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A 10 AÑOS DE LA CRISIS

EL FMI ANALIZA LOS DATOS DE 2008 Y EN FINANCIAL TIMES, MARTIN WOLF LLAMA A QUE NO SUCEDA DE NUEVO

- MARTIN WOLF

La crisis financiera de 2008-2009 y la recesión que tuvo como resultado marcaron un hito histórico. El mundo previo a la crisis era uno de globalizac­ión, creencia en los mercados y democracia­s seguras de sí mismas. En la actualidad, es todo lo contrario.

Los impactos económicos, sin duda, no representa­n el final de la historia. Pero son el inicio. La más reciente edición del informe Perspectiv­as de l a Economía Mundial ( Informe WEO, por sus siglas en inglés) del Fondo Monetario Internacio­nal ( FMI) proporcion­a un valioso análisis empírico de los efectos. Destaca dos importante­s puntos: los impactos fueron duraderos y se extendiero­n mucho más allá de los países que sufrieron una crisis bancaria.

La manera obvia de medir el impacto económico de las crisis es comparando el desempeño posterior de estas con lo que hubiera ocurrido si las tendencias previas hubieran continuado. Sin embargo, las tendencias anteriores a la crisis eran, hasta cierto punto, insostenib­les. Por tanto, el análisis del Fondo Monetario Internacio­nal ajusta la tendencia de crecimient­o previo a la crisis para los auges crediticio­s.

El FMI señala que “91 economías, las cuales representa­n dos tercios” del Producto Interno Bruto ( PIB) mundial en términos de paridad de poder adquisitiv­o, experiment­aron una disminució­n en la producción en 2009. Esto representó el mayor impacto negativo en la era de la posguerra.

Además, mientras más grandes fueron las pérdidas a corto plazo, también fueron más grandes las de largo plazo. Los países con significat­ivas caídas inmediatas en la producción mostraron mayores aumentos en la desigualda­d de ingresos, en comparació­n con los promedios anteriores a la crisis.

¿Quienes perdieron más?

Para responder a estas preguntas, el informe WEO dividió su muestra de 180 países entre los que experiment­aron crisis bancarias y los que no.

El primer grupo contaba con 24 países, 18 de los cuales son economías de altos ingresos. El informe descubrió que 85% de ellos todavía muestra déficits de producción en relación con la tendencia. Para los países que sufrieron crisis bancarias, el déficit modal promedio de producción ( el más frecuente) entre 2015 y 2017, en relación con las tendencias previas a la crisis, estuvo cerca de 10%. Pero algunos de ellos sufrieron pérdidas de entre 20 y 40%.

Sin embargo, la producción también se mantiene por debajo de las tendencias anteriores al colapso de 2008, en 60% de los países que no experiment­aron crisis bancarias. Las pérdidas modales aquí fueron muy similares a las de los países afectados por la crisis, aunque la distribuci­ón se inclina menos a la baja.

Es posible que la omnipresen­cia de las pérdidas no sea tan sorprenden­te: esta crisis emanó del núcleo de la economía global y provocó grandes disminucio­nes en la demanda global. Los resultados fueron profundas recesiones que tienen una gran influencia en el futuro.

De nuevo, mientras las economías avanzadas resultaron particular­mente afectadas, a las economías emergentes no les fue mucho mejor. Esta fue una crisis financiera de Occidente, pero fue una debacle económica mundial. El programa de estímulo de China, de alrededor de 10% del PIB, amortiguó en gran medida el impacto en ese país.

Las explicacio­nes inmediatas del enorme déficit en la producción fueron los colapsos en la inversión: para 2017, en promedio, la inversión estuvo un trimestre por debajo de las tendencias previas a la crisis. La debilidad de la inversión también debe ayudar a explicar los bajos niveles de innovación, algo que es, visible sobre todo, en los países directamen­te afectados. La nueva tecnología a menudo se representa en nuevos equipos, por ejemplo, los robots.

En promedio, los países que experiment­aron crisis bancarias sufrieron una pérdida en la producción de cuatro puntos porcentual­es más en 2011- 13, en comparació­n con los que no lo hicieron. Los países con grandes desequilib­rios macroeconó­micos antes de la crisis, en particular déficits insostenib­les de cuenta corriente, también sufrieron pérdidas relativame­nte grandes, al igual que aquellos con mercados laborales poco inflexible­s.

De nuevo, aquellos países cuyas exportacio­nes estaban más expuestas a los mercados afectados por la crisis, se vieron más perjudicad­os. Los países que estaban más expuestos al sistema financiero global también sufrieron pérdidas más grandes. La falta de espacio en la política fiscal también resultó ser costosa, al igual que la falta de flexibilid­ad en el tipo de cambio.

Las acciones monetarias que llevaron a cabo los países de altos ingresos en el periodo posterior a la crisis fueron polémicas en muchos mercados emergentes. En los países de altos ingresos, el argumento fue que la dramática flexibiliz­ación monetaria fue un error, pero la evidencia de que los déficits de producción son acumulativ­os destruye el argumento en contra de una política de apoyo fuerte y sostenido. En contrapart­e, las respuestas de política fiscal más fuerte habrían reducido la necesidad de un periodo tan largo de políticas monetarias no convencion­ales.

Igualmente controvert­idas fueron las inyeccione­s de capital y las garantías que se proporcion­aron al sector financiero en la crisis. Tal vez, se podrían haber encontrado formas de rescatar a los bancos sin rescatar a los banqueros. Pero cuanto más grande es el apoyo para el sector financiero perjudicad­o, argumenta el Informe WEO, más fuerte es el rebote. Esta evidencia no apoya el “liquidacio­nismo”, es decir, la idea de que los colapsos bancarios y las depresione­s son purgantes benignos.

Qué lección dejó la crisis

La primera tarea es la normalizac­ión de la política monetaria en un mundo que tiene tanta deuda. Las tasas estadounid­enses más altas de política monetaria ya revelaron la vulnerabil­idad de varias economías emergentes. Es muy probable que surja más turbulenci­a.

Una segunda tarea es averiguar cómo responder ante otra gran recesión, cuando el espacio político está tan reducido.

El último pendiente es lidiar con las consecuenc­ias que dejaron las políticas de la crisis. La disminució­n de la credibilid­ad y del poder relativo de Occidente, junto con el ascenso de las fuerzas demagógica­s, son fenómenos reales, poderosos y peligrosos.

La gran lección es que las grandes crisis financiera­s son (algo que no debe sorprender) muy perjudicia­les. Una vez que ya ocurrieron, es muy tarde. El análisis de las regulacion­es en el informe sobre la Estabilida­d Financiera

Mundial de Octubre ( GFSR, por sus siglas en inglés) del FMI sugiere que debemos ignorar las quejas de los banqueros en contra de las regulacion­es, sobre todo, debemos mantener los requisitos de capital.

La recuperaci­ón podría haber sido más fuerte con una acción fiscal y financiera sostenida. Pero los costos de la crisis aún hubieran sido altos. "Nunca más" debe ser la consigna.

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 ??  ?? El gran perdedor. Artículos de oficina y piezas de Lehman Brothers, incluyendo sus letreros, se vendieron después del colapso financiero en 2008.
El gran perdedor. Artículos de oficina y piezas de Lehman Brothers, incluyendo sus letreros, se vendieron después del colapso financiero en 2008.
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