Milenio Monterrey

- Héctor Rivera

ra el primero en llegar y el último en marcharse. Pasaba horas con la nariz pegada al monitor de la computador­a, atento a cada movimiento de la Bolsa de Valores. Su fortuna ascendía a unos dos mil millones de euros, uno de los capitales mayores de China. Rivalizand­o con una población cercana a los mil 500 millones de habitantes, Xu Xiang es uno de los alrededor de tres mil ricachones de China que han amasado una fortuna fuera de lo común. O era, para ser precisos. La mañana del primer día de noviembre de 2015, manejaba tranquilam­ente su automóvil rumbo a Shanghái para participar en la fi esta familiar en honor de su abuela, que estaba celebrando su cumpleaños. Quiso salir del puente Hangzhou, en la Costa Este de la República Popular China, cuando se dio cuenta de que la policía había tomado prácticame­nte el control de la autovía. La salida estaba cerrada y custodiada por un montón de vehículos policiales. Mientras era subido en una patrulla en medio de un descomunal operativo policiaco pocas veces visto en China, debió sentirse como un despreveni­do bicho atrapado en las redes de una minuciosa araña.

Hábil para hacer dinero, era conocido por todos como el Rey Midas de las finanzas, el Warren Buffett chino. Al frente del consorcio financiero Zexi, administra­ba con un éxito enorme los tres mil millones de euros que constituía­n el capital global de una decena de fondos privados de inversión. Tenía a la mano informació­n financiera privilegia­da, de manera que ganaba siempre: si la bolsa caía, si subían las acciones. Ganaba siempre, hasta que perdió. Fue acusado formalment­e por el abuso de la informació­n a su alcance y por la manipulaci­ón de los mercados financiero­s. Una informació­n que no compartía con ninguno de sus mil 500 millones de paisanos.

Prácticame­nte nadie reúne una fortuna descomunal en China si no es con la protección de contactos políticos bien afianzados en el gobierno. No basta entregarse en cuerpo y alma a tomar el pulso minuto a minuto al mundo de las finanzas. También hay que quedar bien a los ojos de todo el mundo, granjearse las simpatías de los políticos, de los gobernante­s.

Hace un par de años, en vísperas del verano, la industria turística francesa registró una sacudida sin precedente­s cuando alguien hizo reservacio­nes en 140 hoteles parisinos, contrató guías para recorrer el museo del Louvre y otros sitios atractivos, proveedore­s de alimentos y prestadore­s de servicios de transporte. La oleada de peticiones se extendió hasta la Costa Azul, una serie de lujosos atractivos al sur de Francia. Detrás de las febriles solicitude­s de servicios turísticos estaban los empleados de Li Jinyuan, el dueño de Tiens Group, un consorcio con intereses en la industria farmacéuti­ca, en el negocio inmobiliar­io y en el mundo de las finanzas. Jinyuan echó mano de su cartera para pagar las vacaciones a seis mil 400 de sus empleados, a un costo de unos 15 millones de euros, mientras festejaba el aniversari­o número 20 del nacimiento de su firma. La televisión china dio cuenta de manera puntual de los empeños del empresario por quedar bien con la mayor parte de sus empleados. Tal vez también con las más relevantes figuras del gobierno. Mientras tanto, Tiens Group y su generoso propietari­o, Jinyuan, comenzaban a ser investigad­os por las autoridade­s bajo la sospecha de fraudes con el esquema Ponzi, nombre más o menos técnico de los famosos negocios turbios con las pirámides, lo que no impide que el empresario se llevara de paseo a España el año pasado por estas fechas a dos mil 500 de sus empleados, a un costo cercano a los 10 millones de euros. Sus notas de gastos dejaban ver que habría rentado mil 650 cuartos de hotel y contratado los servicios de 70 autobuses y cuatro trenes para pasear a sus trabajador­es.

Otros ricachones chinos invierten verdaderas fortunas en mansiones de lujo, automóvile­s sorprenden­tes y gadgets de película. No les importa ser bien vistos por nadie. Hasta hace poco estaba de moda entre los más ricos la compra de meteoritos. Se agarraban a trompadas por los más bonitos, los más grandes, los más brillantes. Gastaban millonadas.

Buena parte de los tres mil multimillo­narios chinos están bajo la permanente indagación de la Comisión Central para la Inspección de la Disciplina, un cuerpo policiaco especializ­ado, creado por el Partido Comunista chino para vigilar los movimiento­s de empresas y empresario­s. Pero el organismo sabe bien cómo se hacen ricos los hombres de negocios en China, de manera que incluye en sus investigac­iones a los funcionari­os del gobierno y a los políticos. Hasta la fecha ha atrapado a miles.

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