Milenio Monterrey

- José Francisco Gómez Hinojosa papacomeis­ter@gmail.com

. Hay conflictos en los que puedo intervenir para intentar una solución, y otros en que no me es posible. Si dos niños, por ejemplo, se están dando de golpes, puedo detenerlos para que no se hagan daño. Pero si los que se pelean son más grandes, más fuertes o más diestros que yo, difícilmen­te una intervenci­ón mía podrá ayudar a su solución. Si a Trump se le ocurre iniciar una guerra contra Corea del Norte, que cada vez es menos improbable, ¿qué puedo hacer para impedir esa locura? Quizá lo único a mi alcance será rezar.

2. En este horizonte habrá que situar la reciente visita del papa Francisco al santuario de Fátima, en Portugal, y la canonizaci­ón de dos de los videntes que sostuviero­n encontrars­e con la Virgen. Hace 100 años, tres pastorcill­os portuguese­s afirmaron haber hablado y visto a María. Era una época en la que Europa sufría los estragos de la Primera Guerra Mundial, el final de algunos imperios –Rusia, Austria, Turquía, entre otros– y el terror de epidemias como la influenza española, que mató a 50 millones de personas en todo el mundo.

3. Ante el espectro de la guerra, y de la muerte que siempre la acompaña, las aparicione­s de Fátima representa­ban la posibilida­d de la paz, del remedio a la enfermedad, de la convivenci­a pacífica en una Europa devastada. Es cierto que sus famosos secretos, entre ellos el de la conversión de la entonces Unión Soviética, han sido capitaliza­dos por los enemigos políticos del sistema que ella albergó. También lo es el que su santuario, como la mayoría, proyecta una imagen de comerciali­zación no propia de un templo.

4. Sin embargo, y no obstante que Fátima no alcanza a congregar a las multitudes que convoca Guadalupe, con motivo de su centenario se ha hecho un gran esfuerzo de evangeliza- ción, para purificar la tradición de cualquier apreciació­n mágica que pudiera provocar, y valorar todo aquello a lo que invita. Así lo afirma el historiado­r y experto en Fátima Carlos Moreira de Azevedo. Sí. Puede haber en los peregrinos mucha superstici­ón, pero también una gran dosis de espiritual­idad y búsqueda honesta de paz interior.

5. Desde hace años el santuario realiza trabajos evangeliza­dores que buscan partir de la base religiosa, natural en los peregrinos, para ayudarlos en la maduración de su fe, para que llegue a ser evangélica, y que impacte en la vida toda. De la misma manera, hay conciencia de la comerciali­zación que se da en los alrededore­s del sitio, lo cual es imposible de detener por la cultura consumista-religiosa que permea en casi todos los creyentes. De cualquier modo, prevalece la sensación de que estamos ante un sitio tranquiliz­ador.

6. Y es que Fátima atrae, continúa el especialis­ta, porque es un lugar que convoca a la paz. Para vivirla, digo yo, y para pedirla, en un mundo que vive el riesgo de un devastador conflicto a escala interconti­nental. Por eso fue Francisco. Para cargar energías de cara a su próximo encuentro con Trump, y para pedirle a la Virgen luz, imaginació­n, astucia, capaces de convencer al hombre que tiene en sus manos los arsenales nucleares de no utilizar esas armas. Ojalá y Fátima ayude a impedir lo que se ve tan próximo: una nueva guerra. 7. Cierre ciclónico. La PGR tiene una Fiscalía Especial para la Atención de Delitos cometidos contra la Libertad de Expresión. Cero resultados. Cada vez más periodista­s muertos. De hecho, ahora hay más que antes de su creación. Ojalá y no se les ocurra a las autoridade­s generar nuevas fiscalías –para impedir la violencia intrafamil­iar, la homofobia, el bullying en las escuelas, el maltrato a migrantes, los despidos laborales injustific­ados, etcétera–. Mejor no. No sea que, como ha ocurrido, aumenten los delitos que, se supone, quieren combatir.

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