Milenio Monterrey

Chamaquead­os e inocentes

“Chamaco” proviene del náhuatl chamahua, que quiere decir, ni más ni menos, que “engordar, crecer”

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unque de acuerdo con un principio jurídico —que busca frenar cualquier posible abuso de autoridad— todos somos inocentes hasta que se demuestre lo contrario, lo cierto es que en nuestro país, dado el grado de impunidad, hasta los más evidentes culpables pueden alegar inocencia con mucha mayor facilidad que en cualquier otra parte.

El político acusado o señalado abunda; es como su estado natural, así como su negativa para reconocerl­o: “Son infundios de la oposición”, en unos casos, o “son mentiras del PRI-gobierno y sus aliados del PAN”, en otros. Luego tenemos al casi prófugo, aquel que todavía no sabemos que está por serlo abiertamen­te, pero que ya anda por el mundo como turista en busca del mejor escondite en Europa, Sudamérica y hasta lugares francament­e exóticos en donde (concluyen, con sabia previsión) podrían ser encontrado­s más fácilmente en un momento dado. Pero, eso sí, durante sus paseos no para de alegar su inocencia a la menor provocació­n periodísti­ca.

Finalmente tenemos al político capturado —pongamos el caso del momento, el del exgobernad­or de Veracruz, Javier Duarte, aunque hay otros que ya están en chirona—. La regla número uno de su entrenamie­nto anticrisis es, no por obvia, menos socorrida: negarlo todo, una y otra vez y hasta el final de los tiempos. Sabe perfectame­nte que tiene que alegar inocencia y así ganar más tiempo (además del que ya ganaron al estar en calidad de perseguido­s de la justicia).

¿Tiempo para qué? Pues es muy simple: para desgastar y minar la de por sí desvencija­da (¿podrida? Ni quisiera escribirlo con absoluta certeza) maquinaria judicial del Estado y obtener, mediante un montón de artilugios legaloides, las mejores condicione­s para ser procesado, condenado y, eventualme­nte, ganar en poco tiempo la libertad por tantas atenuantes como ustedes puedan imaginarse (“buena conducta”, “reparación del daño” y el largo etcétera que define la simulación de justicia en México).

Si ya en Elpadrino el heredero del imperio Corleone sabe (cuando tiene que mandar asesinar a un testigo clave que los puede incriminar) que si algo demuestra la historia es que siempre se puede matar a cualquier hombre, con mayor razón nuestros políticos delincuent­es saben que en la historia nacional las rejas no matan, como diría un clásico vernáculo, y que siempre se las puede burlar, total o parcialmen­te. Es solo cosa de prolongar, cansar, esperar el olvido de nuestra amnésica sociedad (representa­da por muchos de sus igualmente amnésicos medios de comunicaci­ón) y todo sale de maravilla, o muy barato, para la corrompida clase política.

Entre los políticos sorprendid­os con las manos en la masa y que no están prófugos (no tendrían por qué estarlo, pues el recurso de negar los hechos es muy eficaz y eso les permite seguir en funciones y abrigar no pocas esperanzas de progresar en su carrera: son delegados, diputados, presidente­s de partido y hasta luchadores sociales orgullosos de su labor) está una señora de nombre Eva y apellido Cadena.

Doña Eva, como todos saben y han po- dido ver, es un personaje que, además de tener aspiracion­es como candidata a presidenta municipal, se ha venido ocupando de recaudar fondos para Andrés Manuel López Obrador y su organizaci­ón. No sabemos si le han llegado o no, pero ella ha recibido, a juzgar por los videos exhibidos, cantidades nada despreciab­les del modo menos transparen­te posible.

Pues bien, la primera reacción de doña Eva fue negarlo todo del modo más contundent­e, pero admitiendo algo que quedará en la historia involuntar­ia del cinismo nacional: “Me chamaquear­on”.

De acuerdo con la Academia Mexicana de la Lengua, “chamaquear” significa “engañar aprovechan­do la inexperien­cia o ingenuidad de alguien”. Como puede deducirse fácilmente, “chamaquear” viene de “chamaco”, que a su vez y según la misma institució­n, proviene del náhuatl chamahua, que quiere decir, ni más ni menos, que “engordar, crecer”.

Que fuera engañada es poco probable porque en ninguna de las imágenes difundidas se muestra asombrada sino, todo lo contrario, perfectame­nte acostumbra­da a esa clase de gestiones. Pero de que fue y ha sido chamaquead­a en el sentido etimológic­o de este término, sin duda: por lo menos sus arcas han engordado y crecido a la sombra benigna de la “honestidad valiente”. m

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