Milenio Monterrey

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otivado por esa ejemplar conducta consistent­e en incorporar las mejores prácticas de otras latitudes, Paolo di Stefano propone en su columna del Corriere de

lla Sera del 18 de junio pasado instituir el Día de Dante para celebrar al poeta florentino, como los irlandeses lo han hecho con éxito global con el Bloomsday derivado del personaje del Ulises de James Joyce, que incluye la Orden del Finnegans.

El Bloomsday es desde 1950 una fiesta popular y cultural con actividade­s literarias, gastronómi­cas y hasta alcohólica­s, de buen beber, en las que los devotos de la novela se reúnen cada 16 de junio en varias ciudades del mundo, día de 1904 en que transcurre el relato de Joyce y que él eligió por ser el que marca su primera cita con la que después sería su esposa, Nora Barnacle, a fin de interpreta­r a su modo aquella jornada del personaje Leopold Bloom.

Por eso el periodista italiano plantea que si bien no hay que replicar idéntico el festejo irlandés, sí es recomendab­le adoptar alguna fecha antes del 700 aniversari­o de la muerte del poeta (el 13 de septiembre de 2021), un Danteday, para celebrar a su máxima figura literaria, bastión de la lengua italiana junto con Boccaccio, quienes al echar mano de la lengua florentina (y no de los cultos latín y griego, obligatori­os de la época) instalaron las bases para el desarrollo de una nueva identidad nacional, cultural y, claro, universal.

En una antigua entrevista, Pier Paolo Pasolini contaba cómo el italiano se había tecnificad­o, es decir, esa lengua propiament­e cultural, originada en Florencia, se había extendido por un programa gubernamen­tal después de la Segunda Guerra Mundial, pero la entrada de la tecnología por el norte, por Milán, influyó de tal forma que su expansión fue más en ese terreno y es como se practica a partir de entonces. Por supuesto, como en toda lengua, hay un estilo coloquial y uno propiament­e culto, que incluso los buenos diccionari­os tienen el cuidado de precisar.

Otro elemento que destaca Di Stefano es que basta otear el entorno diario para saber que hay días para todo, no solo en Italia, sino en el mundo, varios amparados aun por la propia Organizaci­ón de Naciones Unidas. Día del Cacahuate, del Viento, de la Descertifi­cación y otros que no pocas veces mueven más a risa que a una toma de conciencia o a una verdadera conmemorac­ión. Así que por qué no un Día de Dante. Si Joyce tiene Dublín, dice, Dante tiene Florencia o aquellas zonas por las que vagó: Arezzo, Forlí, Boloña, Verona y Rávena. Y un buen día puede ser el 13 de septiembre, del que se sabe con certeza que fue el de su muerte, aunque para los románticos acaso suene mejor el 18 de junio, pues fue entonces, del año 1294, cuando conoció a una tal Beatriz, retomando el caso de James y Nora.

Destaca la propuesta porque los italianos se aplican en eso de venerar a sus próceres. Como se ha comentado aquí, el actor Roberto Benigni ha organizado lecturas de la obra de Dante en varias ciudades y es sabido que conoce cantos de memoria, actos que se convierten en auténticas fiestas callejeras en honor a su poeta. Y aunque Homero es griego, el novelista Alessandro Baricco arma también recitales grupales de la Ilíada en los que elimina los parlamento­s de los dioses para privilegia­r los diálogos humanos.

Para los nuestros, sin embargo, ni pensarlo. Cuando se quiso poner el nombre de Octavio Paz en letras de oro en la Cámara de Diputados, la rancia izquierda, la estalinist­a, esa a la que el poeta exhibió 30 años antes de que se dieran cuenta de sus miserias colegas suyos, como Carlos Monsiváis, se dijo agraviada. Nombres hay, cómo no. Día de Sor Juana, Día de Rulfo, Día de Reyes, Día de Fuentes, Día de Pacheco. Claro que si lo dejan en manos de una comisión del Congreso o de algún comité burocrátic­o, qué fatalidad… Ni pensarlo.

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ESC. RAL MO UEL MIG S LUI

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