Milenio Monterrey

Hoy, dice la leyenda

Urbana moreliana, que cuando pasas en las tardes de verano frente a la casona, por el callejón de San Diego, puede ser que oigas la súplica por un mendrugo de pan, visualizan­do una lánguida mano que apenas sobresale de la reja de esa alta ventana del sóta

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En la casona, a un lado del acueducto de la ciudad de Morelia, allá por 1882, vivía un Capitán, su hija y la esposa y madrastra de ambos. La madrastra aborrecía a la hija del Capitán, aunque lo disimulaba muy bien.

El Capitán fue llamado a la Ciudad de México para una comisión.

En esos días la hija, estando en la terraza de la casa, justo sobre el Callejón de San Diego, notó que un apuesto teniente la miraba, admirando su belleza. Los días pasaron y también el teniente, quien cortesment­e dijo esperaría a que llegara el Capitán para solicitar su anuencia de frecuentar a su hija.

La madrastra al oír esto decidió encerrarla en un cuartucho en el nivel bajo de la casona. Una vez encerrada se olvidó de ella.

En su desesperac­ión, la hija, que apenas alcanzaba a sacar la mano por la reja de la pequeña y alta ventana del sótano donde se encontraba, pedía, cuando oía pasar a alguien un mendrugo de pan.

Pasó un año para cuando regresó al pueblo el Capitán, en el cuartel antes de llegar a su casa, fue abordado por el joven teniente quien le solicitó su anuencia para visitar a su hija. El Capitán invitó al teniente a ir juntos a su hogar para ver a su hija y preguntarl­e frente al teniente si estaría ella de acuerdo.

Al acudir el Capitán no encontró a su mujer, pues ésta había huido de la casa, y una triste agonía recorrió su corazón al encontrar solo los restos esquelétic­os de su hija en aquel sótano de sufrimient­o.

Hoy, dice la leyenda urbana moreliana, que cuando pasas en las tardes de verano frente a la casona, por el callejón de San Diego, puede ser que oigas la súplica por un mendrugo de pan, visualizan­do una lánguida mano que apenas sobresale de la reja de esa alta ventana del sótano de la casona, concluyend­o que aquellos que le ofrecieron pan se llenaron de suerte y otras bendicione­s.

Esta imagen es el patio central de la Casona del relato, convertida hoy en el Centro Cultural UNAM de Morelia.

Ayer tuve la oportunida­d de visitarlo y deleitarme con la música de un grupo de rock que interpretó un homenaje a Carlos Santana, así como de la exhibición, en la sala principal, de una colección enorme de quimonos japoneses.

Felicidade­s a los administra­dores, hacen una gran labor divulgando cultura y mostrando buen arte, en especial a la Lic. María Ivonne Zárate Contreras Coordinado­ra del Centro Cultural Morelia, y a la Dra. Diana Tamara Martínez Ruíz, directora de la Escuela Nacional de Estudios Superiores UNAM, Unidad Morelia, a quienes se le deseo los mejores éxitos.

Por cierto, ni escuché la súplica, ni vi la lánguida mano.

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Sus preguntas o dudas son bienvenida­s en: mexhunter@gmail.com

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