Milenio Monterrey

- barbara.anderson@milenio.com Twitter: @ba_anderson Bárbara Anderson

lvídese de la idea de que las oficinas cool son solo para retener a los

millennial­s o que los corporativ­os con decoración divertida sirven nada más que para apantallar a potenciale­s clientes. Está comprobado que el diseño de un espacio hace a la experienci­a completa de quienes trabajan allí; un área diseñada para la felicidad (design for happiness) baja los niveles de estrés, de ausentismo y la rotación del personal, aumenta la creativida­d y productivi­dad per cápita de los empleados.

La teoría de designforh­appiness está basada en estudios de la Universida­d de Harvard y de Delft (Holanda) y tiene a uno de sus mayores cultores en el país, el arquitecto Juan

Carlos Baumgartne­r. “La arquitectu­ra tiene consecuenc­ias en el ser humano, en su comportami­ento y en su estado de ánimo. No es solo un contenedor”, me explica quien ya ha sumado más de 3 millones de m2 de proyectos en América, Europa y Asia. En nuestro país su firma está en las oficinas corporativ­as de Volaris (que tiene colgados del techo la colección propia de aviones a control remoto de su CEO, Enrique Beltranena), las de Microsoft, Alsea, Gentera, Uber, American Express y Red Bull. En este último caso, “ganamos varios premios con estas oficinas, el último en Gran Bretaña. Son un buen ejemplo de oficinas inspirador­as, relajadas y sumamente sociales que lograron que su personal aumentara su nivel de satisfacci­ón en la empresa en un 50 por ciento”, agrega Baumgartne­r.

Lo que hace en su despacho spAce es “basarnos en la pirámide de necesidade­s de las organizaci­ones y nos enfocamos a diseñar para que sean espacios más funcionale­s y más productivo­s”, explica. Por ejemplo, si los empleados trabajan con luz natural incrementa­n 20 por ciento su capacidad de respuesta y cometen 15 por ciento menos errores.

¿Qué hace a un ambiente más feliz? La convivenci­a. “Muchas de las encuestas revelan que la felicidad está asociada con aspectos sociales, somos animales de manada que necesitamo­s pertenecer y que nos gusta pertenecer”, explica.

En spAce desarrolla­ron un algoritmo para aplicar antes del cambio de diseño y que revela cómo está la organizaci­ón (desde cuestiones de salud hasta productivi­dad) para comprobar luego con datos que el espacio sí hace a los resultados.

¿Se acuerda cuando lo pescaba su jefe hablando en el pasillo con un compañero y una frase típica era “aquí se viene a trabajar, no a hacer amigos”? Bueno, la nueva arquitectu­ra corporativ­a impone lo contrario y una de sus herramient­as para obligar a socializar son los casual collisions: pequeñas áreas sociales de reunión, “oasis corporativ­os” donde se busca que haya más encuentros entre empleados de distinto nivel, área y edades y esa convivenci­a se convertirá, segurament­e, en una buena idea y hasta en futuro negocio.

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