LA GUERRA EQUIVOCADA
Donald Trump sigue obsesionado con las mismas viejas batallas, en vez de establecer los estándares para el comercio y la economía digital que están en continuo crecimiento.
Si quieres entender a Donald Trump y a sus recientes sanciones comerciales dirigidas a Europa, Canadá y México, debes estudiar la lucha libre profesional. La lucha profesional es una obra de moralidad sin restricciones.
Es un mundo de cómics en el que los “buenos” pelean contra los “malos”. No hay estrategia, solo psicología. Esto es con lo que nos enfrentamos en la última ronda de riñas comerciales globales del presidente Trump. No hay un plan real.
Pero existe un gran problema: Estados Unidos (EU) le declaró la guerra a los buenos, no a los malos. Al aplicar aranceles a sus aliados, Trump ha colocado a EU en la peor de todas las posiciones: se aisló de los mismos países que podrían ayudarlo a librar batallas comerciales estratégicas con China.
No se trata solo de acero y aluminio sino también en establecer los estándares para una economía digital y tomar la delantera en áreas como las normas de telecomunicaciones 5G, el Internet de las Cosas (IoT, por sus siglas en inglés) y la Inteligencia Artificial ( IA).
Este es el sector que crecerá en el mundo en las próximas décadas, ya que el crecimiento comercial en el antiguo sector de bienes y servicios se mantiene sin cambios desde hace años, mientras que los flujos comerciales digitales aumentaron 45 veces, de acuerdo con el McKinsey Global Institute ( MGI).
La nueva economía mundial no se basa en el aspecto industrial, sino en el poder informático y los datos. Hay una gran oportunidad para el crecimiento de la productividad en la nueva economía mundial, lo que el mundo necesita desesperadamente.
Según el informe del MGI, debemos duplicar aproximadamente el crecimiento de la productividad en las próximas décadas para preservar los estándares actuales de vida en el mundo. Pero para cosechar estos beneficios y garantizar que sean compartidos, también necesitamos un nuevo conjunto de reglas para todo, desde los impuestos y la protección de propiedad intelectual hasta el comercio. Todo esto exige una estrategia económica interna coherente.
En el comercio, en lugar de negociar con aliados sobre la mantequilla de maní, deberíamos considerar cuestiones como la impresión 3D y su efecto en las normas de origen, las cuales determinan la nacionalidad de los productos; un punto de fricción en la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
EU y Europa deberían sentarse a debatir sobre estándares compartidos para el 5G, y una división justa de distribución de las utilidades en la era que llega de las máquinas conectadas.
China ya piensa en todo esto. En los últimos años, calladamente impulsó su influencia en la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) y otros organismos de normalización que impulsarán la adopción de las tecnologías 5G y de la IA. China piensa a largo plazo, mientras que EU se aísla cada vez más.
Es particularmente alarmante que la administración Trump iniciara una disputa con sus aliados europeos en un momento en el que la UE se acerca a China, que hace poco superó a EU como el mayor socio comercial no europeo de Alemania.
En general, EU todavía es el principal socio comercial de la UE y representó casi 17% del comercio exterior total de bienes del bloque del año pasado. Pero China no se queda atrás, con 15% y la relación comercial de la UE con China probablemente crecerá aún más rápido, ya que la iniciativa Belt and Road (un cinturón y una ruta) de China cambia el equilibrio comercial y de seguridad en Asia.
Europa será cada vez más capaz de realizar comercio físico con China a través de rutas terrestres, en lugar de depender de la Marina de EU para que vigile las cadenas de suministro basadas en el transporte marítimo en el Pacífico. El mundo está cambiando y, sin embargo, EU sigue obsesionado con las mismas viejas batallas. El enfoque miope de la administración Trump sobre los déficits comerciales como la medida más importante del éxito económico es quizás el mejor ejemplo de esto.
La última vez que hubo un gran impulso proteccionista en EU —contra Japón en la década de 1980— también se consideró un gran déficit como un indicador de prácticas comerciales desleales. Si bien la penetración en el mercado de los automóviles japoneses en el mercado estadounidense disminuyó ligeramente, las medidas proteccionistas aumentaron los precios de los automóviles, lo cual aumentó el déficit comercial general. Todo el episodio les costó a los consumidores estadounidenses 5,000 mdd al año, según el Heritage Institute.
El costo total de las batallas comerciales de EU con sus aliados aún está por verse, pero podemos apostar que serán altos. Incluso si esta última disputa resulta ser solo engaño al estilo la lucha libre profesional, EU ya perdió una gran cantidad de confianza, el activo intangible más valioso de todos.
“En lugar de negociar la mantequilla de maní, deberíamos considerar la impresión 3D y su efecto en las normas de origen; un punto de fricción en el TLCAN”.