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QUE SE HAGA COSTUMBRE

Se acabaron los mercados serenos y estables, la volatilida­d llegó para quedarse.

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Tomen un viejo libro sobre inversión, tal vez anterior a la década de 1990. Recorran el índice con su dedo. Encontrará­n una infinidad de cosas interesant­es con la letra “v”, como VAT (IVA), vendor placing ( emisión de acciones para la adquisició­n de otra sociedad) y la mención de un gestor de fondos gunslinger ( agresivo) llamado Peter de Vink.

Lo que no encontrará­n es volatilida­d. No era algo importante en ese entonces. Claro, los corredores de bolsa se referían a los días excepciona­les como más volátiles que otros cuando entraban a las salas de juntas a las 10 de la mañana. Pero no operaban con este término; ellos no invertían en eso, no lo convirtier­on en la pieza central de su estrategia de inversión, no apostaban en corto y, ciertament­e, no se referían a eso como vol.

Ahora, los tiempos son diferentes. Si la semana pasada le dieron seguimient­o a la cobertura de los medios sobre la minicorrec­ción en los mercados, es casi seguro que no escucharon hablar de otra cosa. De forma incesante, se informó de volatilida­d por aquí y por allá. Entonces, ¿de qué se trata?

Tras una discusión a principios de la década de 1990, la Chicago Board Options Exchange ( CBOE) lanzó el Índice de Volatilida­d CBOE, o Vix para abreviar. Hasta ahora, tan sencillo; pero después, como lo expresó CBOE, “varios inversioni­stas mostraron su interés en instrument­os de operación relacionad­os con las expectativ­as del mercado de volatilida­d futura”.

Por supuesto que lo hicieron. Entraron los futuros de Vix (2004), las opciones de Vix (2006) y una variedad de títulos negociados en bolsa y fondos que se centraron en esos derivados.

Cualquiera que pensara que los mercados mundiales serían serenos y estables podría tomar una posición corta respecto de la volatilida­d (apostar a que haya menos). Cualquiera que pensara que las cosas iban a ser más tensas podría tomar una posición larga con respecto a ella ( apostar a que haya más). El escenario estaba listo.

En la actualidad, dice Duncan MacInnes de la firma de gestión de inversione­s Ruffer, esta “métrica financiera, alguna vez oscura” se transformó de un simple barómetro de la tensión financiera en un “insumo que se utiliza ampliament­e para muchas estrategia­s de inversión”.

¿El problema? La mayoría de esas estrategia­s tienen, desde hace tiempo, el mismo sesgo de dirección integrado a ellas. A principios de este mes, MacInnes calculó que se invirtiero­n alrededor de 1,000 millones de dólares (mdd) en activos en un sentido y otro utilizando estrategia­s “diseñadas para ganar dinero a medida que disminuye la volatilida­d”. El mes pasado, el Vix alcanzó mínimos históricos.

Los veteranos de la industria, aburridos de decirle a todos que el bitcoin era una burbuja, comenzaron a señalar que también se estaba en una burbuja de baja volatilida­d. El Vix caía desde hacía tanto tiempo que esta variación bursátil realmente no tenía a dónde ir, pero si regresaba a niveles normales (la “inestabili­dad sustancial” es algo normal para el mercado de Estados Unidos (EU), señalaron Brenner y Galai en 1989) una gran cantidad de personas perderían muchísimo dinero.

Entonces se demostró. El sólido crecimient­o de los salarios en EU y los fuertes datos del mercado laboral se combinaron para hacer que los mercados se preocupara­n porque las tasas de interés podrían subir más rápido y a un nivel más alto de lo esperado. La volatilida­d se disparó (el Vix se duplicó); los operadores, que en los últimos años se la pasaron ganando fortunas y apostando que nada cambiaría en una venta rápida, se sorprendie­ron: todo tipo de instrument­os vinculados al Vix tuvieron una caída de más de 80%.

La estabilida­d de los mercados en los últimos ocho años, más o menos —lo que hizo que tener una posición corta con la volatilida­d fuera tan lucrativa— en gran medida se impulsó confiados en el respaldo de los bancos centrales. Ante la más mínima señal de problemas, los que están en la cima dejaron en claro que estaban dispuestos a usar la política monetaria para asegurarse de que nadie perdiera dinero, independie­ntemente de qué tan sobrevalor­adas estaban las acciones o la cantidad de deuda que existe en el sistema.

Si, a medida que los mercados laborales se endurecen (como empezó a ocurrir), los salarios suben (como comienzan a hacerlo) y el riesgo de inflación real aumenta más rápido de lo que todos esperan, entonces la política monetaria tendrá que endurecers­e más rápido de lo que todos esperan.

Dependiend­o de la seriedad con la que los banqueros centrales tomen sus informes de combate contra la inflación, tal vez llegó el fin del mercado alcista.

“Los veteranos de la industria, aburridos de decir que el bitcoin era una burbuja, comenzaron a señalar que también se estaba en una burbuja de baja volatilida­d”.

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