De la lealtad a mis prejuicios obtengo la sabiduría para sobrevivir a los excesos y elegir mis batallas
Notomovino tinto, soy puto y no le voy al América,nocreoenlos horóscoposni enla bisexualidad masculina. ra un bato de los que me prenden, de los que me recuerdan a Phil Anselmo. Y supe que algo iba mal por como le cambiaba el semblante cada que su aparato vibraba y las letras invadían su pantalla. La idea era ir a un club de encuentros, el gemelo malvado de Phil Anselmo, yo y uno de esos jotos obsesionados con derrocar al patriarcado que de vez en cuando veo sin saber exactamente por qué. No tuvo más remedio: el clon mestizo de Phil Anselmo me confesó su estado civil. Yo estaba muy caliente como para renunciar a las 9 de la noche. Por otro lado, la pregunta no estaba de más ahora que el matrimonio igualitario es la panacea de la felicidad de muchos gays. ¿Casado con mujer? Sí. Vivían juntos desde no sé cuántos años y todas esas cosas que dan estabilidad a la institución del matrimonio. Cuando descubro que el cabrón que se acomoda la bragueta frente a mí es bisexual, de inmediato pienso en una esposa merodeando a tan solo unos suspiros de mis fechorías, como lo hacía mi madrastra cuando le daba por espiarnos: hacía migas con las vecinas más apartadas del vecindario de Torreón y desde sus cortinas tomaba nota de nuestros movimientos. Hasta que apareció un día, de lo que para nosotros, excepto mi padre desde luego, era una supuesta nada, gritando y sacudiendo el acta de matrimonio por los aires, decía ser la verdadera esposa de mi padre, despeinada y con los ojos a punto de devorarnos. La sola hipótesis me carcome las tripas. Los vasos sanguíneos colapsaron. Emprendí retirada, cortante y monosilábico. El otro compa, que es algo así como un feminista atrapado en el cuerpo de un delgaducho amorfo de 1.70, me preguntó, asombrado, si no haría nada con el bisexual, “¿lo dejarás ir aunque esté buenísimo?”. Sí, estoy traumado. No quiero más pedos de los que por si ya trae ser joto con adicción a la sobredosis de testosterona en estos días de homonormas y teorías queers y no sé cuánta pendejada que ocasione la ilusión, el gatazo óptico, de que los homosexuales somos los santos guerrilleros contra el satánico machismo. El compa se dijo sorprendido. De mí. Defendía al bisexual diciendo que lo que hiciera con su vida y como afectara a las personas que lo rodean no tenía nada que ver conmigo. Como pude le expliqué que me resisto a ser el eslabón en una cadena de irresponsabilidades sexuales y mentales; mi hiper- masculinidad, acaso mi homofobia interna no es tan dañina como muchos creen, me aporta un instinto de honestidad, un puñado de lealtades y la sensatez necesaria para no arrastrar a terceros. Que sea un atascado no quiere decir que no tenga mis reglas y prejuicios. Es más: de la lealtad a mis prejuicios obtengo la sabiduría para sobrevivir a los excesos y elegir mis batallas. Y el misterio femenino es algo que di por perdido desde que Henry Rollins se lanzó como solista. No fue el único. Platiqué mi desventura a unos cuantos gays y casi todos decían lo mismo: yo sí me lo hubiera
tirado. Bien por ellos. Yo prefiero tener convicciones personales que andar haciendo malabares entre las apariencias políticamente correctas y mis deseos, que de por si son intensos y explosivos. Creo en la responsabilidad de las consecuencias masculinas. De ahí que involucrar a mujeres en las desbordadas pasiones gays me parece deshonesto, aun cuando sea abierto el desmadre. Las cosas como son: el compa me preguntó entonces que si podía abordar al bisexual sin broncas de mi parte. Llégale. Un par de nalgas le bastó para hacerse pendejo, de su solidaridad con las mujeres y su religioso rechazo a los estereotipos del macho correoso occidental. Desconozco si la esposa estaba al tanto. Prefiero quedarme con la duda. El compa feminista también. Tanta sofisticación sexual para que al final terminara traicionado por la construcción social de pensar con la punta de ese lastre social que solo trae falocentrismo y desgracia. Espero que al menos lo haya pasado bien. Se lo merece. El mundo al que aspira mi compa, sin machismos ni putos en los estadios necesita hombres sin prejuicios como él.