Ciencia, desarrollo y libertad humana
El intelecto humano es sin duda la mayor herramienta de supervivencia de nuestra especie. Y es ese refinamiento del intelecto humano que conocemos como ciencia, junto con su aplicación a través de la tecnología, que nos ha permitido extendernos y prosperar a lo largo y ancho del mundo.
La ciencia no solo nos ayuda a sobrevivir: también ha transformado nuestras vidas por medio de desarrollos tecnológicos que cambian nuestros hábitos y maneras de relacionarnos (fuego, agricultura, maquinaria, telecomunicaciones, computación…), y de desarrollos médicos que salvan millones de vidas (vacunas, antibióticos …). La ciencia nos hace más libres al eliminar plagas y limitaciones.
Al mismo tiempo, la ciencia y la tecnología han dotado a las sociedades humanas de capacidades cada vez mayores para difundir la cultura, educar, fomentar la discusión informada y crítica, y permitir así el surgimiento de sociedades democrá- ticas modernas y más justas. Desde la imprenta hasta los medios masivos de comunicación y los actuales formatos digitales, la ciencia y la tecnología nos hacen más libres al permitirnos circular y discutir cada vez más ampliamente la información, formar opiniones y tomar decisiones propias como ciudadanos. Las ciencias naturales, y la tecnología que de ellas deriva, se basan solo en el estudio del mundo físico. Las ciencias sociales, en cambio, no estudian la naturaleza, ni al individuo humano, sino a las sociedades que forma (antropología, historia, economía, ciencia política…) y los complejísimos fenómenos a los que éstas dan origen. Enfrentan un reto mucho más difícil, porque tienen que incluir otros elementos que no preocupan a las ciencias naturales. Además de construir definiciones, conceptos, parámetros, teorías y modelos que representen de manera útil los fenómenos humanos y sociales, las ciencias sociales buscan predecir y controlar el comportamiento de estos sistemas, pero obedeciendo a ideales de tipo ético: fomentando sociedades con justicia, libertad, tolerancia y pluralidad, donde sean posibles el desarrollo social y humano.
La semana pasada tuve el privilegio de ser invitado a la quinta Escuela de Verano “Libertad y desarrollo”, que hace cada año la Universidad de Guanajuato, con auspicio internacional, para promover en los estudiantes nacionales y extranjeros que participan el conocimiento y la reflexión sobre la relación entre la libertad y el desarrollo humano.
Algo que aprendí es que cada vez queda más claro que son las sociedades libres, tanto a nivel personal y social como económico y político, las que ofrecen las mayores oportunidades al desarrollo de las personas. Y también las que, a través de un mayor desarrollo económico, pueden ofrecer un mayor bienestar a sus poblaciones.
Ante el resurgimiento de la intolerancia religiosa, ideológica y política, y las crisis humanitarias causadas por regímenes totalitarios como los de Corea del Norte, Turquía o Venezuela, que suprimen libertades y dañan a sus ciudadanos, urge fomentar el pensamiento crítico y difundir el mejor conocimiento, producto de las ciencias sociales, elementos indispensables para tener sociedades libres.
La defensa de los valores sociales y la búsqueda de sociedades más justas son también parte de la cultura científica.