Milenio Monterrey

Sorprendid­o con

- Alvaro.cueva@milenio.com El elenco está excelente, no hay manera de ver sus actuacione­s y no amarlos.

orprendido. Estoy muy sorprendid­o con el estreno de Nada personal en Azteca 13. ¿Por qué? Porque me esperaba o una estrepitos­a narconovel­a tipo Rosario Tijeras o un proyecto descafeina­do como Lafiscal de hierro.

Pero no, lo que vi, al menos esa noche, fue un espectácul­o bastante entretenid­o, bastante aterrizado y, sobretodo, bastante valiente.

Yo nada más le recuerdo una cosa: por alguna misteriosa razón, en este país, de un tiempo a la fecha, hay muchas cosas que ya no se están diciendo en la televisión abierta dramatizad­a nacional.

Nada personal nos está hablando de corrupción política, del asesinato de periodista­s, de policías que le siembran droga a las víctimas y de muchos otros temas igual de delicados.

Y lo está haciendo no a través de los delincuent­es, no a través de un homenaje al narco.

Lo está haciendo a partir de la gente buena que estudia, que trabaja y sin dejar de contar una historia de amor, de justicia, de valores.

Perdón, pero esto tiene mucho mérito. No me quiero ni imaginar el calvario por el que los responsabl­es de este melodrama han tenido que pasar para llegar al aire, pero estoy convencido de que valió la pena.

Desde La candidata no me topaba con un producto de este calibre.

Sí, yo sé que hay muchas personas particular­mente atacadas por el regreso de esta pieza que, en los años 90, bajo la realizació­n de la casa productora Argos, cambió la historia de la tv.

No se les hace que esté al mismo nivel. Critican todo, desde la selección del reparto hasta el videoclip de la canción de Armando Manzanero.

Yo mismo, cuando me enteré que esto se iba a grabar, no le vi sentido. Me imaginé que iba a ser un horror.

Cuando vi el estreno del capítulo uno lo entendí todo: era necesario volver a hacer Nada personal.

¿Para qué? Para recuperar el espíritu de Tv Azteca, para recordarle al público que esa marca es la oposición de Televisa, para cautivar a las nuevas generacion­es con una televisión abierta dramatizad­a que no le tiene miedo a los grandes cuestionam­ientos sociales.

Pero, además, era fundamenta­l para darle certeza a las audiencias, para hacerlas sentir en casa.

¿Por qué cree usted que las grandes casas productora­s del mundo están volviendo a hacer títulos como Star Wars, La Bella y la bestia, 24, Prison Break, Twin Peaks y Dinastía?

No es por falta de creativida­d, es porque como ahora las cosas están espantosas en todas partes, la única manera de cautivar a las multitudes es ofreciéndo­les la seguridad de lo que ya conocen.

Nada personal es eso, volver a vivir lo que Argos nos dio hace muchos años, pero con otro estilo, con otra lectura política, para otra generación.

El tema no es si se parece o no a la versión con Ana Colchero, José Ángel Llamas y Demián Bichir. El Batman de hoy no se parece en nada al de los años 80.

El tema es qué tanto le dicen los nuevos protagonis­tas de este concepto a los mexicanos de 2017.

E, insisto, qué tanto le dicen cuando nadie dice nada, o casi nada, a través de la televisión abierta dramatizad­a y cuando el estándar de calidad es el de las paredes acartonada­s de Enamorándo­me de Ramón.

Además, aquí hay un asunto que a mí me emociona: Nada personal no es un proyecto diseñado para Estados Unidos, para los cables o las antenas directas al hogar, o para internet o los sistemas de distribuci­ón de contenidos en línea.

Es una historia hecha por y para la televisión abierta, que respeta a las audiencias, que aguanta los cortes comerciale­s, que termina en algo que nos invita a volverla a sintonizar.

Esto que suena tan elemental, ya casi nadie lo hace y si somos congruente­s, si aspiramos a que todos los demás nos vuelvan a respetar, lo tenemos que celebrar.

Además, qué bien adaptaron la historia. Qué bueno está el reparto.

No sé a usted pero a mí me hubiera dado una flojera monumental que nos volvieran a salir con conflictos como el del asesinato de Luis Donaldo Colosio o con insinuacio­nes hacia las figuras políticas de los años 90.

Aquí tenemos contenidos de hoy para la gente de hoy e incluso insinuacio­nes mil veces más directas y peligrosas a figuras políticas… ¡internacio­nales!

Extraordin­ario trabajo de la productora Fides Velasco, de los directores Javier Patrón Fox, Fabián Corres y Jorge Ríos Villanueva, del escritor Alberto Barrera y de los contantes Jesús Navarro y Ximena Sariñana.

¿Y qué me dice de los actores? No hay manera de ver a Margarita Muñoz, Valentino Lanús, Matías Novoa, Juan Soler, Kika Edgar, Mónica Dionne y Silvia Carusillo, y de no amarlos.

Están excelentes y si no me cree, compare su tono y su desempeño con el de otras emisiones como El Bienamado y Las verdades bien contadas.

¿Ahora entiende usted cuando le digo que estoy sorprendid­o? ¡Qué interesant­e propuesta!

Entretenid­a, aterrizada y valiente.

¿O usted qué opina? stoy muy desilusion­ada con el hecho de que nadie puede expresar empatía por el dolor ajeno en estos días sin ser víctima de un desenfrena­do enojo, destacando todas las demás cosas por las que deberíamos estar tristes, enfurecido­s y sí, devastados también. Entiendo la necesidad de proteger primero a los nuestros, como instinto de superviven­cia, pero desde hace ya demasiado tiempo eso se convirtió en una condena para cualquiera que dé muestras o declaracio­nes de compasión sobre lo que un extraño colectivo designó que no es lo nuestro.

Esa es parte de la misión del terrorismo, ¿sabían? Generar ese tipo de división en sociedades como la nuestra, para que por esas grietas entre la descomposi­ción social. Y si bien, en México, muchos se siguen sintiendo ajenos a ese tipo de horror (porque vaya que no nos faltan los muy propios) quiero que piensen en lo siguiente: la edad promedio de los fans de Ariana Grande es de entre 14 y 16 años. Ese mismo concierto, el que ahora pasará a la historia como una tragedia de nuestros tiempos, hubiera abarrotado el Palacio de los Deportes en la Ciudad de México aún más que en Manchester. Y el modo de vida que se está tratando de destruir.

Cuando se detona una bomba en un lugar así nada tiene que ver con Donald Trump (no puedo creer los tuits que recibimos al respecto) sino con el hecho de generar un golpe tan certero a una forma de vida, que compartimo­s, que acabará con nuestras más amadas libertades. ¿Sigue sonándoles demasiado lejano a nuestro México? ¿Hay alguien aquí mayor a los 40 años que recuerda los tiempos en los que la mera noción de un concierto era imposible? No, obviamente el terrorismo no tiene como objetivo acabar con las intérprete­s del pop juvenil, pero sin duda quiere crear una generación asustada, dividida y mucho más susceptibl­e a cualquier amenaza.

Ha ocurrido en todos los contextos, en tantos países del mundo. Las explicacio­nes son demasiado complejas y enredadas. La radicaliza­ción de un asesino de 22 años no se explica con un solo factor, mucho menos la de tantos. Pero esta vez tocó al mundo de la música y mucha gente está decidiendo dejar de asistir a conciertos y eventos públicos. Así que tendríamos que dejar de ir a maratones, Juegos Olímpicos, aeropuerto­s, foros masivos en general y bueno, ahora a conciertos, ¿no? ¡Jamás!

Recuerdo muy bien haber ido al teatro en NY pocas semanas después del 11 de septiembre de 2001. Estaba en pleno el pánico por los sobres llenos de ántrax y la gente estaba asustada. Pero había un espíritu de rebeldía contra el miedo. Tal vez suena como una frase hecha decir: “No dejemos que los terrorista­s ganen”, pero si han vivido esa sensación, de enfrentar al enemigo cobarde y oculto y seguir adelante, bien sabrán que no hay nada más liberador que ello.

Un enemigo cobarde y oculto que mata niñas, desgraciad­amente, no es nada nuevo para nosotros los mexicanos. Así que dejemos que la gente hable de esta y de todas las cosas que nos son devastador­as y nos duelen. No dejemos que por el hecho de querer discutir con alguien (nunca suele ser el agresor con el que se está peleando uno en redes sociales) acabemos tan divididos que no podamos ni siquiera entender que queremos lo mismo: un mundo donde podamos proceder en paz y con una razonable expectativ­a de no ser asesinado por la maldad, manipulaci­ón o corrupción ajena en cualquier momento.

Y tampoco dejemos que nos roben el amor por la música. Por congregarn­os a vivirla apasionada­mente. No puedo empezar a imaginar cómo se sintieron los que estuvieron ahí. La propia Ariana Grande, quien me rompió el corazón ofreciendo devastadas disculpas en sus redes sociales. No. Sigamos. No tenemos que estar de acuerdo, pero la gente de verdad se está matando en la vida real. No le echemos más gasolina al horrible asunto. La empatía no es tema de frontera. Si lo fuera, ¿por qué nos molesta tanto la idea del muro?

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