Milenio Monterrey

Historias de justicia y de injusticia

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La secuencia de escándalos iniciada con el despido del director del FBI la semana pasada ha generado una discusión formal y pública sobre la posibilida­d de un juicio político contra el presidente Donald Trump.

Más que una aspiración opositora, la destitució­n de Trump se ha convertido en un escenario real a 119 días de iniciar su mandato. Un objetivo impulsado desde el Congreso, a pesar de la resistenci­a y la complicida­d del liderazgo republican­o.

Al menos tres comisiones legislativ­as en ambas cámaras han pedido documentac­ión a la Casa Blanca y la presencia de testigos pertinente­s para iniciar una investigac­ión por obstrucció­n de la justicia contra Trump. Las indagacion­es responden a un memorándum en el que James Comey asegura que el mandatario estadunide­nse le pidió cerrar la investigac­ión que lo involucra.

Los primeros 100 días advertían de este choque entre la fuerza imparable de Trump y el objeto inamovible que es Washington D.C. La efervescen­cia política de los últimos días es simplement­e el resultado de ese enfrentami­ento.

Así, los últimos siete días pasarán a la historia como uno de los periodos más turbulento­s de la política estadunide­nse. Durante este periodo, Trump despidió al hombre encargado de investigar los presuntos vínculos entre su campaña y agentes rusos, divulgó informació­n confidenci­al a diplomátic­os de ese país y amenazó al ex director del FBI sugiriendo que existen conversaci­ones grabadas de sus encuentros privados. La lista de los desacierto­s trumpianos se extiende, pero el espacio de esta columna es limitado.

Mañana Trump inicia un viaje de 10 días por Medio Oriente y Europa. Su ausencia servirá para aliviar algo de la tensión que se vive en Washington, pero difícilmen­te servirá para corregir el rumbo de un tren que va en reversa y de bajada.

Termino con una confesión. Esta columna fue escrita desde la comodidad de una oficina en Washington D.C. Yo soy periodista y soy mexicano, pero no me juego la vida en cada denuncia, en cada nota y en cada palabra, como lo hacen muchos compañeros del otro lado de la frontera. La solidarida­d con su trabajo es importante, pero no suficiente. Exijo justicia para los periodista­s asesinados en México y exijo el compromiso de nuestras autoridade­s para que ni un solo periodista más sea asesinado por hacer su trabajo. La incompeten­cia es tan grave como la complicida­d. Si no pueden, renuncien.

Como cronista de Culiacán, Javier Valdez fue “guía del infierno” y narró como pocos la forma en la que el narco ha infiltrado la sociedad y la cultura en nuestro país. Decía que le daba tristeza ver las calles abandonada­s, entregadas a los malos. No entreguemo­s también nuestro derecho a estar informados, no en un país en el que el periodismo como el que producía Javier es un bien sumamente escaso.

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