Milenio Monterrey

Carnaval de desvergonz­ados

- DIEGO FERNÁNDEZ DE CEVALLOS

Está comprobado que a los vividores de la política en cualquier parte del mundo —sean de izquierdas o de derechas— les sobran colas para colgarse de rama en rama y acomodarse con el único propósito de lograr prebendas y dominio. El poder es droga maldita.

No es inmoral que ciudadanos terminen su militancia en un partido y se afilien a otro, siempre que sea el resultado de un análisis honesto pensando en el bien del país, no en el propio.

Por desgracia, en México se ha hecho costumbre despreciar todo concepto de honor y de lealtad a sí mismos y a la causa por la cual se dice luchar. El cinismo ha llevado a que muchos líderes salten de partido en partido, acumulando cuatro o cinco militancia­s sin el menor pudor, o se declaren “independie­ntes”.

Pretenden engañarnos con discursos huecos, aludiendo a “valores y principios”, a “las demandas y el enojo social”, escondiend­o su oportunism­o y desvergüen­za.

Y si eso sucede con liderazgos individual­es, ¿qué esperar de las huestes que tienen bajo su control?

Un caso reciente: ahora resulta que López Obrador abrió las puertas del partido de su propiedad, Morena, al grupo dirigido históricam­ente por la maestra Elba Esther Gordillo —yerno incluido— no obstante que durante años la acusó de corrupta al servicio de “la mafia del poder”, y de haberle “robado” la elección presidenci­al en favor de Calderón.

Con la simple llegada a Morena, la claque resulta purificada, deja de formar parte de “lamafiaene­lpoder” y López solamente le pide a la profesora que “aclare” su participac­ión en “elfraudede­2006”. Así todo quedó redimido. ¡Valiente honestidad! Pero no se preocupe usted: el Rayitode

Esperanza ofrece que “Morenaactu­ará demanerapr­ecavidaant­elaadhesió­n públicadea­lgunoslíde­resdelSNTE quehacepoc­oapoyabana­lamafiadel poder”. ¡Viva México! O sea: entren corruptos, sométanse ovejunamen­te a mis designios para construir la “RepúblicaA­morosa”, denme una “aclaración” y aquí no pasó nada, ¡están purificado­s! A eso se reduce la “honestidad­valiente” del redentor que nos quiere gobernar.

¡Lo que hay que hacer, si de llegar a la Presidenci­a se trata, cuando se es un corrupto más en el carnaval de desvergonz­ados que pudren la vida pública de México!

Por ello, es imposterga­ble que quienes con verdadera honestidad participan en tareas del servicio público, así como millones de mexicanos de buena voluntad —a quienes nos duele el México de hoy— cerremos filas para echar a los abusadores del poder, y no permitir que la desesperac­ión y el resentimie­nto entreguen el futuro del país a un corrupto más, ahora disfrazado de pobreyhone­sto, con las mañas que aprendió adentro y la ambición de poder personal que lo tortura y envilece. Todo autócrata es, por definición, un criminal.

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