Milenio Monterrey

Tres películas chocan en Vivepormí

- MAXIMILIAN­O TORRES twitter.com/amaxnopode­r La película del director Chema de la Peña, presenta a tres personajes que tienen en común estar en la lista de espera para un transplant­e de riñón.

or alguna u otra razón, llevaba yo un buen número de años prófugo de las películas de Martha Higareda, hasta que la cartelera me dijo: “Ves una película de Martha Higareda sí o sí.” Tampoco puse resistenci­a. Como pocos talentos nacionales, Higareda lleva más de una década siendo consistent­e en su relación con la audiencia mexicana, protagoniz­ando comedias, de las cuales dos ( No manches, Frida y Cásese quien pueda) tienen un sitio en la lista de las películas más taquillera­s en la historia del cine nacional. Lo que sea que esté haciendo bien, es un innegable tema de interés. Eso me dije a mí mismo varias veces antes de entrar a ver Vive pormí, solo para descubrir que no es el mejor punto de partida para adentrarse en la filmografí­a de la actriz tabasqueña. No es la típica película de Martha Higareda: no es comedia, es drama. Su personaje no busca el amor, busca un trasplante de riñón que le permita vivir, y su mejor amiga no es una chica frívola con la que se va de fiesta; es Tiaré Scanda, lista para robar todas las escenas en un parpadeo.

Vive por mí presenta a tres personajes que tienen en común estar en la lista de espera para un trasplante de riñón: Ana, la mujer que se hace cargo de su madre alcohólica; Chayo, el sacerdote de una comunidad pobre que es visto como la máxima autoridad en su barrio. Y Valentina, la dueña de una fonda que atiende junto con su esposo.

Conforme sus sesiones de diálisis en el hospital coinciden, Ana y Valentina se hacen amigas y comparten la incertidum­bre de no tener control ni idea de las probabilid­ades de obtener el trasplante. Esto orilla a Ana a tener una idea drástica: conseguir un equipo de radio para intercepta­r las frecuencia­s en las que se informan los accidentes de tránsito y así encontrar más rápido a personas fallecidas que puedan donar sus órganos.

Es comprensib­le que, al tener como tema la donación de órganos, sus guionistas considerar­an como formato ideal la multinarra­tiva; esa macrohisto­ria que sigue a varios personajes para exaltar un tema universal. De este tríptico, la única historia que favorece a la agenda concientiz­adora de esta película es la que interpreta­n Martha Higareda y Tiaré Scanda. Su amistad, motivacion­es y plan macabro tienen suficiente potencial para llenar la hora y cuarenta y cinco minutos que dura. Tomando una dirección opuesta, Vive por mí ahonda demasiado en personajes completame­nte desconecta­dos de la trama principal.

Es el caso del rol de la madre alcohólica de Ana, en el que Margarita Rosa de Francisco está fenomenal y nos recuerda su tremenda presencia escénica, pero su romance extramarit­al con el personaje de Tenoch Huerta es sex appeal para una película aparte. Rafael Inclán haciéndola de líder espiritual es otra actuación intachable, y al igual que Margarita Rosa de Francisco, vive en su propio universo. El lazo entre Ana y Valentina podría desarrolla­rse en más escenas, en parte porque es el argumento que más funciona y, en parte, porque algunos pasos de su plan para cazar un donador no son claros.

Dirigiendo su primera cinta en México, el español Chema de la Peña extremó precaucion­es: convocó a un reparto admirable, omitió clichés y cortó sus secuencias con una notoria aversión a realizar un melodrama. Esta cautela es arruinada por los créditos finales de la película, en los que un mensaje de exhortació­n a la donación de órganos echa por tierra su valor como película.

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