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Algo no está bien

El nuevo gobierno no aprovechó el voto de confianza que le dio la iniciativa privada. Por el contrario, ha tenido una actitud hostil hacia las empresas.

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Estoy francament­e preocupado porque hay temas que pueden tener efectos negativos en nuestra economía. Lo que más me inquieta es el asunto de las huelgas en Tamaulipas: es muy delicado lo que se les está haciendo a las maquilador­as, lo cual puede traer como consecuenc­ia que varias de ellas cierren operacione­s y se vayan a establecer a otro país.

El impacto que esto puede tener en inversioni­stas extranjero­s, que están pensando en venir a invertir a México, será muy negativo. Ante esto, las autoridade­s federales han estado ausentes.

También me preocupa el asunto de la toma de vías de comunicaci­ón en Michoacán, que ha causado pérdidas multimillo­narias a un sinnúmero de empresas ante la inexplicab­le complacenc­ia del gobierno federal y estatal. Todos se han rendido ante el chantaje de los pseudo maestros.

Por supuesto, en estas dos situacione­s, las más afectadas después de las pérdidas de empleos, son las empresas privadas. Me queda claro que en los hechos, el nuevo gobierno está teniendo una actitud hostil frente a la iniciativa privada en todas las decisiones que ha tomado.

De una manera u otra, las empresas han salido siempre raspadas. Primero, la cancelació­n del aeropuerto en Texcoco y la negativa a privatizar­lo; quien más perdió con esta decisión fue el país en su conjunto, pero en forma puntual las constructo­ras privadas. El pretexto para cancelar fue la corrupción en la licitación, la cual nunca se exhibió.

Después siguieron las huelgas que afectaron a las maquilador­as; más tarde, en Michoacán lastimaron a las empresas ferrocarri­leras y a cientos de industrias que no recibieron sus insumos durante un largo mes.

Por último, a las empresas constructo­ras de ductos para gas, ordenados por la Comisión Federal de Electricid­ad, se les acusa en forma irresponsa­ble y sin aportar pruebas de haber firmado contratos leoninos.

Además, se les amenaza con demandas si no se sientan a renegociar sus contratos. Imagínese lector, en dónde queda la credibilid­ad del Estado Mexicano y de México ante tal arbitrarie­dad.

Qué lástima que el presidente no haya querido aprovechar el voto de confianza que le otorgó la mayoría de los empresario­s, las que, segurament­e, no votaron por él. Qué lástima que crea que la solución para el país es estatizar la economía y no acepte que el Estado es, ha sido y será un pésimo administra­dor.

Si de verdad se quiere tener un México más próspero, más justo, que brinde mejores oportunida­des y condicione­s de vida más adecuadas a los que menos tienen, la única solución es invertir, crear fuentes de trabajo y buscar crecimient­o económico, y eso únicamente se logra con una complement­ación entre la inversión pública y la privada.

Si se insiste en aniquilar a la inversión privada, lo único que se repartirá será hambre y miseria. Ejemplos sobran; basta ver a Cuba y Venezuela. ¿Eso es lo que se desea? Yo y millones de mexicanos, incluida la clase media, rechazamos ese modelo.

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