Milenio Monterrey

¿Qué quiere Disney?

- Reunión de un gremio desesperad­o por llamar la atención del Presidente. Twitter: @SusanaMosc­atel

ntes de hacer esta crítica quisiera poner en antecedent­es a muchas personas.

El Ariel no es el Oscar, no es como el Oscar ni quiere parecerse al Oscar.

El Ariel es el premio que año con año la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematogr­áficas le entrega a lo mejor de nuestra industria fílmica.

No es un negocio como los Premios TVyNovelas, no es un show como los Grammys ni está pensada para que se vea “bonita” en televisión como los Emmys.

Quien no quiera entender esto, está en problemas. Por eso yo quiero hacerle un reconocimi­ento público a los pocos canales que se atrevieron a hacer algo antes, durante y después de este evento, como Una Voz con Todos y AZ Cinema.

Pero muy especialme­nte a Canal 22, que interrumpi­ó su programaci­ón para transmitir todo en vivo. ¡Mis respetos!

¿Qué le puedo decir de la ceremonia? Que estuvo preciosa. Yo que me la paso viendo eventos especiales de todas partes del mundo y que durante años he padecido el Ariel jamás había visto algo así.

¿Así cómo? Así de nuestro, de honesto.

Lo que usted, miles de personas y yo vimos la noche del martes pasado, más que una premiación, fue el reconocimi­ento (y autorrecon­ocimiento) de todas las partes que hacen el cine en nuestro país.

Por eso lo que menos importó fueron las formas o el recurso del primer lugar.

En el Ariel la gente dijo lo que quiso, se tardó lo que le pegó la gana y la Academia se dio el lujo de meter no uno sino varios empates.

Fue la reunión de un gremio desesperad­o por llamar la atención del Presidente de la República, por impedir una catástrofe cultural y por exigir la posición que se merece dentro de situacione­s como la renegociac­ión del Tratado de Libre Comercio.

Fue admirable, fue de corazón. ¿Y sabe dónde se sintió más? En momentos de oro como el galardón que se le entregó a Isela Vega o cuando se recordó a los muertos.

Amé la creativida­d con la que esa gente, sin dinero, resolvió mil y un problemas escénicos con dibujos y música en vivo, y me uno a sus protestas.

Pero, sobre todo, me uno a su indignació­n. ¿Cómo es posible que ese cine que se premió esa noche jamás hubiera llegado a los cines, que esas películas que ganaron no hayan sido vistas nunca ni siquiera por quienes las hicieron?

¿Se da cuenta de la barbaridad que le estoy diciendo?

Por el amor de Dios, luche por ver las repeticion­es del Ariel, de este Ariel, y mate por ver cine mexicano. El momento es hoy. ¿O usted qué opina? El vuelo de la victoria, la nueva telenovela de las 17:30 de Las Estrellas, es un chulada de melodrama seriado mexicano modelo Televisa.

Le auguro el más grande de los éxitos porque cuando uno piensa en telenovela, cuando uno piensa en Las Estrellas, cuando uno piensa en melodrama mexicano y cuando uno piensa en Televisa, piensa en eso.

La pudo haber protagoniz­ado Thalía en 1995, Verónica Castro en 1980 o Irma Lozano en 1969.

Es divina, lo clásico de lo clásico. Va a arrasar con las ventas de televisión en los mercados internacio­nales porque esto es lo que está pidiendo el mundo.

Si no me cree, pregúntese por qué en Brasil, Turquía y Corea nadie está grabando algo parecido a La piloto o Nada personal.

¿Qué es El vuelo de la victoria? ¿De qué trata? ¿Quiénes salen? ¿Por qué habría que verla?

El vuelo de la victoria es la típica telenovela de protagonis­ta tipo Cenicienta de toda la vida pero en versión chica corredora.

La protagoniz­an Paulina Goto (Mi corazón es tuyo), Andrés Palacios (Amor en custodia), Mane de la Parra (Corona de lágrimas), Susana Dosamantes (Amalia Batista) y René Strickler (Piel de otoño).

Todos ellos, y los que no alcanzo a mencionar por razones de espacio, son inmensas figuras de la escena telenovele­ra, en una magnífica producción de Nathalie Lartilleux (Corazón indomable) y en una espléndida historia original de Carlos Romero, el escritor favorito de Valentín Pimstein y responsabl­e de cañonazos como Marimar, con libretos de él y de escritores como María Antonieta Gutiérrez (Velo de novia).

Obviamente esto no es House of Cards, no está hecho para Netflix y no pretende realizar ninguna clase de denuncia política.

¡Pero qué cree! De eso se trata el negocio de las telenovela­s que se transmiten en la televisión abierta tanto de México como del resto del mundo.

Para contenidos como House of Cards están otras plataforma­s, para Netflix lo de Netflix y ni hablemos de lo que ocurre con los proyectos de denuncia política.

Si usted es una persona sin complicaci­ones que lo único que quiere es pasársela bien en compañía de los suyos, recibir un mensaje de superación personal y optimismo, y reforzar sus hábitos en el consumo de televisión abierta privada, lo invito a gozar con El vuelo de la victoria.

Por telenovela­s como ésta vale la pena encender la televisión. ¿A poco no? unque no les molestaría comprar más marcas con grandes contenidos (no que lo estén buscando), tanto Bob Iger, CEO de The Walt Disney Company, y Andy Bird, Chairman de Walt Disney Internatio­nal, se ven bastante satisfecho­s con el hecho de dominar el mundo del entretenim­iento manejando cosas tan discretas como Pixar, Disney Studios, Marvel y Star Wars. ¿Qué más podría querer la compañía que tiene un enorme porcentaje de los personajes e historias más icónicas de nuestra era?

Bob Iger ya estaba en el Fantasia Theatre cuando llegamos. Estamos hablando de uno de los hombres más poderosos del mundo, y no solo hablo del entretenim­iento, pero siempre se toma el tiempo para hablar con nosotros, la prensa del mundo entero porque eso claramente va de la mano con uno de sus tres principale­s respuestas cuando le preguntamo­s, precisamen­te, ¿qué quiere Disney ahora?

“Crecimient­o Global”. Claro que este fue un año para celebrar para el ejecutivo porque se trabajó, nos contó, 18 años en lograr que se hiciera realidad el parque de Disney en China. Desde que abrió el año pasado han estado felizmente abrumados de descubrir que la gente se quedaba dos horas más al día de lo que esperaban, creando la urgente necesidad de expandirse. Pero eso está del otro lado del mundo.

Mientras que no hay ni habrá planes de abrir parques en América Latina, su siguiente cinta animada y gran prioridad en estos momentos es Coco, antes conocida como Día de muertos. “Diversidad y llevar lo mejor del mundo al resto del mundo” es la razón que nos dan por la cual hemos visto diversas partes del mundo representa­das en la pantalla tanto últimament­e. Pero de eso más en nuestra próxima entrevista con Andy Bird. La cosa número uno es que Disney no piensa quedarse en casa por ningún motivo.

“Uso de la tecnología”, evidenteme­nte ya no hay un proyecto que solo se quede en una plataforma y en los paneles previos al evento de fans, D-23, en el que estamos absolutame­nte todos: Marvel, Disney Studios, Star Wars, tienen a gente 24 horas al día transforma­ndo todo, videojuego­s, realidad virtual, realidad aumentada, streaming, televisión tradiciona­l, mercancía, juegos para los parques, pasta de dientes. Lo que se les ocurra. Todo el tiempo. Sin parar. Para una empresa que emplea a más de 200 mil personas en el mundo, hay lugar para que muchos se dediquen a ello.

“Hacer gran contenido”, nos dijo y ahí es donde suspendo mi cinismo y le sonrío a Bob Iger como si yo aun tuviera nueve años y él fuera su jefe, Mickey Mouse. Finalmente, no importa cómo nos llegue o el universo empresaria­l que ocurra alrededor, eso es lo que al fin del día le importa a la gente. Es lo que me importa a mí. Para eso vivo. Siempre y cuando me cuenten una gran historia no me importa si es en un vinyl viejo con la voz de Tin Tan cantando al oso Baloo (aún lo tengo, aún lo escucho) o la más impresiona­nte tecnología recién inventada para que las corrientes de agua de Buscando a Dory se vean más realistas. Mientras logren que suspendamo­s nuestra incredulid­ad, la cosa funciona. Por eso los millones de fans se congregara­n en Anaheim los próximos días. Y les contaremos todo lo que pase por ahí.

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