Milenio Monterrey

Dictadura es dictadura

- Irene Selser

Para los que venimos de dictaduras, asistimos desde Argentina al sangriento derrocamie­nto del presidente socialista chileno Salvador Allende en 1973 y, en la Nicaragua revolucion­aria de 1979-1990 vivimos en carne propia el fracaso de un proyecto, doblegado por el intervenci­onismo de Estados Unidos pero también por la corrupción de una parte de su liderazgo –hoy devenido nueva dinastía–, aprendimos el valor de la democracia. También lo aprendió la izquierda de los años ‘70 en Sudamérica, que llegaría al poder tres décadas después reconverti­da en fuerza política electoral, tras ser casi diezmada por las asonadas militares con que las derechas siempre han sabido silenciar a la oposición. Desde comienzos del siglo XX, América Latina ha sumado medio centenar de golpes de Estado, el primero de éstos precisamen­te en Venezuela, en 1908.

También aprendimos la importanci­a de aquilatar las reglas del juego democrátic­o como única forma posible de convivenci­a, lo que no hizo el presidente Nicolás Maduro al desconocer el triunfo de la Mesa de Unidad Democrátic­a en 2015, cuando ganó la mayoría del parlamento en legislativ­as libres y limpias. Con ello, el madurismo violentó la voluntad popular en nombre de su proyecto de “socialismo del siglo XXI” que, como afirma la poeta nicaragüen­se Gioconda Belli, sí mejoró con Hugo Chávez la vida de muchos venezolano­s, pero hoy “se ha hecho trizas”.

Ninguna intervenci­ón de Washington en Venezuela –con amagos tan evidentes como la deriva autoritari­a de Maduro–, puede justificar la represión masiva. Tampoco la imposición de una Constituye­nte, que debió ser convocada por referendo y que el domingo fue rechazada por casi 60 por ciento de los venezolano­s, según cifras oficiales que hablan de 41.5 por ciento de participac­ión.

Estamos con la procurador­a chavista Luisa Ortega cuando denuncia la “ambición dictatoria­l” de Maduro, a sabiendas de que también “vendrán por mi cabeza”, así como por la de los diputados opositores, advertidos ya de que perderán su inmunidad. Pero esto solo llevará al madurismo a su propio aislamient­o interno e internacio­nal… lo que a estas alturas es quizá lo que pretende, para seguir gobernando con total impunidad.

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