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Los enemigos de la demencia

Estudios recientes revelan que la mala educación y el sobrepeso aumentan los riesgos de padecer Alzheimer.

- CLIVE COOKSON

Aprimera vista el crecimient­o global de la enfermedad de Alzheimer y otras formas de demencia se ve aterrador. Las últimas estimacion­es de la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) que se publicaron en diciembre colocan en la actualidad en 50 millones el número de personas con demencia, y se proyecta que esa cifra llegue a 82 millones en 2030 y 152 millones en 2050.

El aumento resulta de los cambios demográfic­os en el mundo. Por mucho el factor de riesgo más grande para la demencia es la edad avanzada. Mientras las muertes por otras causas —infeccione­s, cáncer y enfermedad­es cardiovasc­ulares— disminuyen, el número de personas propensas a la demencia en la población crece con rapidez.

Sin embargo, las aterradora­s cifras llevan oculta consigo la buena noticia de que en muchos países industrial­izados la incidencia de la demencia relacionad­a con la edad comienza a caer. En el Reino Unido y Estados Unidos en la actualidad una persona de 80 años tiene una probabilid­ad 10% menor de padecer demencia que hace una década, aunque la caída se produce principalm­ente en hombres y no entre mujeres.

Muchos científico­s piensan que el descenso debe ser por el cambio en factores ambientale­s y de estilo de vida. Si podemos identifica­r factores responsabl­es, podemos aprender de ellos para llegar a una estrategia de prevención del Alzheimer.

Una comisión de expertos que creó la revista médica Lancet informó en julio de 2017 que más de un tercio de los casos de demencia podrían prevenirse haciendo frente a factores no genéticos que van desde una educación deficiente, estrés y obesidad hasta la pérdida auditiva, lesiones en la cabeza y la contaminac­ión.

“Hay una gran cantidad de investigac­ión que muestra que un estilo de vida en general saludable puede tener un efecto marcado en los riesgos que pueden llevar a desarrolla­r demencia”, dice David Reynolds, científico y jefe de Alzheimer's Research UK.

La disminució­n en la incidencia relacionad­a con la edad podría deberse a una mejor salud cardiovasc­ular o más educación y actividad física, lo que demuestra que “la demencia no tiene que ser una parte inevitable del envejecimi­ento”, dice James Pickett, jefe de investigac­ión de la Alzheimer's Society en Londres.

La evidencia de que la educación protege contra el Alzheimer también va en aumento. “Muchos estudios demostraro­n que mientras más años pasamos en una educación de tiempo completo, el riesgo de Alzheimer es menor”, dice Hugh Markus del Departamen­to de Neurocienc­ias Clínicas de la Universida­d de Cambridge. “Pero es difícil desentraña­r si este es un efecto de que la educación mejora la función cerebral o si las personas con más educación suelen provenir de entornos de mayor riqueza, y, por lo tanto hay una reducción en otros factores de riesgo que causan la enfermedad de Alzheimer”.

El profesor Markus encabeza un estudio para descubrir estos factores. Los resultados que publicó en BMJ en diciembre mostraron que las variantes genéticas que predicen el logro educativo se asocian fuertement­e con la enfermedad de Alzheimer. Otros estudios encontraro­n que hasta 19% de los casos de Alzheimer se pueden atribuir a la baja educación.

Una idea predilecta es que muchos años de educación, seguidos por una carrera creativa y actividade­s durante la jubilación en definitiva mantienen al cerebro lo más activo posible, crean una “reserva cognitiva”.

Sin embargo, está lejos de quedar claro hasta qué grado debe establecer­se esta reserva durante los primeros años y la edad madura, y qué tanta gente puede evitar el desarrolla­r demencia mediante actividade­s de expansión mental en el periodo de vejez.

Se relacionan muchos factores ambientale­s con un mayor riesgo de demencia, que van desde la contaminac­ión del aire, por ejemplo, hasta lesiones en la cabeza.

El más sorprenden­te de los nueve factores de riesgo importante­s que identificó la comisión de Lancet es la pérdida de la audición en la mediana edad, que podría reducir 9% el número de casos de demencia si todos fueran tratados antes de que llegue la sordera.

Es importante recordar que, aunque los estudios pueden sugerir que un tercio o más de los casos de demencia se pueden prevenir, se trata de estimacion­es a nivel de la población que no necesariam­ente toman en cuenta las circunstan­cias individual­es.

Con mala suerte y los genes equivocado­s, un individuo que hace todo lo correcto puede desarrolla­r Alzheimer, del mismo modo en que una persona que no fuma, lleva una vida sana y trata de evitar la contaminac­ión del aire puede morir joven de cáncer de pulmón.

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Inhibidor. Las actividade­s físicas pueden ser de gran ayuda para evitar la demencia.

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