Milenio Monterrey

De la lealtad a mis prejuicios obtengo la sabiduría para sobrevivir a los excesos y elegir mis batallas

- Twitter: @wencesbgay stereowenc­es@hotmail.com

Notomovino tinto, soy puto y no le voy al América,nocreoenlo­s horóscopos­ni enla bisexualid­ad masculina. ra un bato de los que me prenden, de los que me recuerdan a Phil Anselmo. Y supe que algo iba mal por como le cambiaba el semblante cada que su aparato vibraba y las letras invadían su pantalla. La idea era ir a un club de encuentros, el gemelo malvado de Phil Anselmo, yo y uno de esos jotos obsesionad­os con derrocar al patriarcad­o que de vez en cuando veo sin saber exactament­e por qué. No tuvo más remedio: el clon mestizo de Phil Anselmo me confesó su estado civil. Yo estaba muy caliente como para renunciar a las 9 de la noche. Por otro lado, la pregunta no estaba de más ahora que el matrimonio igualitari­o es la panacea de la felicidad de muchos gays. ¿Casado con mujer? Sí. Vivían juntos desde no sé cuántos años y todas esas cosas que dan estabilida­d a la institució­n del matrimonio. Cuando descubro que el cabrón que se acomoda la bragueta frente a mí es bisexual, de inmediato pienso en una esposa merodeando a tan solo unos suspiros de mis fechorías, como lo hacía mi madrastra cuando le daba por espiarnos: hacía migas con las vecinas más apartadas del vecindario de Torreón y desde sus cortinas tomaba nota de nuestros movimiento­s. Hasta que apareció un día, de lo que para nosotros, excepto mi padre desde luego, era una supuesta nada, gritando y sacudiendo el acta de matrimonio por los aires, decía ser la verdadera esposa de mi padre, despeinada y con los ojos a punto de devorarnos. La sola hipótesis me carcome las tripas. Los vasos sanguíneos colapsaron. Emprendí retirada, cortante y monosilábi­co. El otro compa, que es algo así como un feminista atrapado en el cuerpo de un delgaducho amorfo de 1.70, me preguntó, asombrado, si no haría nada con el bisexual, “¿lo dejarás ir aunque esté buenísimo?”. Sí, estoy traumado. No quiero más pedos de los que por si ya trae ser joto con adicción a la sobredosis de testostero­na en estos días de homonormas y teorías queers y no sé cuánta pendejada que ocasione la ilusión, el gatazo óptico, de que los homosexual­es somos los santos guerriller­os contra el satánico machismo. El compa se dijo sorprendid­o. De mí. Defendía al bisexual diciendo que lo que hiciera con su vida y como afectara a las personas que lo rodean no tenía nada que ver conmigo. Como pude le expliqué que me resisto a ser el eslabón en una cadena de irresponsa­bilidades sexuales y mentales; mi hiper- masculinid­ad, acaso mi homofobia interna no es tan dañina como muchos creen, me aporta un instinto de honestidad, un puñado de lealtades y la sensatez necesaria para no arrastrar a terceros. Que sea un atascado no quiere decir que no tenga mis reglas y prejuicios. Es más: de la lealtad a mis prejuicios obtengo la sabiduría para sobrevivir a los excesos y elegir mis batallas. Y el misterio femenino es algo que di por perdido desde que Henry Rollins se lanzó como solista. No fue el único. Platiqué mi desventura a unos cuantos gays y casi todos decían lo mismo: yo sí me lo hubiera

tirado. Bien por ellos. Yo prefiero tener conviccion­es personales que andar haciendo malabares entre las apariencia­s políticame­nte correctas y mis deseos, que de por si son intensos y explosivos. Creo en la responsabi­lidad de las consecuenc­ias masculinas. De ahí que involucrar a mujeres en las desbordada­s pasiones gays me parece deshonesto, aun cuando sea abierto el desmadre. Las cosas como son: el compa me preguntó entonces que si podía abordar al bisexual sin broncas de mi parte. Llégale. Un par de nalgas le bastó para hacerse pendejo, de su solidarida­d con las mujeres y su religioso rechazo a los estereotip­os del macho correoso occidental. Desconozco si la esposa estaba al tanto. Prefiero quedarme con la duda. El compa feminista también. Tanta sofisticac­ión sexual para que al final terminara traicionad­o por la construcci­ón social de pensar con la punta de ese lastre social que solo trae falocentri­smo y desgracia. Espero que al menos lo haya pasado bien. Se lo merece. El mundo al que aspira mi compa, sin machismos ni putos en los estadios necesita hombres sin prejuicios como él.

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