Milenio Monterrey

- José Francisco Gómez Hinojosa papacomeis­ter@gmail.com

. De acuerdo al informe sobre incidencia delictiva, presentado por el Secretaria­do Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, el pasado mayo fue el mes con más homicidios dolosos en los últimos 20 años. Ahora que hace tanto calor, algunos especialis­tas asocian las altas temperatur­as con el incremento de la violencia. Es ya clásico sostener que un gran consumo de alcohol, por la dosis de inconscien­cia que provoca, también la ocasiona. Me parece que, como todo fenómeno social, son varias las causas generadora­s de la violencia.

2. Hay factores económicos. Cuando no me siento valorado con el salario que percibo. Cuando me doy cuenta de que me están robando con un aumento exagerado de precios en los productos consumidos –si le vino a la mente la gasolina ya somos dos–. Me violenta el ver a niños trabajando para sus útiles escolares, y a ancianas en los mercados que sufren regateos de personas con mucho más dinero. Sufre violencia quien es despedido injustamen­te, y que se debe doblegar en la Junta de Conciliaci­ón para no impedir futuras contrataci­ones.

3. ¿Y qué decir de las causales políticas? Cada vez nos irritan más los partidos y sus candidatos, por la violencia que ejercen con ciudadanos a quienes no respetan, y de quienes se enriquecen a través de los impuestos. Son violentos los fraudes y violento el juez que debería castigarlo­s y no lo hace. ¿Y los millones de spots que nos abruman en las campañas electorale­s? No sé usted, pero yo me siento agredido cuando escucho ataques más que propuestas viables, y promesas, las mismas promesas de siempre.

4. Muchos especialis­tas coinciden en que la violencia inicia en la casa. Con los típicos pleitos entre los papás frente a los niños, y el incubado machismo, provocado en muchas ocasiones por la misma mamá, que invita a los varoncitos a ser servidos por sus hermanitas –y después, cuando crezcan, por sus esposas, para perpetuar la desigualda­d–. Se fomenta la cultura de la violencia en la familia cuando se cuentan chistes misóginos, cuando se alienta la venganza y el rencor, cuando se invita a ganar de la manera que sea.

5. Me violenta, y mucho, la violencia que ejerce la religión, en especial la mía. Cuando hemos utilizado por siglos la pastoral del miedo para asustar a los fieles con el infierno, ocultando la imagen verdadera del Dios misericord­ioso que predicó Jesús. Me enojan las culpas que hemos colocado en la conciencia de la gente sencilla, quien se ha acostumbra­do a temer a Dios más que a amarlo. Me entristece­n las mamás que, a falta de otro recurso para controlar a sus inquietos niños, les dicen que si no se portan bien los va a castigar Diosito.

6. Pero la más triste de todas es la violencia que surge de nosotros mismos… ¡contra nosotros mismos! Cuando queremos permanecer encerrados en los sepulcros de nuestra propia comodidad, y en el momento en el que decidimos suicidarno­s lentamente, por las adicciones que no queremos dejar, porque no pedimos ayuda para abandonarl­as. Violentos somos cuando nos autoimpone­mos éxitos que lograremos perjudican­do a otros, muchas veces los más cercanos. La violencia es mala amiga, y pésima consejera. Ojalá no le hagamos caso.

7.Cierre ciclónico. El próximo miércoles 28 de junio, a las 19:00 horas, participar­é en una conferenci­a que lleva por título Religión y sexualidad. La iniciativa brota del Instituto Familia, Sociedad y Sexualidad, que en sus orígenes agrupó a padres de familia con hijos homosexual­es. No se pretende generar polémicas en un tema tan delicado como este, sino abrir sendas de diálogo. La cita es en el Club Industrial y la aportación es voluntaria, porque hay que pagar la renta del local. Ojalá ahí nos podamos saludar.

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