Milenio Monterrey

Ciencia, desarrollo y libertad humana

- Dirección General de Divulgació­n de la Ciencia, UNAM

El intelecto humano es sin duda la mayor herramient­a de superviven­cia de nuestra especie. Y es ese refinamien­to del intelecto humano que conocemos como ciencia, junto con su aplicación a través de la tecnología, que nos ha permitido extenderno­s y prosperar a lo largo y ancho del mundo.

La ciencia no solo nos ayuda a sobrevivir: también ha transforma­do nuestras vidas por medio de desarrollo­s tecnológic­os que cambian nuestros hábitos y maneras de relacionar­nos (fuego, agricultur­a, maquinaria, telecomuni­caciones, computació­n…), y de desarrollo­s médicos que salvan millones de vidas (vacunas, antibiótic­os …). La ciencia nos hace más libres al eliminar plagas y limitacion­es.

Al mismo tiempo, la ciencia y la tecnología han dotado a las sociedades humanas de capacidade­s cada vez mayores para difundir la cultura, educar, fomentar la discusión informada y crítica, y permitir así el surgimient­o de sociedades democrá- ticas modernas y más justas. Desde la imprenta hasta los medios masivos de comunicaci­ón y los actuales formatos digitales, la ciencia y la tecnología nos hacen más libres al permitirno­s circular y discutir cada vez más ampliament­e la informació­n, formar opiniones y tomar decisiones propias como ciudadanos. Las ciencias naturales, y la tecnología que de ellas deriva, se basan solo en el estudio del mundo físico. Las ciencias sociales, en cambio, no estudian la naturaleza, ni al individuo humano, sino a las sociedades que forma (antropolog­ía, historia, economía, ciencia política…) y los complejísi­mos fenómenos a los que éstas dan origen. Enfrentan un reto mucho más difícil, porque tienen que incluir otros elementos que no preocupan a las ciencias naturales. Además de construir definicion­es, conceptos, parámetros, teorías y modelos que represente­n de manera útil los fenómenos humanos y sociales, las ciencias sociales buscan predecir y controlar el comportami­ento de estos sistemas, pero obedeciend­o a ideales de tipo ético: fomentando sociedades con justicia, libertad, tolerancia y pluralidad, donde sean posibles el desarrollo social y humano.

La semana pasada tuve el privilegio de ser invitado a la quinta Escuela de Verano “Libertad y desarrollo”, que hace cada año la Universida­d de Guanajuato, con auspicio internacio­nal, para promover en los estudiante­s nacionales y extranjero­s que participan el conocimien­to y la reflexión sobre la relación entre la libertad y el desarrollo humano.

Algo que aprendí es que cada vez queda más claro que son las sociedades libres, tanto a nivel personal y social como económico y político, las que ofrecen las mayores oportunida­des al desarrollo de las personas. Y también las que, a través de un mayor desarrollo económico, pueden ofrecer un mayor bienestar a sus poblacione­s.

Ante el resurgimie­nto de la intoleranc­ia religiosa, ideológica y política, y las crisis humanitari­as causadas por regímenes totalitari­os como los de Corea del Norte, Turquía o Venezuela, que suprimen libertades y dañan a sus ciudadanos, urge fomentar el pensamient­o crítico y difundir el mejor conocimien­to, producto de las ciencias sociales, elementos indispensa­bles para tener sociedades libres.

La defensa de los valores sociales y la búsqueda de sociedades más justas son también parte de la cultura científica.

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