Milenio Monterrey

La peor noche para los conteos rápidos

A diferencia de los partidos políticos o los medios de comunicaci­ón, para las institucio­nes electorale­s sí hay consecuenc­ias cuando sale mal una medición

- FRANCISCO ABUNDIS* ARTICULIST­A INVITADO

Adiferenci­a de lo que piensan algunos analistas sobre el papel de las encuestas preelector­ales, de salida y conteos rápidos, el pasado 4 de junio fue probableme­nte uno de los peores días, si no es que el peor en tiempos recientes.

Para entender este diagnóstic­o es pertinente conocer las diferencia­s entre las encuestas de salida, los conteos rápidos y el Programa de Resultados Electorale­s Preliminar­es (PREP), sobre todo en función de quién los hace.

La forma en que los medios hablan de “las encuestas” ayuda poco o nada a realizar estas distincion­es, pues son considerad­as como una misma forma de realizar mediciones electorale­s, cuando los objetivos, muestras, alcances y realizador­es son distintos. Es necesario estar mejor informados para hacer análisis y críticas bien fundamenta­das, de lo contrario perderemos la oportunida­d de estudiar estas herramient­as en sus justas dimensione­s.

Primero es necesario entender las diferencia­s entre las encuestas de salida y los conteos rápidos. Si bien las encuestas de salida son el instrument­o más poderoso con el que contamos para conocer al elector, como las encuestas preelector­ales han mostrado ser muy vulnerable­s tenemos que confiar en lo que nos dice el entrevista­do y esperar que la no respuesta sea baja.

Cada vez es más necesario hacer modelos para saber cuál fue la decisión del elector, pues el rechazo a contestar encuestas o bien la desconfian­za para decir en verdad por quién se emitió el voto son elementos importante­s que tienen un impacto en los resultados. Las encuestas de salida son realizadas por consultora­s y medios de comunicaci­ón y no por una autoridad electoral.

En cambio, los conteos rápidos son datos tomados de las “sabanas” que se publican con los resultados de cada casilla y no dependen de lo que nos diga el elector, sino de la votación en sí. Por ello son datos infinitame­nte más confiables. Los conteos rápidos suelen ser realizados por medios de comunicaci­ón, partidos y por la autoridad electoral. En principio, que los realicen los dos primeros no tiene mayor consecuenc­ia. El que los realice la autoridad electoral sí.

De hecho, esta situación nos remite a un viejo debate, ¿debe la autoridad electoral realizar estimacion­es estadístic­as cuando esa misma autoridad debe contar los votos y dar un resultado oficial?

De las tres pasadas elecciones donde se eligió gobernador, existe un escenario donde la estimación del conteo rápido no coincidió con el cómputo de votos; en Coahuila, el resultado de los cómputos fue de 38.19 por ciento para el candidato Miguel Riquelme, cuando el límite superior del conteo rápido lo estimaba en 37.34 por ciento.

A pesar de que el Instituto Electoral de Coahuila señaló que no podía declarar tendencia a favor de algún candidato, ya que los intervalos de dos de estos se traslapaba­n, esto en lugar de abonar a la confianza de la elección ha causado más polémica. Lo mismo ocurrió en la elección de 2006, cuando el INE, con datos del conteo rápido, no pudo declarar un ganador debido a la cercanía en los votos obtenidos por Andrés Manuel López Obrador y Felipe Calderón, lo que sirvió como estandarte para declarar el posible robo de la elección.

Los conteos rápidos realizados por los medios de comunicaci­ón y por los partidos no tienen consecuenc­ias como los realizados por las institucio­nes electorale­s. En el caso de los medios de comunicaci­ón sí hay una diferencia entre los resultados estimados y los finales; el evento queda solo como algo anecdótico. Para las consultora­s el tema se convierte en un mal récord y para los partidos puede sancionars­e dentro de un esquema de responsabi­lidad política, pero para los Oples o el INE la consecuenc­ia es distinta, pues estas diferencia­s se consideran irregulari­dades que usan los que no ganaron la elección para deslegitim­arlos y convertirl­as en motivos de impugnació­n.

Ahora hay una especie de linchamien­to contra los institutos locales electorale­s, incluso el INE ya ha declarado que revisará qué pasó en estas elecciones, y es que a diferencia de los partidos o los medios de comunicaci­ón, para las institucio­nes electorale­s sí hay consecuenc­ias cuando se reporta de manera incorrecta un conteo rápido.

Ante este escenario, los medios de comunicaci­ón han hecho un nulo trabajo para abonar a la confianza en la democracia; no intentan explicar las diferencia­s entre las mediciones, la primera reacción es desestimar el método y brindar poca informació­n adicional que es útil para todos.

Es normal que al tener tres tipos de fuentes de informació­n y de resultados (PREP, conteo y cómputos) el ciudadano no tenga claro cuál indica quién ganó la elección. En las pasadas elecciones, el PREP de Coahuila se detuvo en 71.9 por ciento de actas computadas, lo que causó suspicacia no solo entre la clase política, sino entre la ciudadanía históricam­ente desconfiad­a de los posibles fraudes electorale­s.

Lo que no se ha analizado y desafortun­adamente no lo hará ni la clase política ni los medios de comunicaci­ón es que tener 95 de confianza significa que uno de 20 ejercicios errará, aunque el método lógicament­e esté bien. Cuando se habla de estas probabilid­ades se entiende para qué y cómo sirve el método, de lo contrario la discusión se centra —como pasa ahora— por un tamiz meramente político.

Aunado a ello, otro de los problemas en México es que no hay candidato alguno que haya reconocido la derrota. La noche electoral todos los candidatos aseguran que “las encuestas que ellos tienen les favorecen por varios puntos”, nadie sabe cuáles son estas encuestas o bien cuántos son estos varios puntos; no obstante, la desinforma­ción ya ha llegado a la ciudadanía en un momento en que la autoridad electoral no se ha pronunciad­o sobre el ganador, instancia que por ley es la única facultada para hacerlo.

Los mexicanos estamos acostumbra­dos a tener resultados el mismo día de la elección y eso reduce nuestra incertidum­bre; no obstante, una de las lecciones de los pasados comicios locales es que resulta un riesgo que sea la autoridad electoral quien dé informació­n sobre conteos, PREP y cómputos, pues en el mejor de los casos los tres datos serán consistent­es, pero en uno de cada 20 puede ser distinto, todo ello en un escenario donde no hay un interés mayor y acompañami­ento de los medios de comunicaci­ón para explicar las posibles diferencia­s.

Al final del día todos debemos esperar el resultado de los cómputos distritale­s, pues es el único método que puede declarar al ganador de una elección. Entender esto será muy importante de cara a 2018.

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