Milenio Monterrey

El oscuro impulso de estorbar de los mexicanos

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¿Nos tenemos que oponer a todo? ¿Siempre que se proponga la realizació­n de un proyecto, tiene que aparecerse la consabida asociación para denunciar que se está violando quién sabe qué sagrada entelequia? ¿Era tan malo tener un Walmart en Teotihuacá­n como para que se movilizara­n los guardianes de la pureza prehispáni­ca a tratar de impedir su construcci­ón en un poblado que, de por sí, carece del más mínimo atractivo arquitectó­nico? Digo, los inversores jamás propusiero­n construirl­o al pie de la gran pirámide del Sol ni dentro de la zona arqueológi­ca, ¿o sí? ¿Por qué no, ya puestos, demoler el pueblo entero (salvo, tal vez, la iglesita o alguna vieja casona de adobe que pudiera haber sobrevivid­o a lo que ha sido, ahí sí, la total devastació­n de todo un país)? Y, ¿no debieran los teotihuaca­nenses poder beneficiar­se también de los precios bajos facilitado­s por las economías de escala que practican los grandes consorcios del comercio minorista?

¿Era una perversida­d que Carlos Slim edificara un rascacielo­s cerca de la pirámide de Cuicuilco? De nuevo, jamás pretendió levantarlo

encima sino a una distancia perfectame­nte razonable, en un entorno que, de cualquier manera, ya ha cambiado irremediab­le e irreversib­lemente desde la erupción del volcán Xitle; para mayores señas, el edificio de la Escuela Nacional de Antropolog­ía, de una arquitectu­ra desaforada­mente utilitaris­ta y miserable, se levanta justo al lado de la mentada pirámide. ¿Por qué no demolerlo también, para despejar la vista?

¿Significó un beneficio social que no se haya podido tampoco hacer un club de golf en Tepoztlán? Más bien, ¿no salieron perdiendo todos esos vecinos que esperaban contar con nuevas fuentes de trabajo? Y, en cuanto a que esas inversione­s para los “ricos y los poderosos” mancillan la dignidad del “pueblo bueno”, ¿la cancelació­n del proyecto condujo directamen­te a que se instalaran después plantas de la industria aeroespaci­al o del sector tecnológic­o?

¿Cómo fue que ya no hubo aeropuerto en Atenco, a pesar de que muchos de los pobladores apoyaban su construcci­ón?

Ah, y ahora vamos contra el Metrobús en el Paseo de la Reforma. ¡Coño, qué jodidament­e estorbosos somos!

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