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La sombra de los Castro

El cambio de presidente no borrará 59 años de política castrista. Cuba está más sola que nunca y todo continuará igual.

- JOHN PAUL RATHBONE

Como pieza de propaganda, la develación de la estatua de bronce de José Martí que evoca al mayor héroe de la independen­cia de Cuba en el momento de su muerte fue un fracaso. Pero como una triste escena del último acto del régimen de 60 años de los hermanos Castro, el evento oficial, que se realizó frente al Museo de la Revolución de La Habana en enero pasado, dijo mucho.

Cuba consideró la estatua como un asunto de Estado. Requirió de cuatro años de planeación meticulosa, y 2.5 millones de dólares (mdd) de donaciones privadas estadounid­enses, para hacer la réplica de 17 toneladas de la escultura, y enviarla desde Nueva York, donde originalme­nte está desde hace más de 60 años en Central Park. Raúl Castro, presidente de Cuba, incluso se desvió de su camino durante una visita en 2015 a la ONU para agradecer personalme­nte al alcalde de Nueva York, Bill de Blasio, por la ayuda.

Para La Habana, la estatua era el símbolo de un acercamien­to y la esperanza de un cambio. Cuando el proyecto inició, Cuba estuvo inundada por visitas de dignatario­s, desde el Papa hasta los Rolling Stones, Karl Lagerfeld y, el entonces presidente de Estados Unidos (EU), Barack Obama.

Fidelito, el hijo mayor de Fidel Castro, incluso se tomó una selfie con Paris Hilton, cuando visitó Cuba en un viaje de celebridad­es. Una serie de inversioni­stas extranjero­s también recorriero­n la Habana para explorar oportunida­des, favorecien­do la sensación de optimismo que había en el aire.

Sin embargo, igual de importante para el liderazgo cubano, el monumento era una expresión del propósito revolucion­ario que se extendió desde la muerte de Martí, hace 123 años, hasta nuestros días. Ese sentido de continuida­d es particular­mente importante para el Partido Comunista de Cuba, ya que este año se enfrenta a un momento delicado e, incluso, tal vez especialme­nte vulnerable.

El 19 de abril, Castro, de 86 años, dejará el cargo como presidente y probableme­nte lo sustituya Miguel Díaz- Canel, de 57 años, el vicepresid­ente. Si bien el puesto ejecutivo es en gran medida simbólico, y se espera que Castro se mantenga como la cabeza del partido y el ejército, será la primera vez desde 1976 que uno de los hermanos Castro no ocupe el cargo. Sumándose a la sensación de incertidum­bre está la necesidad de llevar a cabo una reforma drástica de la economía estilo soviético de Cuba, aun cuando esas medidas de liberaliza­ción erosionen el control que tiene el Partido Comunista en el poder.

Pero muchas cosas empeoraron cuando Castro se reunió con los funcionari­os del partido para presenciar la inauguraci­ón de la estatua el 28 de enero, cuatro años después de que comenzó el proyecto.

Ahora, en lugar de transmitir la continuida­d, el monumento parece destacar los múltiples desafíos y carencias de Cuba. Incluso la inscripció­n a la vida de Martí cincelada en la base de mármol negro contenía errores ortográfic­os indelebles. La palabra en español para ciudad se escribió mal como “cuidad”, mientras que la palabra “nacío”, supuestame­nte “nació”, no existe.

En los últimos siete meses, el presidente Donald Trump dio marcha atrás a la distensión que inició Obama. El personal en la embajada de EU se redujo a niveles no vistos desde 1977.

A pesar de las reformas que inició Castro hace 10 años, cuando asumió la presidenci­a, algo que condujo a la creación de 580,000 negocios propios de autoemplea­dos, la economía es un tercio más pequeña que en 1985, según un estudio que encabezó Pavel Vidal, economista cubano que enseña en la Universida­d Javeriana en Colombia.

Nadie espera un cambio abrupto cuando Castro y otros miembros mayores de la llamada generación histórica, que dirigió la revolución de 1959, se hagan a un lado. La indolencia y la inercia de las estructura­s institucio­nales de Cuba se ocupan de eso.

El nuevo sucesor

La primera pregunta que hay que hacer para cualquier transición es: ¿quién es el sucesor? Se asume que Díaz-Canel es el próximo presidente, aunque públicamen­te preparado para el puesto, la Asamblea Nacional confirmará el nombramien­to el 19 de abril, cuando se ratifique al próximo vicepresid­ente y otros altos puestos.

Tampoco es un reformador. El corpulento hombre de 57 años usa un iPad y prometió que el gobierno de Cuba será “más receptivo” a las preocupaci­ones del pueblo. Pero el exlíder juvenil comunista de provincia no es un moderado. El año pasado, un video filtrado lo mostró en una reunión de alto nivel del Partido Comunista arremetien­do contra los medios disidentes, medios independie­ntes, las embajadas extranjera­s y otros “subversivo­s”.

Además de limitar cualquier iniciativa de reforma, la necesidad de Díaz- Canel será solidifica­r su posición dentro de los principale­s centros de poder de Cuba: el Partido Comunista, el ejército y la familia Castro.

“Las fuerzas armadas, que incluyen el ministerio del interior, es donde radica el verdadero poder”, dice Frank Mora, exsubsecre­tario de defensa adjunto de EU y ahora profesor de asuntos internacio­nales en la Universida­d Internacio­nal de Florida.

También es la institució­n donde Castro, un general de cuatro estrellas, tiene los vínculos más fuertes. Su hijo Alejandro es un experto en contrainte­ligencia en el Ministerio del Interior, mientras que su exyerno, el general Luis Alberto Rodríguez, dirige GAESA, el holding de propiedad militar que controla gran parte del sector turístico de Cuba.

“Espero que el resto de la vida de Raúl funcione como ocurrió con Deng Xiaoping en China: con un poder formal decrecient­e pero con un inmenso poder informal, al menos hasta que muera”, dice Mora.

La economía, el mayor desafío

La resistenci­a del partido, la planeación central y la aplicación poco entusiasta mitigaron incluso las limitadas reformas que lanzó Castro. Los malos resultados económicos a su vez obligaron recortes en educación y servicios sociales, que según las cifras oficiales se redujeron 8% desde 2008. Aunque las llegadas de turistas se duplicaron en 10 años, las importacio­nes cayeron de 15,000 mdd en 2013 a 10,000 mdd en 2016, lo que llevó a una escasez cada vez mayor. La tarea más importante es reformar el sector estatal, donde las empresas que manejan pérdidas absorben una quinta parte del presupuest­o en forma de subsidios. La unificació­n monetaria, que planteó Castro durante mucho tiempo, ayudaría a obligar a que se dé ese procesow.

La solución en cualquier otro lugar sería expandir el sector privado. Esto ya absorbió más de la mitad del millón de empleos estatales que redujo Castro desde 2008. También podría absorber más y proporcion­ar ingresos fiscales que necesita tanto el Estado. Pero el sector privado de Cuba solo es tolerado por las autoridade­s y su crecimient­o pondría aún más en peligro su control: un dilema permanente para el régimen, que reconoce la necesidad de un cambio, pero a la vez le teme.

Cuba está sola. Casi por primera vez en su historia —como colonia de España, una supuesta sátrapa de EU y satélite soviético— y más recienteme­nte como receptora de ayuda venezolana, carece de un patrón económico.

Los migrantes continúan brindando un extraño salvavidas, con el envío de más de 3,000 mdd al año a sus familiares en la isla. Pero en otros lugares, La Habana ya casi agotó sus líneas de crédito con China, mientras que sus aliados como Rusia carecen de los medios económicos para intervenir completame­nte.

Mientras tanto, el carisma de su revolución se desvaneció y destiñó como la pintura en tantas paredes derruidas de La Habana. “Simplement­e Cuba ya no es importante”, dice Jorge Castañeda, exsecretar­io de Relaciones Exteriores de México. “Ya a nadie le importa, excepto a los cubanos”.

Hay algunos puntos positivos, particular­mente en la expansión de internet. Esto ayudó a algunas startups, como Clandestin­a, una tienda en línea que vende servicios gráficos a su empresa hermana estadounid­ense, que más tarde imprime los diseños en camisetas y los distribuye el mundo. “Podemos hacerlo porque soy ciudadana española”, dice la cofundador­a Leire Fernández. Pocos otros pueden.

Cuatro días después de la inauguraci­ón de la estatua de Martí, y tres años después de su infame selfie, el hijo mayor de Fidel Castro se suicidó. Aunque segurament­e solo fue una coincidenc­ia, muchos lo tomaron como una señal de los tiempos. Como señaló el periódico estatal

Granma en su escueta cobertura, Fidelito sufría de depresión aguda.

“Simplement­e Cuba ya no es importante”, Jorge Castañeda, exsecretar­io de Relaciones Exteriores de México.

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Coincidenc­ia o destino. La estatua ecuestre de José Martí, que se replicó de una en Central Park, en Nueva York, pareciera un augurio del futuro de Cuba. Dos errores ortográfic­os indelebles, cincelados en la base de mármol negro, también se...
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