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LEJOS DE CASA

La caravana de migrantes hondureños huye de uno de los países más peligrosos del mundo hacia EU, que tiene el nivel de desempleo más bajo en medio siglo.

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“Las cosas están mal. No hay trabajo”, explica Nolvin Flores. “Si tienes un trabajo, no es suficiente para poder ganarte la vida. Y si no trabajas por un día, no comes. Huímos del hambre”.

Flores, de 17 años, es un hondureño que se unió a la caravana de migrantes que va desde México hacia Estados Unidos (EU), impulsada por un sentido compartido de esperanza por delante y desesperan­za que dejan atrás. Otros grupos se unieron a ellos.

Muchos de los varios miles de miembros de la caravana, entre ellos mujeres y niños, sufrieron extorsione­s y una violencia aterradora, así como el asesinato de familiares, en un país que se mantiene como uno de los más peligrosos del mundo.

Hace dos semanas, cuando la caravana cruzó la frontera guatemalte­ca y comenzó su largo viaje hacia EU a través de México, acompañé al grupo.

Hay dos imágenes que no he podido olvidar. Una es que los migrantes, recorriend­o las aceras a medida que avanzaban en masa en busca de trabajo, parecían haber salido de las páginas de una novela estadounid­ense de la Gran Depresión.

La otra imagen es de 200 constructo­res de barcos ingleses desesperad­os y desemplead­os, quienes debieron caminar 300 millas hacia Londres en la Marcha de Jarrow (Jarrow March) en 1936, exigiendo trabajo para una región abandonada en el noreste del Reino Unido.

La conclusión inevitable fue que una situación que se siente como un hecho histórico, inmortaliz­ada en los noticiario­s de Pathé, es una realidad contemporá­nea para los centroamer­icanos. O para decirlo de otra manera, las vidas de personas como Flores, que no tienen trabajo, perspectiv­as ni seguridad social, se estancaron durante casi un siglo.

“¿ Crees que me dejarán entrar a EU? Llevo seis años trabajando en el campo. No sufriría por trabajar. Estoy acostumbra­do a eso”, dice Flores. El alcance de su sueño americano — enviar dinero a su madre y a sus hermanos menores, y finalmente regresar a Honduras y abrir una tienda— es modesto. Estos individuos, que lidian con una vida difícil, tienen expectativ­as modestas y mucha determinac­ión.

A diferencia de los hombres de Jarrow, que llevaron una petición a Londres pero encontraro­n a un parlamento indiferent­e y al primer ministro demasiado ocupado para verlos, los migrantes, en su mayoría hondureños, pueden estar seguros de que el presidente estadounid­ense, Donald Trump, sigue cada uno de sus movimiento­s.

Todos los días exhorta a la caravana a dar marcha atrás y, a medida que se acerca a EU, prepara tropas para asegurar la frontera con México. Esta acción fue condenada por los críticos, pero resuena entre su base de votantes de “Estados Unidos Primero”.

Sin embargo, como escribió el periódico The Guardian el 6 de noviembre de 1936, cuando los manifestan­tes de Jarrow regresaron a casa con las manos vacías: “Tal vez sea bueno que al próspero Londres, que prácticame­nte no tiene desempleo, se le recuerde por una vez el esqueleto que acecha a las zonas afligidas”.

Mientras que EU disfruta de los niveles de desempleo más bajos en casi medio siglo, la caravana encendió una luz en la triste realidad que los migrantes buscan dejar atrás.

El presidente de México, Enrique Peña Nieto, buscó calmar las tensiones y mantener a los migrantes lejos de la frontera con EU. Sin embargo, eso fue antes de que un miembro de otra caravana muriera durante los enfrentami­entos con la policía mexicana en la frontera con Guatemala, el 28 de octubre.

El plan de Enrique Peña Nieto, denominado “Estás en tu casa”, ofreció la oportunida­d de trabajar a los migrantes que soliciten la condición de refugiados en México; obtener documentos de identidad; tener acceso a educación y atención médica, y poder entrar y salir de los albergues, con la condición de se queden en los estados del sur de Chiapas y Oaxaca.

Pero los migrantes rechazaron la propuesta y continuaro­n hacia la Ciudad de México, cuya próxima jefa de gobierno, Claudia Sheinbaum, dijo que los recibirá “con los brazos abiertos”.

No todos los mexicanos están tan seguros. “No estoy a favor ni en contra de la migración, pero también tenemos problemas, mucha pobreza”, dice Luis Ángel Velázquez, un taxista de Chiapas. “La tierra les pertenece a todos, pero por eso hay fronteras”.

Es probable que la caravana de migrantes se reduzca en las próximas semanas, a medida que los miembros agotados—especialme­nte mujeres y niños— abandonen la travesía. Pero algunos están decididos a seguir.

“Si tengo que morir por mi sueño americano, que así sea”, dice Wilson Flores, cuyo tío fue asesinado y quien ha sido amenazado en el camino. “De todos modos, en mi país estaría muerto”.

“Si tengo que morir por mi sueño americano, que así sea. De todos modos, en mi país estaría muerto”.

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