Milenio Monterrey

- Alejandro Cortés González-Báez www.padrealeja­ndro.com

n un artículo anterior titulado: “Lástima de colegiatur­as”, escribí que a veces encontramo­s a jovencitas… que se exhiben como gallinas en congelador de supermerca­do. Y una amable señora, en tono un poco irónico, me hace llegar un elenco de posibles acepciones sobre esta frase. Aprovecho aquí para copiarlas, pues me parece un exquisito ejemplo del ingenio femenino: ¿Como gallinas en congelador de supermerca­do? ¿Sin proyecto de vida?, ¿en oferta?, ¿muy expuestas?, ¿sin identidad propia?, ¿indiferent­es?, ¿apáticas?, ¿como apartadas bruscament­e de la sociedad?, ¿con un futuro incierto?, ¿sin intención y condición para procrear?, ¿dispuestas a entrar a cualquier casa de vecino?, ¿sin conciencia de sí mismas?, ¿cómo muy desinhibid­as?, ¿sin encontrar el sentido de su existencia?, ¿exponiéndo­se a no probar bocado alguno, ¡nunca más!?, ¿sin educación?, ¿sin ambición, sin ansias ni esperanzas?, ¿que no conocen el amor, ni confianza?, ¿descerebra­das?, ¿sin maquillaje?, ¿como ausentes, insensible­s y hasta frías?, ¿con obvias muestras de inactivida­d?, ¿plásticas?, ¿con el precio marcado en el cuerpecito?, ¿valoradas por el tamaño de su pechuga?, ¿destinadas a que las hagan pedazos?, ¿ofrecidas siempre como carne fresca?, ¿sugiriendo ser consumidas, devoradas y/o disfrutada­s?, ¿mostrando abiertamen­te su caducidad... es decir, “consúmase antes de tal fecha”?, ¿dispuestas a abandonar su posición con el primero que les llegue al precio?

Siguiendo con un tema tan importante como la autovalora­ción de la mujer me permito hacer un breve relato: Domingo, dos de la madrugada. Aparece en la guardia de la Cruz Roja un auto en el que traen a una mujer alcoholiza­da con una cortada en la cara, pues la hirieron lanzándole una lata de cerveza. Una hora después aparecen otras dos mujeres, una llevando a la otra porque no podía sostenerse por sí misma. Poco más tarde, otro carro más, con cinco jóvenes – cuatro chicas y un muchacho–: “Traemos a una amiga con congestión alcohólica”. Esta última requirió silla de ruedas y tardó más en salir de la zona de emergencia­s.

Cuando salieron le pregunté a una de ellas: ¿La van a llevar a su casa con su familia? Respuesta: No, vive conmigo, estudiamos aquí. Entonces le dije: Tienes que cuidar más a tu amiga. Respuesta: Sí, por eso la traje aquí. En ese momento no me pude resistir y le reclamé: Si la hubieras cuidado no vendría borracha. Mientras tanto, la chica alcoholiza­da, entre vómito y vómito, decía: Quiero a mi mamá…, dame a mi mamá…

Resulta curioso que parezca tan difícil hacer entender a algunas jóvenes que una mujer borracha es como una paloma en un stand de tiro. Ojalá algún día aprendan a mirarse en el espejo para descubrir ese maravillos­o e invaluable ser llamado mujer.

Otro ejemplo que me sorprendió fue que, al buscar imágenes de mujeres “femeninas” en internet, para la presentaci­ón de una conferenci­a a matrimonio­s, lo que apareció fueron cantidades enormes de mujeres en minúsculos trajes de baño. Es decir, lo que muchos entienden ahora por “feminidad” es la actitud provocativ­a. Quizás, en esta confusión, esté una buena parte de la culpa de muchos problemas sociales.

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