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REGRESARÁS

Esta es una de las palabras favoritas del presidente Donald Trump, y en lo que va de su mandato la ha usado demasiadas veces.

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Fue el final del camino para Gary Cohn. Apretó los dientes cuando el presidente de Estados Unidos a (EU) hizo comentario­s sobre los hechos de Charlottes­ville, sobrevivió a las críticas de Steve Bannon que lo calificó de globalista y, por si fuera poco, no logró la presidenci­a de la Reserva Federal de EU. Sin embargo, estaba siendo aplaudido por el presidente.

“Esta es la última reunión de Gary Cohn en el gabinete”, dijo Donald Trump. “Ha sido fantástico… va a salir, ganará otro par de cientos de millones de dólares y más tarde, tal vez, regrese”. Volteó a ver a Cohn: “Tengo la sensación de que regresarás”.

Locura. ¿Lo era? Enterrados en el fondo de una nota del New York Times, dos personas cercanas a Cohn sugirieron que el director saliente del Consejo Económico Nacional de EU podría fundar su propia firma de inversión o tomar “un puesto más importante en la administra­ción Trump”.

Para aquellos que se preguntan qué podría provocar que Cohn esté al pie del cañón más allá de los aranceles aplicados al acero por Trump y otros torbellino­s presidenci­ales, se presenta una teoría. La Casa Blanca de Trump se parece un poco al Hotel California: puedes salir después de 10 días (Anthony Scaramucci), tres semanas ( Michael Flynn) o siete meses (Steve Bannon), sin embargo, abandonarl­o, es otro asunto.

A pesar de toda la atención que se le da a la frase “¡Estás despedido!” de Trump, a menudo se resiste a abandonar a las personas para siempre. Hay excepcione­s: Rex Tillerson, que nunca se llevó bien con el presidente y a quien despidió el martes de la semana pasada, no debería esperar ninguna llamada nocturna desde el ala este. Sin embargo, observe al resto del círculo de Trump y es sorprenden­te ver cuántos se quedan. El presidente parece disfrutar de desterrar, temporalme­nte, a la gente, pero sigue buscando su consejo. En algunos casos, él los invita a regresar.

Mientras Barack Obama tenía a David Axelrod y George W. Bush a Karl Rove, Trump tiene un coro griego de familiares, amigos de negocios y asesores, que entran y salen de su gracia, saltando de asesor no oficial a asesor oficial y viceversa.

“Cuando te despide, no necesariam­ente estás despedido”, dice Chris Whipple, autor de The Gatekeeper­s, sobre los jefes de gabinete de EU.

A Reince Priebus, el primer jefe de Gabinete de Trump, lo despidiero­n sin ceremonias, por medio de un tuit del propio presidente en agosto, justo cuando él y otros miembros del gabinete se preparaban para salir del Air Force One. Mientras los otros entraban alegrement­e a la caravana de automóvile­s de regreso a la Casa Blanca, Priebus navegó solo la lluvia torrencial. Fue uno de una serie de momentos humillante­s para “Reincy”, como se dice que Trump llamaba a Priebus. Trump continúa hablando “mucho” con Priebus, dice Whipple, a quien entrevistó para su libro.

Por un lado, la tendencia de Priebus a la “humillació­n ritual y después regresar por más” es desconcert­ante, dice Whipple. Por otro lado, podría ser sencillo: “Creo que quiere que la gente piense que todavía tiene influencia”, dice el escritor.

Lo mismo podría decirse de Bannon. Dos meses después de que lo despidió el presidente por su contribuci­ón a la sarcástica historia del libro en el que se habla todo sobre la Casa Blanca, Fire and Fury de Michael Wolff, ahora da la impresión de que vuelve a estar en la gracia del mandatario.

Cuando se le preguntó si todavía hablaba con Trump, de acuerdo con Politico Europa, Bannon respondió disimulada­mente, “estoy en términos de escuchar”.

La lista sigue. En las últimas semanas, Scaramucci volvió a aparecer en la televisión por cable, criticando a John Kelly, o “General Jackass”, como lo llama Scaramucci. Se menciona a Jason Miller, el exdirector de comunicaci­ones de la campaña de Trump, como un posible reemplazo para Hope Hicks, la directora de comunicaci­ones que va de salida.

La órbita de Trump se ha vuelto aún más complicada desde que inició la investigac­ión de Robert Mueller. Sam Nunberg, un exconsejer­o de campaña, a quien Trump despidió, no una sino dos veces, volvió a aparecer de repente en los titulares después de una ráfaga de entrevista­s televisiva­s y una aparición ante el Gran Jurado sobre la investigac­ión de Rusia.

Tal vez sea hora de que Trump corte sus lazos con aquellos que aún andan por la periferia del círculo. Hay una palabra para los gorrones que saben demasiado. Lastres.

“Trump se resiste a abandonar a las personas para siempre”.

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