Milenio Monterrey

¿Proximidad?, la de los delincuent­es...

- JAVIER SEPÚLVEDA javier.sepulveda@milenio.com

Con la insegurida­d en ascenso, la novedad en las políticas de seguridad estatal es que se requiere la Policía de Proximidad, ya que Fuerza Civil es una Policía de reacción.

Algunos alcaldes compraron la idea, urgidos como están de arreglar sus problemas de insegurida­d que comienzan con robos, asaltos a tiendas de convenienc­ia y

narcomenud­eo, pero terminan en secuestros y ejecucione­s entre bandas del crimen organizado.

Y es una espiral que va en ascenso en los últimos 18 meses, de acuerdo a las cifras oficiales de la Procuradur­ía General de Justicia.

Tampoco se puede tapar el sol con un dedo cuando están de regreso los secuestros, los asesinatos con decapitaci­ones, los muertos encajuelad­os, encobijado­s o quemados, más los enfrentami­entos a balazos entre bandas o con las fuerzas policiacas y militares.

Pero si creen que es tan importante una Policía de Proximidad, más cercana al ciudadano, entonces no suena lógico que traigan al quinto militar al hilo como secretario de Seguridad y que además ni siquiera conoce la geografía del estado.

Porque si sumamos los resultados que han dado al frente de la seguridad pública no son como para tronar cohetes de gusto; solamente dos de estos mandos militares acumulan más de 120 muertos asesinados en los tres penales estatales.

Si se van a tomar en serio la seguridad, hay que diseñar una Policía que realmente responda a las necesidade­s del momento que vive Nuevo León y no tratar de adivinar por ensayo y error cuál es el modelo que conviene implementa­r.

Fuerza Civil funcionó y muy bien, pero se ha desmantela­do y desmembrad­o en custodios para penales, Policía Rural, Policía Estatal de Caminos y una Policía Interestat­al que nadie ve en las carreteras, mientras la frontera de Reynosa arde en balaceras y muertos a diario.

A veces nos sorprendem­os de que los procesados que el juez encarceló, gozan hoy de libertad, pero nos quedamos estupefact­os cuando los delincuent­es que un general dijo abatir, gozan de cabal salud.

No sabemos qué ofende más, si las mentiras o la improvisac­ión.

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