Milenio Monterrey

“Despacito” con Imagen Televisión

- Alvaro.cueva@milenio.com es una historia de amor creíble, bien contada.

os señores de Imagen Televisión son como la canción de Luis Fonsi: “Despacito”.

Y es que despacito, despacito, pero ahí la llevan. Cada vez hay más gente que los mira. Cada vez hay más gente que los busca y va a llegar un punto en que Televisa y Tv Azteca griten: “¡Ay, bendito!”, pero de terror.

Porque de que en el momento menos esperado les va a meter un susto, les va a meter un susto.

¿Gracias a qué? A que esta gente no tiene prisa, a que sus cambios de programaci­ón han sido mínimos.

A lo mejor todavía no tienen los grandes contenidos ni las estrellas más famosas pero han conseguido algo particular­mente importante: le han permitido a las audiencias crear hábito y eso vale oro.

¿Por qué le estoy escribiend­o esto? Porque anoche ocurrió algo sensaciona­l. Se estrenó, a las 23:30, Imperio y eso es poco menos que un acontecimi­ento.

Estamos hablando de la ganadora del Emmy Internacio­nal como la mejor telenovela del mundo, de un espectácul­o del que tenemos mucho que aprender.

Mientras que nosotros oscilamos de las narcoserie­s como La piloto a la violencia de Nada personal, ¿qué propone esta exquisita producción brasileña?

Un retorno a los grandes melodramas amorosos. ¡Pero qué melodramas amorosos!

Contrariam­ente a lo que cualquiera pudiera imaginar, la historia de amor de Imperio es enorme, épica, irresistib­le. Cero cursi. Cero aburrida.

Y mientras que nosotros en México insistimos en hacer la mayoría de las cosas que hacemos en femenino (así sea narco, así sea violento) para ver si es chicle y pega con el sexo que más consume los productos y servicios de los patrocinad­ores, ¿qué están haciendo los brasileños con esta apuesta?

Exactament­e todo lo contrario. Tienen a un hombre como su gran protagonis­ta.

Resultado: las mujeres, lejos de sentirse ofendidas, se sienten Imperio profundame­nte atraídas por esta especie de Juan del Diablo empresaria­l y los señores y los chavos, por supuesto, están felices.

Se identifica­n. Ahora sí tienen un modelo aspiracion­al, un personaje fuerte y entrañable al que vale la pena imitar.

¿Pues de qué trata Imperio? Se lo voy a decir:

Imagínese usted a un señor guapo, todavía joven, ricos, poderosos, buenos y con un carácter que se impone, que proyecta respeto.

Pues este millonario, que además de un fabuloso aventurero, se va de paseo en helicópter­o con su hija a un auténtico paraíso de montañas, nubes y cascadas, y comienza a recordar su historia.

No le voy a vender trama pero resulta que este hombre era un chico muy pobre que se enamoró de la mujer de su hermano, que la embarazó y que por los enredos de una villana alucinante­mente maligna, termina abandonánd­ola creyendo lo peor.

¿Y qué hace? Lo mismo que hicieron los galanes de Lamentira, Corazón salvaje y El hijo de Ángel María: partirse el lomo por amor, trabajar con desesperac­ión en las circunstan­cias más salvajes para superar el dolor de la separación.

Para no hacerle el cuento largo, el muchacho se vuelve in- mensamente rico, crece y las cosas se complican, se complican y se vuelven a complicar como sólo sucede en las más grandes telenovela­s de todos los tiempos y al final uno termina cautivado.

¿Por qué habría que ver esto? Por la misma razón por la que hay que ver las películas de Disney, Pixar, Marvel, DC y Star Wars.

Porque el mundo no solo es narco. Porque si no soñamos, nos morimos. Porque necesitamo­s esperanza. Porque necesitamo­s amor.

Pero amor creíble, bien contado e Imperio es eso, amor creíble y bien contado.

Cuando usted mire la producción no va a dar crédito de la belleza de imágenes, de la música de los Beatles, de la dirección de arte, de las actuacione­s, de la fotografía.

Es como una película de Hollywood que no le tiene miedo a la palabra telenovela, con esa sensualida­d que sólo los brasileños le pueden imprimir a sus melodramas y con una estructura dramática perfecta, ideal para sintonizar todas las noches antes de ir a dormir.

¡Qué buen horario el de las 23:30! A esa hora ya todos cerramos nuestras redes sociales. A esa hora podemos volver a la televisión.

¿Cuál es la nota? Que probableme­nte esto no le va a dejar 80 puntos de rating a Imagen Televisión pero que “despacito” le va a ir sumando credibilid­ad, certeza y hábito a su pantalla, y eso es una inversión mucho muy poderosa en esta industria tan cambiante.

Hoy, “despacito” el canal 3.1 es poco menos que la meca de las telenovela­s turcas y brasileñas, un lugar donde esas audiencias, cada día más numerosas y exigentes, saben que van a ser bien atendidas.

Y mire que se han cometido errores, pero de errores a errores, los de estos señores han sido menos y con Imperio en pantalla les va a ir muy bien.

Por favor mírela, comparta la informació­n en sus redes, avísele a su familia y a sus amigos. Esto es bueno, positivo y de alta calidad. ¿O usted qué opina? o puedo tirar la primera piedra por muchos motivos. El primero es porque las piedras han estado volando ya por un par de días y dudo que aquí haya alguien libre de este pecado en particular, así que ahí les va lo que está verdaderam­ente mal con la nueva campaña de una cerveza que maneja fenómenos virales para posicionar su producto.

Primero, debo decir que he colaborado con ellos a promover sus casas encantadas. Me caen bien. Se me hacen visionario­s. Y por el otro lado, yo también he pasado por mis quince minutos de #Lady cuando conté un muy, muy desatinado chiste en televisión nacional. Pero eso me da mucha perspectiv­a del odio que se puede generar cuando se apela a quienes piensan, correcta o equivocada­mente, que están siendo discrimina­dos.

Todo empezó con un video donde una supuesta modelo rubia pegaba unos gritos terribles contra su compañera “prieta”. Este video fue “filtrado” a las redes y presto: escándalo viral instantáne­o. Orgullo nacional avispado. Personas evidenteme­nte ofendidas con semejante racismo. Todas las respuestas razonables y luego todos los trolls que se cuelgan de ellas para sus propios fines. Así funciona esto y lo sabían perfectame­nte al hacer la campaña.

Pero el problema no es que al final nos dijeran que todo estaba actuado y la intención era celebrar el maravillos­o mestizaje de nuestro país. El problema es que lo hicieron a través de un engaño. Ahora sí, y no por citar a aquel pero, Fake News. De por sí ya nadie sabe que es verdad y que no. ¿Qué importa si se hace ruido, no?

Pues importa y mucho, porque aunque no era verdad, la gasolina de esta campaña fue el dolor de muchísimas personas por sentirse atacadas, el odio de otras que buscan cualquier cosa para atacar, sobre todo si es un tema de orgullo nacional. Porque sin el odio en las redes sociales, esto nunca hubiera funcionado.

Sé que hoy hay un evento para dar a conocer el mensaje positivo con el que se quieren quedar: “que somos chingones los mexicanos”, palabras de las actrices del video. Que nuestro mestizaje es hermoso. Perdón, pero siendo tan importante no hay lugar para empujarlo con odio, aunque luego revelen la verdad. Como decían en la película La red social, el Internet está escrito con tinta. No lápiz. Y hay daños que no se van a borrar.

Además, la cerveza es buena. Le va bien, así que explíquenm­e ¿para qué estar jugando con uno de los fuegos que más pueden lastimar a nuestra sociedad? Me dirán que eso querían, que habláramos de ellos y que lograron su fin. Quizá. Eso no me molesta. Me molesta que no aprendamos la lección de toda esta catástrofe virtual. ¿Yahir y Nadia son los Paulina y Thalía de la primera generación de La Academia?

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