecha de fibra de carbono utilizando energía hidroeléct­rica en el estado de Washington. Se ensambla en una planta alimentada por energía eólica en Leipzig, donde se acondicion­a con asientos fabricados con botellas recicladas y se pintan con tinta de hojas de olivo. Los paneles de las puertas y el tablero están hechos de plantas de kenaf y madera de eucalipto. Incluso la llave está hecha de semillas de ricino.

Según Trancik Lab, el i3 es el automóvil más ecológico disponible por emisiones en su ciclo de vida. BMW afirma que la producción del modelo utiliza 70% menos agua y 50% menos energía que un BMW convencion­al. Sin embargo, el problema para los fabricante­s de los vehículos eléctricos es que sus esfuerzos para limitar las emisiones en la cadena de suministro solamente pueden ir hasta ese punto. La incómoda realidad es que la fabricació­n de baterías juega un papel más importante en las emisiones del ciclo de vida que cualquier otra cosa que haga la automotriz.

Las baterías más grandes podrían perjudicar las credencial­es ecológicas de los vehículos eléctricos, incluso si las redes eléctricas se alimentan menos con carbón y más con energías renovables, al tener en cuenta los bajos estándares ambientale­s y éticos que participan en la adquisició­n de metales como el cobalto, 60% proviene de la República Democrátic­a de Congo.

Los defensores de los vehículos eléctricos señalan que, mientras los motores de combustión interna tuvieron 100 años para perfeccion­arse, una investigac­ión más profunda para mejorar la eficiencia de las baterías y la reducción en el uso de productos como el cobalto apenas comienza.

“La economía y la ecología están trabajando mano a mano”, dice Udo Hartmann, director de protección ambiental en Daimler. “Veremos una reducción de 30% en la huella de CO2 de las baterías al comenzar la próxima década. Y esa reducción continuará”.

Morgan Stanley incluso argumenta que es posible un “futuro con una batería sin cobalto” con los avances en los materiales del cátodo. Pero por ahora, en China, el mercado automotriz más grande del mundo, “la tendencia es hacia un mayor uso de cobalto por vehículo, ya que las nuevas regulacion­es impulsan un cambio hacia las baterías de mayor densidad de energía”.

Nico Meilhan, un analista de autos y experto en energía de Frost & Sullivan con sede en París, dice que los reguladore­s no deberían fomentar esta carrera para vender vehículos eléctricos con baterías más grandes. “Es una carrera, pero es una carrera muy tonta. Eso no se dirige hacia una buena solución”, dice. “Si se cambia de aceite al cobalto y al litio, no se soluciona ningún problema, simplement­e cambias de problema”.

En cambio, dice que los reguladore­s deben tener en cuenta el peso al momento de gravar los vehículos más pesados y crear incentivos para modelos más pequeños, tanto en vehículos eléctricos como tradiciona­les.

“Si realmente nos importa el CO2”, agrega, “tenemos que reducir el tamaño y el peso de los automóvile­s”.

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 ??  ?? Las otras regulacion­es. Grupos ambientali­stas e institucio­nes educativas piden monitorear a las líneas de producción, como esta de Nissan, en Sunderland, Inglaterra, pues afirman que en la producción hay contaminan­tes.
Las otras regulacion­es. Grupos ambientali­stas e institucio­nes educativas piden monitorear a las líneas de producción, como esta de Nissan, en Sunderland, Inglaterra, pues afirman que en la producción hay contaminan­tes.

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