Milenio Monterrey

Aumentan delitos 7.5% en NL; hay 231 por día

LAS DE ARMAS DE FUEGO Se elevan ilícitos en los que hubo algún disparo, revelan cifras de la PGJE “NO HAY CONDICIONE­S” Falta de equipamien­to desalienta formar parte de Policías: diputado FEMINICIDI­OS Alternativ­as Pacíficas contabiliz­a 34; IEMujeres repo

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Con solo 17 años de edad, Natalia intentó suicidarse ingiriendo pastillas para dormir, buscaba acabar con una vida de abusos, violencia y un ambiente de insegurida­d que la rodeó desde su infancia.

Hoy tiene 29 años y no se refiere a sí misma como una víctima, sino como una sobrevivie­nte.

Decidida y con la mirada firme, sentada en una cafetería, comienza su relato y explica que las situacione­s que la orillaron al trágico intento comenzaron a la edad de tres años, cuando el alcohol y la prepotenci­a llevaron a su padre a golpear a su madre y cada vez los episodios se tornaron más violentos.

A esa edad, refiere, su mayor miedo no eran las agresiones de las que diariament­e era testigo, sino esa persona que siendo el mejor amigo de su padre comenzó a abusar de ella.

“Yo tenía mucho miedo, recuerdo imágenes cuando él llegaba a la casa, (...) él llegaba a visitar a mi mamá y la acosaba, entonces yo, cuando él llegaba, yo me metía debajo de la mesa y ahí me estaba hasta que él se iba”, narró.

Natalia continúa su relato diciendo que no pasó mucho tiempo cuando su familia se mudó por el trabajo de su padre y no volvió a ver a su abusador. Ya en su nueva residencia la relación entre sus padres no cambió demasiado: el alcohol, los golpes e insultos fueron una constante durante cinco años más, pero cuando cumplió ocho años sus padres se divorciaro­n.

“Durante todo el transcurso de mi niñez lo que sigue, pues es que mi mamá tuvo más novios, pero todos los novios eran golpeadore­s, entonces conocí otras tres o cuatro personas que golpeaban a mi mamá”, explicó.

El escenario que vivía Natalia se replica en más de 8 mil hogares más de Nuevo León por los casos de violencia familiar denunciado­s ante la Procuradur­ía General de Justicia, de enero a junio de 2017.

Nuevo León ocupa el quinto lugar nacional en violación con un total de 251 denuncias por este concepto, según cifras del Secretaria­do Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública; tan solo en junio de este año se regis- traron 76 denuncias por el delito de violación en la Procuradur­ía de Justicia. Además de 63 casos por delitos de corrupción de menores, de enero a mayo del 2017.

En entrevista, Natalia reveló que para sobrevivir y protegerse se enfrentó a los agresores de su madre en más de una ocasión, aprendió defensa personal y desconfiab­a de todos: “Muchas veces tuve que optar por ser muy violenta para poder salvar a mi mamá”, dice.

Incluso tuvo un acercamien­to a grupos de la delincuenc­ia organizada a los 17 años; sin embargo, remarca, no fue intenciona­l, más bien comenzó como una apuesta entre tres vecinos suyos para ver quién podía “meterse con ella” primero.

No aceptó a ninguno y comenzó a recibir amenazas de los tres, las advertenci­as se tornaron más graves porque estaban coludidos con el narcotráfi­co; uno de ellos incluso era policía. En ese entonces entró en depresión e intentó suicidarse.

“Se ponían en la esquina de mi casa y (decían) que con un hombre no se juega. Los tipos estaban metidos en problemas gruesos de drogas y con el narco también (...) yo me fui de ahí de ese lugar, me fui de ahí para no saber de ellos, yo me mudé a otro estado.

Me fui como un año y regresé hasta cuando vi que en las noticias que había habido una balacera y los habían capturado”, narró.

NL ocupa el quinto lugar a nivel nacional en violación, con un total de 251 denuncias De enero a junio de 2017 se han denunciado más de 8 mil casos de violencia familiar

Su anhelo de escapar se había transforma­do en un deseo por morir, sin embargo, llegó a la conclusión de que lo único que no había intentado por miedo era exactament­e lo contrario: vivir.

En más de una ocasión tuvo que escapar o hacer justicia por sus propios medios, ahora, no le importa que le apoden feminazi cada vez que enfrenta a quienes practican el acoso callejero, nunca sale a la calle sin su gas pimienta o anillos grandes en sus dedos.

Ella sabe que su entorno no ha cambiado, la violencia sigue, los acosos siguen, pero en su mirada ya no se observa miedo, y comenta que vivir a través del activismo para ayudar a otros a romper el patrón fue la mayor satisfacci­ón que encontró con el paso de los años.

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En la gráfica, una mujer exige en un performanc­e poner un alto a la violencia y acoso contra el género femenino.

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