AMLO y amistades peligrosas
Siempre hay una relación tensa entre lo que se pretende y lo que es, lo que se quiere y la realidad. El tabasqueño es la mejor expresión de esto. Se asume predestinado y diferente. Sin embargo, para él la honestidad no es forma de ser, sino argumento
En un momento crucial de la campaña del Estado de México, López Obrador y su partido han sido sujetos a la crítica que va más allá de los términos propios de la contienda. Dos eventos con dos damas muestran que la pretensión de AMLO de presentarse como algo diferente a lo que existe en la política se vuelve tarea imposible. La realidad de las cosas es que Morena y López Obrador no están exentos de los problemas que viven todos los partidos y todos los líderes. Quizá lo ocurrido sea menor y para los simpatizantes del tabasqueño sea un ardid más de la mafia en el poder para deteriorar su imagen y posicionamiento ante la sucesión presidencial de 2018.
Siempre hay una relación tensa entre lo que se pretende y lo que es, lo que se quiere y la realidad. López Obrador es la mejor expresión de esto. Se asume predestinado y diferente. Sin embargo, para él la honestidad no es forma de ser, sino argumento, un elemento esencial de su lucha por el poder; en otras palabras, la honestidad no es un principio o fin, es un medio para lograr lo que todos pretenden, ganar el poder. Por esta razón, su respuesta y la pérdida de compostura ante lo que ahora se presenta.
El reino de López Obrador es de este mundo, tiene que vivir y padecer lo de todos, entre otras cosas, la importancia que para la política tiene el dinero formal de las asignaciones públicas y el informal, mucho más cuantioso y es el que opera en todas las campañas electorales. Es inevitable que las amistades se escapen del estándar autoimpuesto, quizá el mismo Andrés Manuel no cumpla con rigor estricto lo que pretende acreditar.
El complejo de superioridad moral tiene sus consecuencias y es que hace noticia lo que en otras condiciones fuera tema común. Un sacerdote que tiene relaciones amorosas se vuelve notorio y quizá escandaloso no por el hecho, lo más normal que puede haber, sino por la investidura del señalado; algo semejante sucede con las amistades de López Obrador. Que a un candidato le den un subrepticio donativo para su campaña o para su líder, aunque ilegal es tema menor, se vuelve noticia mayor cuando la candidata es parte de la santidad política que Morena y su líder se han arrogado.
La respuesta del partido y de su líder era la esperada. Condenar a la hoguera a la culpable y remitir todo a una acción en su contra por la mafia del poder. Era más sencillo decir lo que para ellos sería comprometer el argumento de excepción: Morena no está exento de los problemas que padecen todos los partidos.
El problema escala cuando se prueba que la candidata de Morena para el Estado de México, la profesora Delfina Gómez, autorizó que a mil 40 trabajadores del ayuntamiento les quitaran 10 por ciento de su salario para entregarlo a una organización a cargo del padrino de la ahora candidata, ex alcalde y alcalde sustituto Higinio Martínez, un personaje muy cuestionado y cuestionable y también uno de los líderes de Morena en el Estado de México.
José Luis Abarca, ex alcalde de Iguala, es un capítulo dramático del sometimiento de la política al crimen organizado. La masacre de jóvenes normalistas que mucho ha lastimado al país es una herida profunda cuyo origen está en el deterioro del piso ético del servicio público. Cuando todo se vale y todo se perdona si se pertenece al proyecto propio, suelen ocurrir excesos como los de la noche de Iguala con los jóvenes de la normal de Ayotzinapa. Es una llamada de atención a todos los partidos y proyectos políticos, sin excepción. Todos están expuestos, más aquellos que hacen de todo evento adverso un complot y de los propios, víctimas de la mafia del poder.
La maestra Delfina es indefendible. López Obrador lo sabe. En un mal momento una falta grave y quizá la comisión de un delito y su reconocimiento como cierto por la misma candidata es un tema mayor bajo cualquier estándar, pero también demuestra lo frágil del código ético que Morena y su líder se han impuesto. Si se actuara en consecuencia, la renuncia de Delfina a la candidatura sería la respuesta obligada. Pero no habrá de ocurrir, porque de lo que se trata es ganar el poder bajo cualquier circunstancia, en otras palabras, una evidencia más de que López Obrador y sus amistades peligrosas son igual que cualquiera, para el caso concreto la honestidad no es atributo, sino argumento a modo para ganar elecciones.
El complejo de superioridad moral tiene sus consecuencias y es que hace noticia lo que en otras condiciones fuera tema común