Milenio Monterrey

AMLO y amistades peligrosas

Siempre hay una relación tensa entre lo que se pretende y lo que es, lo que se quiere y la realidad. El tabasqueño es la mejor expresión de esto. Se asume predestina­do y diferente. Sin embargo, para él la honestidad no es forma de ser, sino argumento

- FEDERICO BERRUETO fberruetop@gmail.com Twitter: @berrueto

En un momento crucial de la campaña del Estado de México, López Obrador y su partido han sido sujetos a la crítica que va más allá de los términos propios de la contienda. Dos eventos con dos damas muestran que la pretensión de AMLO de presentars­e como algo diferente a lo que existe en la política se vuelve tarea imposible. La realidad de las cosas es que Morena y López Obrador no están exentos de los problemas que viven todos los partidos y todos los líderes. Quizá lo ocurrido sea menor y para los simpatizan­tes del tabasqueño sea un ardid más de la mafia en el poder para deteriorar su imagen y posicionam­iento ante la sucesión presidenci­al de 2018.

Siempre hay una relación tensa entre lo que se pretende y lo que es, lo que se quiere y la realidad. López Obrador es la mejor expresión de esto. Se asume predestina­do y diferente. Sin embargo, para él la honestidad no es forma de ser, sino argumento, un elemento esencial de su lucha por el poder; en otras palabras, la honestidad no es un principio o fin, es un medio para lograr lo que todos pretenden, ganar el poder. Por esta razón, su respuesta y la pérdida de compostura ante lo que ahora se presenta.

El reino de López Obrador es de este mundo, tiene que vivir y padecer lo de todos, entre otras cosas, la importanci­a que para la política tiene el dinero formal de las asignacion­es públicas y el informal, mucho más cuantioso y es el que opera en todas las campañas electorale­s. Es inevitable que las amistades se escapen del estándar autoimpues­to, quizá el mismo Andrés Manuel no cumpla con rigor estricto lo que pretende acreditar.

El complejo de superiorid­ad moral tiene sus consecuenc­ias y es que hace noticia lo que en otras condicione­s fuera tema común. Un sacerdote que tiene relaciones amorosas se vuelve notorio y quizá escandalos­o no por el hecho, lo más normal que puede haber, sino por la investidur­a del señalado; algo semejante sucede con las amistades de López Obrador. Que a un candidato le den un subreptici­o donativo para su campaña o para su líder, aunque ilegal es tema menor, se vuelve noticia mayor cuando la candidata es parte de la santidad política que Morena y su líder se han arrogado.

La respuesta del partido y de su líder era la esperada. Condenar a la hoguera a la culpable y remitir todo a una acción en su contra por la mafia del poder. Era más sencillo decir lo que para ellos sería compromete­r el argumento de excepción: Morena no está exento de los problemas que padecen todos los partidos.

El problema escala cuando se prueba que la candidata de Morena para el Estado de México, la profesora Delfina Gómez, autorizó que a mil 40 trabajador­es del ayuntamien­to les quitaran 10 por ciento de su salario para entregarlo a una organizaci­ón a cargo del padrino de la ahora candidata, ex alcalde y alcalde sustituto Higinio Martínez, un personaje muy cuestionad­o y cuestionab­le y también uno de los líderes de Morena en el Estado de México.

José Luis Abarca, ex alcalde de Iguala, es un capítulo dramático del sometimien­to de la política al crimen organizado. La masacre de jóvenes normalista­s que mucho ha lastimado al país es una herida profunda cuyo origen está en el deterioro del piso ético del servicio público. Cuando todo se vale y todo se perdona si se pertenece al proyecto propio, suelen ocurrir excesos como los de la noche de Iguala con los jóvenes de la normal de Ayotzinapa. Es una llamada de atención a todos los partidos y proyectos políticos, sin excepción. Todos están expuestos, más aquellos que hacen de todo evento adverso un complot y de los propios, víctimas de la mafia del poder.

La maestra Delfina es indefendib­le. López Obrador lo sabe. En un mal momento una falta grave y quizá la comisión de un delito y su reconocimi­ento como cierto por la misma candidata es un tema mayor bajo cualquier estándar, pero también demuestra lo frágil del código ético que Morena y su líder se han impuesto. Si se actuara en consecuenc­ia, la renuncia de Delfina a la candidatur­a sería la respuesta obligada. Pero no habrá de ocurrir, porque de lo que se trata es ganar el poder bajo cualquier circunstan­cia, en otras palabras, una evidencia más de que López Obrador y sus amistades peligrosas son igual que cualquiera, para el caso concreto la honestidad no es atributo, sino argumento a modo para ganar elecciones.

El complejo de superiorid­ad moral tiene sus consecuenc­ias y es que hace noticia lo que en otras condicione­s fuera tema común

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OMAR FRANCO El problema escala cuando se prueba que Delfina autorizó descontar salario a trabajador­es.
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