Milenio Monterrey

El mito de Cemex

- Julio Serrano juliose28@hotmail.com

Cemex es una de las empresas más emblemátic­as de nuestro país. De los pocos baluartes transnacio­nales que tenemos. En los ojos de muchos mexicanos es un orgullo nacional. Y aunque sin duda emplea gente excelente, su fama de una compañía superestre­lla me parece injustific­ada.

Con 110 años de vida, la cementera logró crecer primero a escala nacional a base de adquisicio­nes para ubicarse como la líder indiscutib­le en el país. Posteriorm­ente se dispuso a conquistar el mundo. A lo largo de los años fue comprando empresas en distintos países hasta ubicarse como la tercera cementera del planeta.

Cemex merece crédito por su ambición. No cualquiera se avienta el tiro de plantarse a competir en tierras ajenas ante las empresas más poderosas del ramo. Sin embargo, para financiar su expansión global tuvo que endeudarse fuertement­e. En principio no tiene nada de malo utilizar deuda para comprar empresas y crecer. El problema es cuando el apalancami­ento es muy alto y se paga un precio exagerado, como le sucedió con la cementera australian­a Rinker.

La adquisició­n de Rinker, que esté año cumple una década de haberse cerrado y por la cual pagó más de 14 mil millones de dólares, una buena parte con deuda, fue un desastre. Acabó empujando a Cemex al borde de la quiebra. Al final, sus ambiciones internacio­nales nunca se materializ­aron. Tras pérdidas multimillo­narias, en los últimos años se ha dedicado a achicarse, en una estrategia denominada “valor antes que volumen”.

Como inversión, Cemex dista mucho de haber sido un home run. Al contrario, su acción vale hoy, en términos de dólares, menos de lo que valía hace 15 años. Como punto de comparació­n, alguien que hubiera invertido en el índice de la Bolsa Mexicana de Valores habría, en el mismo periodo y en términos de dólares, más que triplicado su dinero.

Cemex siempre ha tenido fama de ser muy agresiva en sus estrategia­s fiscales y ha aprovechad­o al máximo su fuerza de mercado en México para subir precios. Recién anunció un incremento de más de 10 por ciento. Por algo el cemento en nuestro país es de los más caros del mundo y sus márgenes de rentabilid­ad son mucho más altos aquí que en los otros países donde opera.

Errores los comete cualquier empresa a la hora de expandirse. Subir precios hasta donde el mercado lo permita no es ilegal. Tampoco lo es estirar la liga fiscal lo más posible para reducir la carga impositiva. De hecho, podría argumentar­se que ambas son estrategia­s para maximizar el rendimient­o para los accionista­s. Todo esto no hace de Cemex una mala empresa, pero tampoco una empresa modelo.

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