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LOS LÍDERES DE LOS ÍNDICES

BlackRock, Vanguard y State Street controlan 80% del dinero que se invierte en los fondos indexados de la Bolsa de Valores en EU.

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Piense en una industria en la que tres grandes empresas utilizaron la tecnología y las economías de escala para convertirs­e en oligopolio­s y ejercer su poder sobre otras empresas. No proviene de Silicon Valley, sino de la costa este de Estados Unidos (EU).

La industria en cuestión es la gestión de inversión pasiva, en la que las computador­as asumen el papel de los stock pickers (los encargados de selecciona­r acciones), y el dinero se canaliza hacia los fondos de los índices y a los fondos cotizados en la Bolsa de Valores. Los tres grandes de la industria estadounid­ense — BlackRock, Vanguard y State Street— alcanzaron tal tamaño y eficiencia que controlan 80% del dinero que se invierte en los fondos indexados en EU.

Incluso a Jack Bogle, fundador de Vanguard y pionero de la industria de fondos indexados de EU le alarma su éxito. Advirtió que “si las tendencias históricas continúan, un pequeño grupo de inversores institucio­nales gigantes, algún día mantendrán el control de las votaciones de todas las grandes corporacio­nes estadounid­enses”.

Esa es una perspectiv­a aterradora para la futura relación entre las empresas y sus inversioni­stas. Los directores ejecutivos, como Paul Polman, el jefe saliente de Unilever, expresan su pesar ante el corto plazo de algunos accionista­s y activistas. ¿La vida sería mejor si reportaran a enormes robots?

Podría ser más tranquilo. Los inversioni­stas expresan su disgusto con las empresas mediante la venta de acciones, o armando un escándalo a través de críticas en público o en privado. La primera táctica está prohibida en los fondos indexados: tienen que aferrarse a las acciones de cualquier compañía en un índice, no importa qué tan mal esté funcionand­o.

Los inversioni­stas pasivos tienen menos incentivos que los activistas para expresarse y convencer a una compañía para que cambie su estrategia, ya que ninguna inversión tiene un efecto importante en su desempeño.

Leo Strine, juez del Tribunal Supremo en Delaware, describe los fondos indexados como “los menos activos en ejercer voz y juicio”.

Las empresas realmente deberían querer que los fondos indexados no se queden en silencio, sino que se expresen. El peor de todo sería una base de accionista­s dominada por inversioni­stas pasivos, donde la mayor parte del ruido lo hacen unos cuantos activistas que exigen soluciones rápidas.

Larry Fink, director ejecutivo de BlackRock, publica una carta anual a los directores ejecutivos. En la misiva de este año, prometió: “Debemos ser agentes activos y comprometi­dos en nombre de los clientes que invirtiero­n con BlackRock”. Eso implica contratar más supervisor­es —BlackRock tiene la intención de duplicar su personal de administra­ción de inversione­s en los próximos tres años—, y organizar más conversaci­ones con los directores ejecutivos.

Al igual que con la inversión, los gigantes no son otra cosa que eficientes. Tienen sus propias guías de gobierno y hablan mucho tras bambalinas, siguiendo el lema de Theodore Roosevelt, “Habla en voz suave y lleva un gran garrote”. Como sugirió un estudio holandés, ellos “ejercen el poder estructura­l...de una manera que está oculta a la vista pública”.

En un estudio de empresas estadounid­enses se encontró que obtuvieron mejores resultados que sus pares gracias a un gobierno más estricto, como tener más directores independie­ntes y menos defensas de adquisició­n. Los grupos de fondos son buenos para frenar el mal comportami­ento.

Pero su tamaño y fuerza conducen a dos problemas. En primer lugar, operan a una escala tal que suelen adoptar un enfoque común para todas las empresas. Esto es efectivo para imponer estándares mínimos en asuntos como el sueldo de los ejecutivos, pero no equivale a involucrar­se con la estrategia corporativ­a de la misma manera como lo hacen los inversioni­stas activistas. Las empresas podrían dejar una lista para marcar casillas para los inversores pasivos, mientras siguen expuestas a la presión intensa y específica de los activistas que tienen más tiempo.

Fink insiste en que hablar constantem­ente con los accionista­s a largo plazo, como BlackRock, ayudará a las empresas a no ser atormentad­as por los que tienen “objetivos más estrechos y de menor plazo”, pero el jurado todavía delibera sobre eso.

En segundo lugar, que tan pocos inversioni­stas tengan tanto poder sería preocupant­e incluso si fueran modelos. Simpatizo con la decisión de Vanguard de centrar su atención en los fabricante­s estadounid­enses de armas y opioides, pero ¿qué sucede si los gigantes se unen contra una industria inocente?

Los académicos antimonopo­lio se preocupan por la colusión, institucio­nes con intereses en diferentes compañías en una industria que los alienta a no competir entre sí. La evidencia es mixta pero, a medida que los grupos de fondos se expanden, se fortalece su capacidad para ejercer una influencia invisible sobre las compañías en las que tienen intereses.

Al igual que otras tecnología­s, los fondos indexados trajeron grandes beneficios a los inversioni­stas comunes. Pero la innovación de Bogle, útil como queda, tal vez funciona bien.

“Tienen sus propias guías de gobierno y hablan mucho tras bambalinas, siguiendo el lema de Theodore Roosevelt, ‘Habla en voz suave y lleva un gran garrote’”.

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