lvídese de la idea de que las oficinas cool son solo para retener a los
millennials o que los corporativos con decoración divertida sirven nada más que para apantallar a potenciales clientes. Está comprobado que el diseño de un espacio hace a la experiencia completa de quienes trabajan allí; un área diseñada para la felicidad (design for happiness) baja los niveles de estrés, de ausentismo y la rotación del personal, aumenta la creatividad y productividad per cápita de los empleados.
La teoría de designforhappiness está basada en estudios de la Universidad de Harvard y de Delft (Holanda) y tiene a uno de sus mayores cultores en el país, el arquitecto Juan
Carlos Baumgartner. “La arquitectura tiene consecuencias en el ser humano, en su comportamiento y en su estado de ánimo. No es solo un contenedor”, me explica quien ya ha sumado más de 3 millones de m2 de proyectos en América, Europa y Asia. En nuestro país su firma está en las oficinas corporativas de Volaris (que tiene colgados del techo la colección propia de aviones a control remoto de su CEO, Enrique Beltranena), las de Microsoft, Alsea, Gentera, Uber, American Express y Red Bull. En este último caso, “ganamos varios premios con estas oficinas, el último en Gran Bretaña. Son un buen ejemplo de oficinas inspiradoras, relajadas y sumamente sociales que lograron que su personal aumentara su nivel de satisfacción en la empresa en un 50 por ciento”, agrega Baumgartner.
Lo que hace en su despacho spAce es “basarnos en la pirámide de necesidades de las organizaciones y nos enfocamos a diseñar para que sean espacios más funcionales y más productivos”, explica. Por ejemplo, si los empleados trabajan con luz natural incrementan 20 por ciento su capacidad de respuesta y cometen 15 por ciento menos errores.
¿Qué hace a un ambiente más feliz? La convivencia. “Muchas de las encuestas revelan que la felicidad está asociada con aspectos sociales, somos animales de manada que necesitamos pertenecer y que nos gusta pertenecer”, explica.
En spAce desarrollaron un algoritmo para aplicar antes del cambio de diseño y que revela cómo está la organización (desde cuestiones de salud hasta productividad) para comprobar luego con datos que el espacio sí hace a los resultados.
¿Se acuerda cuando lo pescaba su jefe hablando en el pasillo con un compañero y una frase típica era “aquí se viene a trabajar, no a hacer amigos”? Bueno, la nueva arquitectura corporativa impone lo contrario y una de sus herramientas para obligar a socializar son los casual collisions: pequeñas áreas sociales de reunión, “oasis corporativos” donde se busca que haya más encuentros entre empleados de distinto nivel, área y edades y esa convivencia se convertirá, seguramente, en una buena idea y hasta en futuro negocio.